La Princesa Encadenada

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Amethyst Barnstein era la princesa de las hadas. Era conocida por su hermoso pelo violeta largo y fuerte como nadie nunca había visto. Su padre, el rey Opal Barnstein quería que se casara con el rey de los tritones Neider. Sin embargo, un día ella dio a luz a una bastarda, hija de su mejor amigo, un sacerdote.

Opal mandó asesinar al sacerdote y ahogó a la criatura por la que había perdido un matrimonio estratégico. Como castigo, encerró a Amethyst en la torre y mandó que esta se cerrase. También, por temor a que ella saliera, ordenó que engancharan los mechones de pelo a cada viga y columna de la habitación. Cerraron la puerta con llave y ella lloró con tanta fuerza que sus lágrimas se filtraron por el suelo y regaron el suelo de la torre.

Había una persona que consideraba las acciones del rey como crueles, asquerosas y malvadas, y esa era la madrastra de Amethyst, Erdbeere. A escondidas de su marido, ella le llevaba comida que obligaba a la muchacha a comer para que no se deshidratara. Sabía por lo que sufría, mas contra eso no podía hacer nada.

En varias ocasiones trató de liberarla: primero usando unas tijeras normales y por último una espada ardiente. Todo ello se rompía con el más mísero contacto. Hasta entonces, Erdbeere siempre había sido muy discreta, pero el tintineo de la espada advirtió a Opal sobre las actividades de su esposa. Cuando ella trató de cortar el pelo una infructuosa vez más, él les cerró la puerta y con un hechizo la bloqueó para siempre.

Cuando más desesperadas estaban, las plantas que habían crecido gracis a las lágrimas de la princesa agujerearon el suelo de madera. Aunque Erdbeere podía salir, Amethyste no, y como le prometió que cuidaría de ella, iba a quedarse. Además, si hubiese salido los guardas habrían acabado con ellas. Las plantas entonces permitieron que ellas comieran sus hojas y bebieran su rocío.

Opal no podía parar de pensar en lo que había hecho. Quizá tendría que soltar a su consorte, pues ya habría aprendido la lección con el hambre y la sed. Cuando abrió la puerta cuál no fue su sorpresa cuando vio a ambas bien alimentadas y hasta sonriendo. Sonriendo cuando una de ellas había traído la ruina al reino. Amethyste ya debería haber muerto de no haber sido por su madrastra. Enfurecido, Opal sacó su cuchillo y se abalanzó sobre Erdbeere. Entonces escuchó varios crujidos y contempló a su hija moverse. Utilizando las tijeras que antaño fueron inútiles, ella misma se liberó.

Ella no dudó en asesinar a ese ser que hacía llamarse su padre. Por fin se sintió libre de nuevo, y gobernó bien desde ese entonces, ganándose un hueco en el corazón de sus súbditos y en la historia destacada de Dume.

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