DIECINUEVE

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Es el culiao del Nacho.

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—Brindo, díjo la Picol. Por él pico de los loros. Los loros no me los como, pero él pico me lo devoro.— díje terrible motivá.

Todas las culias comenzaron a aplaudir y mandarse un terremoto al seco.

Ésta hueá va a terminar mal.

—Brindo por la Cami y por la Dani, pero más brindo por la Dani. Qué el Nico la cambió por la Javi.— dijo la maraca reculiá de la Picol.

—¡OOOOOOOOH!.— todas las enfermas reculiás gritaron, menos yo.

Me piqué.

—Brindo por él vino y él pisco, pero más brindo por la Picol. Qué le falta pico.— todas nuevamente gritaron.

—Y qué dijo la otra...— la carbonera culiá de la Cami, cómo siempre.

—Brin...— la maraca culiá de la Picol iba a decir otra hueá más, pero cagó.

—¿Qué hueá hacen cabras?.— preguntó él traidor culiao del Fabi.

—¿Quién?.— espeté.

—Ust...— no lo dejé terminar al bastardo.

—Te preguntó.— achiné mis ojos y me giré para ir a fumarme un cigarro lejos de él.

Cuándo salí a la calle, ví al Nico comiendose brijidamente con la maraca culiá de la Javiera.

Pachamama, ¿por qué me odias, hueón?.

Entré nuevamente a la casa culiá, no iba a quedarme ahí cómo ahueoná viendo cómo se comen. Me dirigí a la mesa dónde estaba el copete y me tomé un cortito al seco.

—¿Estaí bien, hueona?.— la Cami me tocó él hombro.

—No.— suspiré cómo ahueoná.

—¿Es por el cochino culiao del Nico?.

—Me lo paso por la zorra.— fué la única hueá qué respondí.

¿Por qué tengo tanta mala cuea en el amor?.

No he visto a la sapa culiá de la Javiera. Quiero conocerla.— me dijo.

—Es una culiá con cara de travesti, más maquillá qué la otra culiá de la Andrea.— dije alterá.

—Ya, hueona. No te calentí la cabeza por penes.— me abrazó.— ¿Apañame al water?.— se agarró el choro y comenzó a saltar cómo qué no se podía aguantar.

Payasa culiá.

Cuándo llegamos al baño, la hueona se puso a echár la mea y yo me acosté en la tina culiá. Playa.

—¿Vamo a huear a la maraca culiá?.— me preguntó con una sonrísa culiá terrible enferma la Cami.

Asentí no má. Cuándo salímos, él Nico y esa hueona estaban con los cabros. Me dieron unas ganas culias de sacarle la conchatumare a la perra culiá.

Contrólate, Dani. Contról.

¿Y la Picol?.— le pregunté a todos los hueones.

¿La culiá se había ido sin nosotras?
Chi lamediavolaita.

No sé po, búscala.— respondió más pesá qué la chucha la Javiera.

Todos se miraron entre ellos cómo hueones asustados.

—¿Andaí chistosa?.— la miré a los ojos.

—Ya, Daniela. Córtala.— él Nico se me acercó y me alejó de la maraca.

En un momento me dió cualquier vergüenza qué me tratara cómo cabra chica. Pero después me calenté, me emperré brijido.

—Seguro te está utilizando para olvidarse de mi.— grité y sonreí.

Me arrepentí altoque.

—No te creaí tanto, ahueoná.— gritó devuelta la Javiera.

—Erí pátetica, andaí colgá de los pendejos del Nicolás.— me iba a lanzar a pegarle un combo en el hocico, pero las culias me agarraron.

—Ya hueona, no vale la pena. Vamosnos.— me dijo la Pollo.

De camino a la casa nos fuímos cantando.

[No te aferres,
Ya no te aferres, a un imposible.
Ya no te hagas, ni me hagas mas daño...]

Íbamos cantando a todo pulmón, cuándo sale un perro culiao y todas comenzamos a correr. Yo me tropecé con un camote conchatumare y me saqué la chucha.

—¡AIUAAAAAA!.— grité, porqué las hueonas ya iban a la conchatumare.

Se devolvieron y la Pollo me llevó al ápa. Cuándo llegamos a mi humilde morada ¡aaaah! Nos freímos unos choripanes y comimos.

—¿Y la hueona de la Picol?.— preguntó la Cami.

Ninguna sabía dónde chucha se había metído, así qué la llamaron.

—La hueona dijo qué iba a llegar más tarde a tu casa, qué estaba pelandose.— dijo la Cami.

—Parece qué le llegó mi paya.— dije cagá de la risa.

Nos acostamos las tres en la cama de mis papás y la Pollo se tiró sendo peo. Comenzó a hacer sábaneo y nos tapamos la ñata.

—Chancha reculiá.— dije.— Ahora vengo yo, chuchetu.

Me tiré sendo peo, la hueá parecía metralleta. Después levanté las sábanas para qué olieran mi rico peito.

—Hueón, me acordé.— casí gritó la Cami.— A la maraca de la Javiera la conozco desde ántes. Le hizo una hueá muy cuatica a mi hermano.— dijo urgída.

—¿Qué hueá?.— pregunté alterá.

¿Tení cigarro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora