Capitulo Trece

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Anoche Eric me trajo un periódico de hace dos semanas. Había un artículo sobre un disturbio que inició después de que un negro se matricularon en la universidad de Mississippi. Qué si podemos enviar un hombre al espacio, pero nos cuesta trabajo enviar un hombre negro a la universidad.    Diario de Grace.

Lunes 15 de octubre
Odié volver a la escuela, y habría sido verdad aún cuando Grace no hubiese estado en mi casa Club, pero por alguna razón, el que estuviera ahí lo hacía peor. El día transcurrió a la velocidad de una era glacial y todo el tiempo estuve mordiendo el lápiz mientras mi mente y giraba alrededor de Grace.
Mi última clase del día fue la de inglés, y por algún motivo no paré de mirar el rincón del aula en la que solía sentarse Grace. Por alguna razón me sentía importante siendo el único que sabía dónde estaba
La señorita Waller pasaba lista, cuando de pronto levantó la mirada.

–¿alguien ha visto a Madeline Webb?

Yo miré directamente al frente.

–¿nadie?

–Creó que esta enferma-dijo una voz desde el fondo del aula –. Dicen que tiene pulmonia.

–Ah –hizo una marca en la lista de asistencia, la volvió a dejar en su escritorio y comenzó la clase.

Tan pronto como sonó la campana fui al casillero de Grace. No fue fácil de encontrar. Era uno entre una docena de casilleros localizados en un pasillo oscuro en medio de la nada. Era como si los que construyeron la escuela se hubieran dado cuenta de que les quedaron  casilleros extras y dijeron "pongámoslos aquí".
Es probable que no lo hubiera encontrado de no haber hecho una pausa para buscar un bebedero cuando me topé con él.

Saqué el papel Doblado con la combinación del candado de mi bolsillo y empecé a girar el disco. Era un poco como forzar una caja fuerte. Tuve que intentar un par de veces para abrir la puerta.
Dentro del Casillero de Grace había un espejo pegado en el interior de la puerta y en las paredes varias fotografías de animadoras recortadas de revistas. Vi un montón de ropa doblada al fondo del Casillero y se me ocurrió que había estado planeando su huída desde hacía tiempo. Debajo de la ropa estaba la bolsa Roja de tela. Era casi tan gruesa como un ladrillo, pero flexible. Quise ver que había dentro, pero no lo hice. Supuse que sí tenía tanta importancia, era mejor que no lo supiera. Recogí todo lo que había dentro y lo estaba metiendo todo a mi mochila cuando alguien preguntó:

–¿Qué crees que haces?
Al voltear vi una chica gruesa de cabello corto, castaño. Era al menos 8 cm más alta que yo y la expresión en su rostro indicaba que quería machacar me y que probablemente tenía la capacidad de hacerlo.

–Ese no es tu casillero. -me dijo

–No lo es. Conozco a la chica.

En realidad no sabía si era amiga de Grace o lo más probable, si era uno de los desafortunados poseedores de esos apartados casilleros que se conocían entre sí debido a las circunstancias, como si hubieran quedado varadas en una isla desierta.

–Sólo voy a llevarle algunas cosas.
Cerré la puerta de golpe, me eché la mochila al hombro y me marché con la esperanza de que no me siguiera. Me grito algo, pero eso fue todo. Mire mi reloj. Iba tarde al autobús. Comencé a correr con rumbo a la salida norte, la cual solía evitar porque los vándalos siempre se reunían ahí. Afortunadamente no estaban, pero tampoco estaba mi autobús. Alcance a ver el último autobús anaranjado a unos 100 metros de distancia, girando la esquina del estacionamiento hacia la calle tercera Este. Gruñi.  No tenía a nadie a quién llamar para que me llevara. Ya antes había caminado a casa y juré nunca volver a hacerlo. La escuela se encontraba a cinco kilómetros y medio de distancia y tardaba casi una hora en realizar el recorrido. Eso sin la nieve y el hielo que había esta vez. Y yo llevaba puestos mis  zapatos deportivos Converse de lona.

–¡Demonios! -grité (era el improperio más fuerte que utilizaba) y empecé a caminar a casa. Una hora y media más tarde entre por la puerta de la calle, con  los pies empapados y entumecido de frío. Mi padre estaba leyendo un libro. Levantó la mirada.

–llegas tarde.

–Perdí el autobús -me limpié los pies en el trozo de alfombra que había puesto mi madre en la puerta-. ¿Cómo te sientes?

–Estoy mejorando -dijo. Siempre decía lo mismo.

Mi padre se quedó mirándome con una expresión peculiar que no pude descifrar. La Biblia dice que los culpables huyen Cuando nadie los persigue, y supongo que así me sentía con mi secreto. ¿Se habría enterado de lo de Grace? ¿dejó ella algo en el baño? Me pregunté si estaba esperando a que yo  soltará la sopa, como la vez que Joel rompió la ventana de un vecino con una pelota de béisbol y papá nos preguntó todo lo que había pasado esa tarde – excepto lo de la ventana rota– hasta que por fin cedidos.

–¿Qué?-dije por fin.

–Mira lo que estoy haciendo.

Lo miré y aún así no tuve idea de que estaba hablando.

–¿Qué?

–Estoy leyendo un libro.

¿Y esto que tiene que ver con Grace ? Pensé

No sabia que no supieras leer.

–No te hagas el listillo - dijo él –. Claro que sé leer. Pero ahora puedo dar vuelta a las páginas.

–Ah. Qué bueno. - esperaba sonar emocionado.

–Exactamente.

Fui de la sala a la cocina. Joel estaba en la mesa armando un rompecabezas. Levantó la mirada.

–¿Dónde has estado?

–Perdí el autobús.

–¿caminaste a casa?

–No. Volé.
Volvió a su rompecabezas.

–¿Quieres ayudarme?

–No. Tengo que ir a trabajar. -baje la voz- ¿Has ido a ver a...?

–¿Qué?

Hice un  ademán con la cabeza señalando la puerta de atrás.

–Ya sabes.

–¿La chica?

–¡Shh!

–No sabía que tenia que hacerlo.

–Seguro tiene hambre.

–Es como tener una mascota - dijo Joel.

Fui a la despensa. Elegí latas del fondo de la repisa, pensando con detenimiento que podía llevarme que mi madre no extrañará. Cogí un par de latas de frijoles con cerdo van de kamp's,  una lata de crema de pollo campbells y una lata de verduras. Teníamos una vieja sartén del ejército en la casa Club y supuse que podía calentar las cosas sobre la lámpara de queroseno. Corté dos trozos grandes del pan casero que hacía mi madre y lo metí todo en una bolsa del supermercado junto con un abrelatas, un tenedor, una cuchara, un plato y un tazón. Después cogí mi mochila y salí al patio. Al acercarme a la casa Club, me percaté de que algo olía mal. Cuando abrí la puerta el olor se volvió más intenso. La luz y la luz de noche estaban apagadas.

–¿Grace?

No respondió, pero oí un ronquido suave. Me pareció que era un poco raro que durmiera tan tarde la siesta. Puse la bolsa de papel dentro, junto con las cosas de su casillero y me fui en bicicleta al trabajo.
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Hola, espero que les agrade el nuevo capitulo :3

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora