Grace

Capítulo Doce

Eric me salvó la vida hoy. Claro, para empezar no me habría puesto en peligro de no ser por él, así que supongo que eso empareja las cosas.
Diario de Grace

Domingo 14 de octubre.
De niño odiaba la iglesia. No a la intuición ni a Dios, sino al servicio religioso de los domingos. Creía en Jesús y siempre decía mis oraciones y daba las gracias antes de cada comida. Pero era aburrido sentarse en un banco duro a oír a los viejos decir los mismo cada semana. Supongo que mi experiencia en la iglesia fue un poco más variada que la de la mayoría. Mis padres nunca se decidieron realmente por una religión en particular. Mi padre dijo que el cielo era como un rueda y que las religiones eran rayos que iban todos al mismo lugar, así que con esa filosofía básica, mis padres elegían su iglesia como la mayoría de la gente elige su cena: por proximidad. Ya habíamos ido a iglesias metodistas, bautistas y luteranas. Como la más cercana era una mormona, ubicada a unas tres cuadras de nuestra casa, empezamos a ir ahí.
Los mormones pasan horas en la iglesia los domingos. De hecho, iban por la mañana y regresaban por la noche. No entendía por que alguien necesitaba tanta iglesia. Hice mi mejor esfuerzo por sobrevivir. Por lo general llevaba un blog de dibujo y lápices y dibujaba mucho, y entonces fue donde decidí ser caricaturista e hice mi primera tira cómica. Pero con frecuencia trataba de evitar ir, a veces fingiendo estar enfermo. Ahora qur miro atrás, estoy seguro de que mi madre sabía lo que estaba haciendo, pero pocas veces me llamo la atención.

Unos años antes le dije que quería dejar de ir a la iglesia por completo. No dijo nada, pero su mirada fue suficiente castigo. Estoy seguro de que la hice sentir como si me hubiera fallado, o a Jesús, o a ambos. Pasé todo ese domingo sintiéndome culpable por decepcionar a mi madre y al final decidí que sería menos doloroso ir.

Mi padre solía decir que nadie debería ser obligado a ir a la iglesia, lo que le servía bastante a él mismo, puesto que era bastante poco sistemático. Después de enfermar dejo ir a los servicios religiosos durante unos seis meses. Cuando por fin volvió a ir, el banco duro se volvía demasiado incómodo para él aproximadamente a la media hora, así que nos poníamos de pie en familia y nos marchábamos. A Joel no le molestaba la iglesia. De hecho, sospecho que le gustaba. La primera semana en nuestra nueva iglesia llegó con una estrella en la frente por buen comportamiento en la escuela dominical. Claro, me burlé de él y nunca volvió a llegar a casa con una estrella, aunque estoy segura de que recibió otras. Joel siempre fue bueno.

Ese domingo decidí que Grace era razón suficiente para quedarme en casa. Dije a mi madre que no tenía ganas de ir a la iglesia. Dije a mi madre que no tenía ganas de ir a la iglesia pero prometí ir la semana siguiente. Esperé que su rostro expresara decepción, pero por alguna razón no fue así. Sólo dijo:

-Esta bien. Vamos, Joel.

Una vez que se fue mi madre, salí de la cama y me vestí. Fui a la puerta de la habitación de mis padres y me asomé; mi padre seguía dormido. Me puse los zapatos y el abrigo, serví la avena que había dejado mi madre sobre la estufa en un tazón y salí por la puerta de atrás, cerrándola con cuidado.

Grace estaba sentada en el rincón de la casa club comiendo una galleta. La carne y el queso habían desaparecido del plato, lo que me sorprendió, ya que con ellos se podrían preparar por lo menos cinco sándwiches. Aunque se había cambiado de blusa, seguía metida en la bolsa de dormir, que la cubría hasta la cintura. Sonrió al verme.

-Hola.

-Te traje algo de desayunar.

Le di el tazón. Dejó la galleta a un lado y empezó a comer la avena. Parecía estar siempre hambrienta. Me pregunté si era normal que las chicas comieran tanto. La única mujer que conocía era mi madre y no comía mucho.