Capítulo Veintiuno

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El diario decia que tenemos que revisar los dulces de Halloween porque algunas personas han puesto hojas de afeitar y algo llamado LSD dentro. No me imagino por qué alguien querria hacer eso. Deben odiarse mucho a sí mismos.
Diario de Grace

Miercoles 31 de Octubre
Cada Halloween mi madre hacía una enorme Caldera de carne con chile y un par de sartenes de bollitos Parker House Joel y yo comíamos con mantequilla y miel punto aquellos eran buenos tiempos punto parte de esa tradición eran los dichos de mi madre:

- ¿Dónde se guardan todo eso chicos? - y su preferido-. Deben tener huecas las piernas- nunca estuvimos seguros de que quería decir lo último. Después de la cena mis padres fueron a la sala a ver televisión y a asumir la tarea de repartir dulces, mientras Joel y yo nos poníamos nuestros disfraces de Halloween. Lo extraño es que lo único de lo que teníamos en abundancia eran disfraces de Halloween, a mi madre le gustaban coser y cuando se quedaba en casa nos hacía disfraces nuevos cada año. Una vez incluso ayudó a hacer los disfraces para una obra en la que participe en la escuela. Nos salvó a todos. Joel se vistió de llanero solitario con todo y máscara, pañuelo, sombrero vaquero con cordel y pistola. Yo me vestí de diablo, con una capa roja, cola larga y cuernos.

Teníamos una orca pero, aunque quedaba bien con el disfraz, no iba a arrastrarla ptoda la noche. Después de vestirnos llevamos a Grace chile con carne y bollos, así como todos los disfraces que se nos ocurrió que le quedarían. Ella se devoró la carne y los bollos con tanta alegría como nosotros. Después ella empezó a probarse los disfraces, hasta que escogió un traje de payaso que usó una vez mi madre. Le quedaba un poco grande pero nadie lo notaría. Esa es más o menos la intención con los disfraces de payaso. Se puso una nariz roja de goma y una peluca anaranjada y se pintó una franja ancha en la boca con lápiz labial. Decidió ser un payaso triste, así que dibujamos lágrimas en sus mejillas con delineador de ojos. Una vez terminado, no la habría reconocido en una rueda de identificación de la policía.

-¿De verdad no me reconocerías? -preguntó.

-No -dijo Joel.

-Ni tu propia madre podría reconocerte -negué con la cabeza

Era difícil saberlo con todo ese maquillaje, pero creo que fruncio el ceńo cuando dije eso.

Decidimos salir a batir el récord de más dulces reunidos de la historia. Con ambiciones tan altas como las nuestras, tendríamos que recorrer una buena distancia para encontrar suelo fértil: un lugar alejado de nuestra pobre y tacaña calle.

Nos encontrábamos sopesando los aspectos positivos y negativos de ir en bicicleta cuando Grace dijo:

-Conozco el lugar perfecto. Pero tenemos que tomar un autobús hasta ahí.

Joél y yo estabamos dispuestos a ir a cualquier sitio que prometiera más dulces. Saqué tres fundas de almohada del armario y los tres fuimos a esperar el autobús.
El trayecto duró solo quince minutos y nuestro destino resulto ser tan fructuoso como prometió Grace. Era un barrio residencial de casas pequeñas y ordenadas pero muy pegadas, perfecto para la cosecha. Había montones de niños afuera y las calles parecían un desfile de Halloween de primaria.

Los tres peinamos las calles con una eficacia notable. Durante las primeras dos horas apenas tuvimos que decir "broma o dulces", ya que invariablemente alguien ya estaba en la puerta dulces o otro grupo de niños.

A medida que caía la noche, las multitudes comenzaron a menguar, y hacia las diez, la mayoria de los niños ya se habían ido a la cama. Continuamos añadiendo a nuestro botín, cargando nuestras fundas llenas sobre el hombro como Papá Noel. A pesar de que era una noche razonablemente cálida, en términos relativos, tuvimos que ponernos abrigo encima de nuestros disfraces.

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora