-Arriba bella durmiente.-
Una sonrisa cariñosa se ubico en mis labios. Amaba que Nacho me despierte así creo que me podría acostumbrar, es mas es lo quiero, acostumbrarme y que él sea solo para mí.
Que Sophie desaparezca y así nada va a estar en el medio.
-Euge, abrí los ojos dale.- Siguió insistiendo.
Esperen..... Esa... esa no es la voz de Nacho.
Abrí los ojos y me sobresalté al ver aquel rostro familiar. Me sentía desconcertada. Me escondí debajo de mis sabanas.
¿Cómo es que Franco termino en mi casa?
Intenté recordar la noche anterior pero estaba todo confuso, en ese momento me di cuenta que mi cabeza dolía demasiado.
Resaca!
¿Resaca?
La noche anterior había sido sábado, Carla y Barbi insistieron para que salga, entonces les dije que Franco me había invitado al boliche de su amigo. Que por cierto está muy bueno. Y luego no recuerdo mucho más, solamente que entramos vimos a Franco que compartió un tiempo con nosotras y que bebimos muchísimo.
Oh oh. Pensé.
Idiota.
-Euge, salí de ahí abajo.- Siguió insistiendo Franco pero está vez riéndo.
-¿Qué haces acá?- Asomé un poco mi cabeza por debajo de las sabanas.
Una carcajada se le escapó de los labios. -No recordas nada, ¿cierto?- Me limite a negar con la cabeza, entonces continuó. -Bueno tus amigas se fueron en taxi pero como estabas tan mal por todo lo que habías tomado me pidieron que te traiga para tu casa y con mucho gusto lo hice. Pero cuando llegamos te ayudé a subir y decías cosas que la verdad no entendía nada, entonces entramos y te dije que me quedaría hasta que te duermas, pero como te sentías tan mal tuve que meterte a la duche.- Abrí mis ojos como plato, Franco percató mi reacción. -No te preocupes fue con ropa- Mi mejillas se enrojecieron por todo el relato. -y bueno después cuando te empezaste a sentir mejor deje que te saques la ropa y lo hagas sola, te alcancé ese pijama y te acompañe a la cama. Una vez que logre acostarte me pediste que me quede al lado tuyo hasta que vuelvas a despertarte. Y lo hice.-
Mis mejillas se enrojecieron aún más, quería que la tierra me trague e ese momento. -Bueno muchas gracias.-
Sonrió. -No te avergüences, fue un placer.- Le devolví la sonrisa, estaba un poco aliviada, ya que no había tenido sexo con él. -Ahora me vas a contar quién fue el que provocó eso.-
Lo miré confundida. -¿El que provocó qué?-
-Esa borrachera. Cuando veníamos decías que alguien era el culpable de todo, que te siempre pasaba lo mismo, que siempre querías estar con el equivocado y cosas así.-
Oh, por Dios. Creo que no puedo ser más idiota porque no tengo tiempo. -Em, bueno... no lo sé… cosas de borracha estúpida supongo.- Forcé una sonrisa.
-Bueno, ya no importa.- Me devolvió la sonrisa.- Tomé unas sabanas de ahí- señalo mi ropero. -para armarme el sillón.-
-Oh, está bien. Gracias por quedarte.- Esta vez emboce una sonrisa sincera.
-Encantado para cuando gustes.- Bromeo. -¿Te gustaría ir a desayunar?- Asentí.
Me dirigí al baño para asearme y luego me encontré con Franco en la cocina.
-Wow!- Dije sorprendida mirando el desayunador. Estaba repleto de comida, como para unas diez personas. Tortas de todos los gustos, medialunas, tostados, eran algunas de las cosas que se encontraban en mi cocina.
- No sabía lo que te gustaba así que traje un poco de todo.- Me contestó mientras comía una medialuna.
-¿Un poco?- Creo que es más que un poco todo esto.
Me senté a su lado y comenzamos a comer. -¿Café?- Preguntó con una gran sonrisa. Yo asentí mientras comía un pequeño cupcake color rosa que se veía riquísimo. Me extendió el café y yo lo tomé mientras le agradecía.
Él se rió cuando me miró a la cara. -¿Qué tengo?- Dije mientras me contagiaba su risa, que por cierto era muy tierna.
-Te manchaste con la crema rosa ahí.- Tomo una servilleta y me limpió delicadamente el lado derecho de mi boca.
Sentí que mis mejillas se calentaban un poco cuando tocó mi cara con la servilleta. -Gracias.-
Nuestros ojos se encontraron y sentí una pequeña electricidad al rededor de mi cuerpo que me impulsaba hacia él, sentía la necesidad de mordisquear su labio inferior, el cual es bastante carnoso. Sonreí ante mis pensamientos y él me devolvió la sonrisa, supongo que se dio cuenta de lo que estaba pensando ¿o acaso él pensaba algo parecido sobre mí?
Se levantó de la silla, lo miré confundida. -¿Qué pasa?-
-Nada, es que...- Contestó un poco nervioso. -Me tengo que ir.- Dijo simulando, muy mal, tranquilidad.
-Ah.- Lo observé mientras se ponía la campera. -¿Dije o hice algo?-
-No, no, no.- Se sobresalto. -Es sólo que ya es tarde y me tengo que ir.-
-Okey...- Seguí observándolo. -Te acompaño a la puerta.-
Pero antes que me pueda levantar de la silla se a cercó a mí. -No, está bien.- Dijo mirándome fijo con ojos tierno. -Se donde queda la salida.-
Sonreí ante esos hermosos ojos que transmitían tanta dulzura.-Gracias por todo.- Le di un dulce beso en la mejilla.
Él sonrió un poco avergonzado, se rascó la nuca y se alejó un poco. -No es nada.-
Una vez que se fue me quede allí sentada sola, pensando en Franco. No sólo era perfecto por fuera, sino que también era así por dentro, tan dulce y atento, de esa forma podría encantar a cualquier mujer que se proponga.
El timbre sonó haciéndome salir rápidamente de mis pensamientos. ¿Será él? Quizás se arrepintió de su tan extraña salida. Pensé
Corrí hacia el portero eléctrico para preguntar quién era. Pero lamentablemente no era Franco, sino, que era Carla.
Una vez que mi amiga entró a mi casa y vio toda esa comida, se sorprendió tanto como yo. Y cuando le conté quién la había traído se puso a saltar como una nena con un juguete nuevo. -Es un divino.- Me dijo una vez que dejo de saltar. -Vos porque estabas muy ebria, pero tendrías que haber visto como te cuidaba, como se preocupaba por vos y como te miraba. Dios, ese es el hombre perfecto para vos!!!- Suspiró. -Pero vos te fijas en el estúpido de tu jefe.-
-Nacho ya pasó. Franco me encanta pero no sé qué le pasó cuando sentía que estaba por pasar algo, él se asustó y salió corriendo.-
Carla me miró sorprendida. -¿Se resistió a tus encantos? Ese hombre es perfecto.-
-Ey!!!-
Se comenzó a reír. -Era un chiste.- Una vez que cesaron las risas, observó con atención las risas. -¿Eso es tiramisú?- Asentí con una gran sonrisa. -Repito, ese hombre es perfecto.- Corrió al desayunador para comerse el tiramisú que se veía tan bien como todo el resto de la comida.
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Aunque dobles mi edad [ Editada]
RomanceEugenia Benet es una joven de 20 años, ella no busca enamorarse, pero el amor la encuentra. Eugi queda realmente encandilada desde el primer día con Ignacio Fuster, su jefe, el problema no es sólo que él tenga 40 años, si no, toda su historia y su f...