Nueva mercancía

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Un portazo, autoritario, no dejaba lugar a dudas de que la capitana no deseaba ser molestada mientras probaba su nuevo juguete. Tanto Luna como sus fieles compañeras de travesía compartieron miradas silenciosas, apoyo mudo pues sabían que Lexa siempre había sido una bomba de relojería y era mejor no llevarle la contraria.

La presencia de una embajadora a bordo no era una buena opción, todos lo sabían a pesar de mantener el reverencial silencio, no se fiaban de esa extraña mujer, ninguna embajadora se aventuraría a representar una nave como la Villian, algún motivo oculto debía tener, solo esperaban que Lexa abriese los ojos, que no se dejase cegar por su belleza, las consecuencias podrían ser catastróficas.

Ajena a todos los pensamientos que sus tripulantes compartían en silencio, tras esa puerta de duro metal, en sus dependencias privadas, Lexa no le quitaba los ojos de encima a la prostituta, con media sonrisa en su rostro, alabando su buen gusto ya que la belleza de dicha mujer era innegable. Sin pronunciar palabra se deshizo de su chaqueta de cuero, sacando un cigarro y encendiéndolo mientras se dejaba caer en el sillón, con su mirada esmeralda clavada en cada curva de Echo.

Inspiró profundamente el humo del cigarro y lo soltó lentamente, notando como el nerviosismo de la mujer ante ella ascendía, acechándola como una fiera a punto de saltar sobre su presa, manteniendo el silencio, permitiendo que la tensión creciese hasta hacerse insoportable, disfrutando enormemente al sentirse dominante, al sentir que era ella quien llevaba las riendas de la situación.

Estaba disfrutando enormemente de cada segundo, de cada escrute minucioso, de intimidar con su mirada a la mujer que compartiría su cama, mas esta parecía estar incómoda y lo demostró rompiendo ese silencio agobiante que se había instaurado entre ellas.

-Ahora ¿Qué quieres que haga?

-Baila

-¿Perdón?

-Me has preguntado qué quiero, quiero que bailes para mí

-Yo creía que...

-¿Tú creías? Lo que yo creo es que parte de tu trabajo es obedecer mis órdenes y te ordeno que bailes

Su voz no dejaba lugar a dudas, debía obedecer por lo que, sensualmente, la muchacha empezó una danza digna del mejor de los burdeles. Su ropa iba desapareciendo a medida que sus movimientos, gráciles y eróticos, se iban intensificando.

Lexa la observaba consumiendo poco a poco su cigarro mientras la joven si iba acercando a ella, para terminar bailando sobre sus rodillas. Sin poder contenerse un segundo más, apagó el cigarrillo y atrapó la cintura de Echo, estampando sus labios en un beso furioso, un beso con sabor a humo y ceniza, rabioso y sediento mientras la elevaba sin apenas dificultad y se dirigía a la cama, mordiendo sus labios, invadiendo cada rincón con su lengua experta.

Cuando sintió el tope de la cama en sus piernas, soltó a la muchacha quebrando el contacto, Echo cayó sobre el colchón, sus labios rojos y brillantes, testigos de la furia y la pasión con las que Lexa la había besado, su cuerpo desnudo mostraba su excitación y la joven capitana lo observaba con ojos de depredador, cada rincón, cada reacción, como su pecho ascendía y volvía a descender agitado, los suaves jadeos que escapaban de sus labios, sus ojos caramelo rogándole que continuara.

Una sonrisa de suficiencia apareció en el rostro de Lexa mientras se deshizo de su ropa, lentamente, torturando a la muchacha que yacía en su lecho, impaciente y completamente sometida a los caprichos de la capitana.

No hicieron falta palabras, no le importaba lo más mínimo si sus jadeos eran fingidos o reales, una vez se hubo desprendido de su última prenda, atrapó las muñecas de la joven prostituta, elevando sus brazos por encima de su cabeza y atacando sus labios una vez más, uniendo sus cuerpos mientras un gemido de satisfacción se escapaba sin poder contenerlo, se estremeció notando la cálida piel de Echo bajo su cuerpo, hacia demasiado que no se abandonaba al calor de una mujer.

VillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora