Café amargo

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Las estrellas brillaban con fuerza, más que nunca, a pesar de que sus ojos verdes no las percibían, no podían, no teniendo bajo sus manos a la mujer que había trastornado su mundo. Solo la ropa interior cubría el blanco cuerpo de Clarke, frágil y perfecto, tan bello que le quitaba el aliento. Su instinto la empujaba a arrancar esas prendas con furia, a marcar cada centímetro con sus manos, de forma ruda y violenta al igual que el deseo enfermizo que crecía en sus venas. Mas consciente de que la mujer que esa madrugada compartiría su colchón no era una más, no era un simple momento de locura, de gritos apagados y gemidos para olvidar, supo que debía ser cauta, suave y dulce, demostrar sin pronunciar palabra que había mucho más en sus movimientos, en cada uno de los besos que fue regando por su piel, besos cargados de promesas, la misma que segundos antes había pronunciado en un susurro, solas las dos haciendo el amor bajo las estrellas.

Las manos suaves y cálidas de la princesa acariciaban su espalda, temblando mas decididas a recorrerla, mientras con suavidad y sin dejar de besar cada centímetro de su cuello, Lexa se deshizo de ese trozo de tela que aun cubría los pechos de su princesa, observándolos unos instantes con los ojos encendidos, en llamas, fascinada, maravillada ante la visión más hermosa del mundo, Clarke desnuda entre sus manos.

Con la misma lentitud y suavidad que había mostrado desde que se posó sobre ella en su cama, se deshizo de todas las prendas que aun permanecían en su sitio, quedando completamente desnuda y expuesta ante la princesa. No era la primera vez que desnudaba su cuerpo ante una mujer pero sí que desnudaba su alma por completo. El rubor en las mejillas de Clarke, su timidez a la hora de acariciarla, la enternecieron recordando en el acto que tenía ante ella inocencia y juventud, un regalo magnifico que no pensaba desperdiciar. No hacían falta muchas palabras, con suspiros y gemidos entre besos le daba a entender lo que deseaba a medida que las torpes caricias de la princesa fueron tomando confianza, adentrándose en los rincones de su piel aun sin explorar.

De pronto Lexa hizo acopio de su fuerza una vez más, sin apenas esfuerzo intercambió la posición quedando sentada sobre el lecho y sobre ella depositó con cuidado a la princesa. Durante unos instantes ambas se miraron a los ojos, en los de Clarke se leía la duda y el deseo mezclados con el terror más absoluto, mientras en los ojos esmeralda de Lexa solo se podía leer la más profunda admiración, el deseo desenfrenado y la llama de un amor que ya no podía esconder.

Con la princesa sobre ella tenía acceso a cada rincón, podía devorarla con la mirada, acariciarla con los labios, con las yemas de sus dedos... lo quería todo de ella y la paciencia nunca había sido una de sus virtudes. Atacando su cuello en primer lugar, aspirando su dulce aroma, saboreando su piel con cuidado, sus labios fueron bajando hasta el nacimiento de sus pechos, dejando un reguero de besos y provocando gemidos que escapaban de los labios de la princesa con cada una de sus caricias.

Cuando su lengua empezó a jugar con los pezones de Clarke, los gemidos se volvieron jadeos y gritos, podía notar el pulso acelerado de su princesa y como estaba cada vez más expuesta, más preparada para romper toda barrera, para ser suya. Sabía bien lo que hacía, se tomó su tiempo calentando su cuerpo, provocando con sus caricias y con sus labios la reacción necesaria, la humedad entre las piernas de Clarke. Cuando las yemas de sus dedos se abrieron paso entre los pliegues de su entrepierna, constató que sus atenciones habían sido un éxito, la princesa estaba completamente lista para ser suya y no pretendía esperar ni un momento. Al sentir su toque, Clarke se arqueó y comenzó a mover la cadera de forma inconsciente, buscando esa caricia íntima con sus ojos claros clavados en el infinito, en el brillo de las estrellas.

Estaba lista, solo tenía que abrirse paso en su interior, reclamarla como suya, aun así despegó los labios de sus pechos, besando su cuello con veneración y susurrando en su oído, esperando una confirmación absoluta por parte de la joven para tomarla.

VillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora