Tras ver partir a Clarke, su día se complicó, demasiadas emociones desbordando su alma, encharcando su mente con ideas tortuosas, intentando negarse a sí misma lo inevitable. Clarke había llegado como un huracán de inocencia y virtud, sus ojos claros carentes de las sombras de la vida, carentes de maldad y horror, habían invadido uno a uno sus pensamientos, mezclándose con recuerdos de un pasado que prefería olvidar, recuerdos de una correa rasgando su piel, gritos y lágrimas, una cantinela incesante, el amor te hace débil, el amor es tú debilidad.
No podía permitirlo, no podía consentir que Clarke fuese su talón de Aquiles, su punto flaco. Dicha información en malas manos podía hacer mucho daño. Su humor se ensombreció, no soportaba la compañía de nadie, ni siquiera de Echo, por lo que pasó el resto del día encerrada con sus propios pensamientos en su habitación, con las placas de metal levantadas y contemplando la infinidad del universo.
Las colillas llenaban el cenicero, amontonadas entre sí, mientras encendía un cigarro tras otro, cerrando los ojos con fuerza y reteniendo las lágrimas, ella jamás lloraba y no iba a empezar en ese momento, dejó de hacerlo cuando aprendió a controlarse tras numerosas palizas y humillaciones. Casi por inercia acarició con la punta de su lengua la cicatriz de su labios, una de las pocas que aun marcaban su cuerpo, recuerdos de una época en la que su humanidad fue aplastada con violencia y desprecio, transformándola en una fugitiva cuyo hogar era el universo entero y que no sabía realmente lo que significaba la palabra amor.
Se sentía agotada, ni siquiera contemplar las estrellas aliviaba su alma atormentada, la realidad escalofriante, se había enamorado, acostumbrada como estaba al terreno árido, a la dureza en las maneras, a pasear por los suburbios, a codearse con desechos y podredumbre, miraba a Clarke y veía en ella belleza, de la auténtica, la luz que desprendía traspasaba los recónditos oscuros de su maltrecha alma, ante ella no sabía bien qué decir, cómo comportarse o cómo actuar, era hermosa, dulce y serena, sus ojos estaban vivos y cargados de incógnitas, de sueños, su alma pura, inquebrantable, toda ella era dulce, luchadora y valiente .
Cerrando los ojos volvía una y otra vez a ese momento en el que sujetaba su brazo para retenerla, había tanto qué decir, tanto que expresar sin palabras, su mirada desafiante, su porte altivo y orgulloso, esos malditos ojos agiamarina que la desquiciaban, su aroma a vainilla, fresco y salvaje, la cercanía de sus labios... estaba perdida, lo supo en ese mismo instante, no podía negarse más el hecho que su alma le gritaba con fuerza, la amaba.
Apagando su cigarro frustrada, se deshizo de su chaqueta de cuero, tirándose sobre la cama sin desvestirse, llevaba días sin dormir bien y el agotamiento físico le dolía en los huesos. Dándole vueltas al nombre de Clarke en su mente cayó en un sueño profundo, sueño que poco a poco se fue ensombreciendo, se fue llenando de las más terribles pesadillas.
La sombras teñidas de rojo, los gritos, el sonido de los disparos, charcos de sangre y sus manos manchadas, corría sin ver, cegada y a tientas, sintiendo su corazón golpeando en su pecho con fuerza y el aliento cortado, de pronto una luz, un ancla con la cordura, a pesar de que las piernas parecían no querer moverse, corrió sin caer en la fatiga hacia ese rincón levemente iluminado. Los cabellos rubios de Clarke desperdigados por el suelo, sus ojos vacíos, su tez pálida, con horror vislumbraba a la muchacha que le había robado el sentido, sin vida en medio de esa pequeña luz, tortuosa, dispuesta a enseñarle el peor de sus temores.
La sangre rojiza caía en cascada desde el pecho de la joven princesa, mientras ella miraba sus manos, manchadas, descubriendo con horro el motivo del tono rojizo que adornaba su piel, la sangre de Clarke.
El grito de horror resonó en toda la estancia cuando de un salto se incorporó en su colchón. Su frente perlada de sudor frío y su corazón desbocado en su pecho mientras las lágrimas descendían por sus mejillas sin poder retenerlas. Con urgencia miró sus manos, limpias y sin restos del rojo sangre de sus sueños.

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Villian
FanfictionAdaptación Clexa de un fic Swanqueen también escrito por mi AU ScyFi. Lexa se gana la vida haciendo contrabando por toda la Galaxia, huyendo del Imperio tiránico que domina el mundo. En uno de los puertos una polizón cambiará para siempre su vida.