Nuevo hogar

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Tras haberle dado la bienvenida a su nueva tripulante a su manera, ordenó que Anto, la mecánica, acompañara nuevamente a la joven princesa a la bodega donde pensaba dejarla alojada. El ala oeste sería el hogar de su nueva embajadora y bajo ningún concepto metería a una niña como Clarke en el camarote común, mezclada con sus hombres.

No existía un por qué a sus decisiones, nadie las comprendía ni ella misma, simplemente por un instante imaginar a esa joven de ojos aguamarina compartiendo colchón con cualquiera de la Villian se le antojó insoportable.

En medio de su cabreo se permitió sonreír, parece que al fin y al cabo algo de conciencia tenía. Así como llegó la sonrisa desapareció, la ira viajaba por sus venas al igual que en su mente se formaban ideas contradictorias. Si era inteligente cogería a esa niña y la metería en una balsa de salvamento, la expulsaría al infinito y que se las arreglara solita, se quitaría de encima un problema, pero a la hora de la verdad no fue capaz de cumplir su amenaza, no pudo hacer más que darle un lugar en su nave, sin poder comprender su estado de bondad pasajera, ella no solía pensar en los demás a no ser que le ofreciesen algún tipo de beneficio.

Quizás por eso mismo se auto convenció de que Clarke Griffin era valiosa, portaba sangre real y alguien en el universo habría que pagase su precio, si, ese era el motivo por el cual no se había deshecho de la princesita, su peso en oro.

Entró en su habitación dando un portazo, sus ojos verdes se posaron en la embajadora que aun yacía desnuda en su cama y toda su furia se disparó, por lo menos tenía con quién desahogar sus frustraciones de forma carnal. Echo la miró y su cuerpo se estremeció en el acto, sus ojos gritaban de pura rabia, ira líquida recorriendo cada centímetro de su ser, se arrancó la ropa sin más, sin pronunciar palabra, atrapando entre sus garras de depredadora herida a la joven que yacía entre sus sábanas retomando aquello que había dejado a medias sin saber que se sentiría inmensamente vacía justo después, que se sentiría más sola que nunca, sin poder poner nombre al revoltijo de emociones inconexas que terminarían por enloquecerla poco a poco.

Mientras la capitana se encerraba en sus estancias privadas, un suspiro de alivio se escapó de los labios de cada uno de los presentes en esa sala donde habían cobijado a Clarke Griffin. Todos conocían bien a Lexa y se esperaban una reacción mucho más drástica e inhumana, aunque nunca se sabía por dónde podía salir la castaña, era una montaña rusa.

Clarke estaba conmocionada, en solo un día su vida había cambiado tanto que no podía aceptarlo, no solo había perdido a su padre sino que su hogar se había esfumado, la Nimbus 91 no existía, los pocos supervivientes de la masacre de Cygnus se habían esfumado al igual que Raven, la joven capitana que había salvado su vida, acabó escondida y atrapada en la bodega de unos contrabandistas cuya capitana aterrorizaba con su sola presencia para terminar siendo mercancía de esta misma.

Un escalofrío recorrió su espalda al recordar esa mirada esmeralda, esa sonrisa sarcástica, sus palabras mordaces y nada delicadas al asegurarle que su padre había muerto, ante ella se había sentido poco más que una mercancía y no una persona, no le gustaba esa mujer mas debía callar si quería sobrevivir, estaba en sus manos le gustase o no.

La muchacha que la había encontrado, la tomó del brazo en cuanto hubo terminado esa bebida caliente que le devolvió la energía que había perdido debido al agitado día, y la condujo sin decir nada a la bodega, volvía al mismo lugar, al inicio de todo.

El frío ahí abajo resultaba insoportable y el polvo de los trastos amontonados impedía respirar con normalidad. Anto se llevó la mano a la cabeza pensando, volviéndose hacia ella con una sonrisa en el rostro, amable, le gustaba esa muchacha y su dulzura, tan contraria a la temida capitana.

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