Siracusa

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A gran velocidad, los planos fueron apareciendo ante sus ojos, milésimas de segundo le bastaban para reconocerlos y meterlos en un disco de memoria externa, en ellos se podía ver Siracusa en todo su esplendor, cada rincón del planeta fielmente recogido por ella misma hacía ya tantos años. Finalmente llegó a los que ella necesitaba, los planos del palacio, del lugar que la vio nacer y donde en esos instantes estaba encerrada su princesa. A medida que copiaba los planos su mente disparada ideaba un plan de ataque efectivo con tantísima desventaja, eran inferiores en número y solo contaban con el factor sorpresa para equilibrar la balanza.

En ningún momento pasó por su cabeza derrotar a su madre en esta batalla, solo le interesaba rescatar a Clarke y salir corriendo, salvar la vida y para que dicho plan se llevara a cabo sin sobresaltos una cosa quedaba clara, tan solo Luna y ella penetrarían en la fortaleza, todos los demás serían el señuelo, presentarían batalla en las afueras atrayendo el interés y el ejercito de su madre mientras ellas entraban en las entrañas del castillo y sacaban a la princesa. Ambas conocían el lugar como la palma de su mano, eran las indicadas para dicha empresa.

Entregándole el disco con las copias a Octavia, explicó todo cuánto tenía en mente, indicándoles dónde debían atacar, asegurándoles que se lo había dejado marcado en el plano y que contaba con sus hombres ya que pretendía hacerle creer a Nia que estaba en la Villian peleando, su madre no podía saber que en realidad estaría buscando a Clarke en el palacio.

Octavia asintió y tomando los planos se marchó a su propia nave, seguida de cerca por Raven. El plan de Lexa era una completa locura pero si salía bien se volvería una genialidad y nadie conocía tanto a Nia como su propia hija. Cuando la Villian se elevó, ellas fueron detrás, el camino a Siracusa era largo, estaba justo en el centro del imperio, a varios días a velocidad de la luz, no podían perder más tiempo pues mientras Clarke estuviese en manos de la Emperatriz tenía los minutos contados.

En la celda de Siracusa, la princesa había dejado de contar el paso del tiempo, ese cubículo oscuro y húmedo donde la habían encerrado la asfixiaba, llevaba días sin recibir alimento y el frío calaba sus huesos, todo su cuerpo temblaba mientras el vaho escapaba de sus labios, en las entrañas del palacio conocido por su gélida temperatura, escuchaba el goteo del hielo derritiéndose no muy lejos de su posición y se preguntaba si realmente había llegado al final del camino, iba a morir en la oscuridad, entre el hielo y la humedad... Debía ser fuerte, Lexa iba a ir a rescatarla aunque la imagen de su capitana en manos de la Emperatriz le resultaba abominable... ¿Qué podía querer de ella?

Quizás habían pasado días, semanas nunca lo supo con exactitud, cuando un día la puerta de su celda se abrió. Como siempre que eso sucedía, fue agarrada sin contemplación por la guardia, hombres que no le dirigían la mirada, tan solo la transportaban siguiendo las órdenes de la tirana.

No salieron de las mazmorras, simplemente entraron en una sala más grande que las demás, acostumbrada a la eterna oscuridad de su pequeño agujero, la luz de ese lugar la golpeó con fuerza cegándola unos instantes, su debilidad a causa del encierro y la falta de alimento no le permitieron resistirse mientras los guardias fijaban sus muñecas a una argolla del techo y se marchaban sin pronunciar palabra.

Intentó soltarse en vano, las cuerdas apretaban sus muñecas y con el forcejeo quedaron en carne viva, gotas de sangre empezaron a descender por sus brazos mientras intentaba apoyarse en el suelo sin éxito, solo podía rozarlo con las puntas de los pies, provocando que su cuerpo se engarrotase adolorido. Cuando se dio por vencida, sabiendo que no podría soltarse, suspiró dejando caer su rostro y aguantando las lágrimas de dolor y frustración, cuando escuchó el sonido de los tacones y todo su cuerpo se estremeció de terror. Alzó la mirada para ver ante ella a Nia, la Emperatriz la miraba con semblante divertido, caminando a su alrededor como un ave de presa, observándola, analizándola.

Su voz rasgó el silencio, palabras cargadas de ironía buscando quebrarle el ánimo, romper su alma ya que el maltrato se estaba encargando de su cuerpo.

-Me esperaba que Alexandra hubiese escogido a alguien más... cómo decirlo... fuerte, no hace ni tres días que estás aquí y ya te comportas como un animalito asustado.

Ni una palabra salió de sus labios, no quería darle el gusto de escucharla quebrarse, tenía frío y miedo mas mantenía la mirada firme y el gesto inquebrantable, Lexa iría a buscarla, la sacaría de ahí. Nia mantenía la sonrisa en el rostro, sus dedos agarraron sus cabellos rubios, sucios y húmedos, apartándolos de su rostro y contemplándolo.

-Supongo que con el paso de los años ha modificado sus gustos, es obvio que eres bonita... Me pregunto si seguirás gustándole con tu belleza quebrada...

Sus ojos claros se clavaron en la Emperatriz, desafiantes, el gesto serio, desterrando el miedo, debía ser fuerte por Lexa, esperarla, no dejarse quebrar, no dejarse matar. Nia empezó a juguetear con varios artilugios que ella no podía vislumbrar, estaban sobre una mesa fuera de su campo visual. Cuando volvió a girarse, al parecer tras haberse decidido, su sonrisa sádica heló la sangre en sus venas, en sus manos llevaba un cuchillo afilado. Se acercó a paso lento, disfrutando de miedo en los ojos aguamarina de su presa, acariciando con la punta del cuchillo sus piernas y provocándole un escalofrío.

-A ver por dónde empiezo... Tu rostro, tan suave y señorial... Sí empezaré por tu rostro.

Se juró que sería fuerte, que no se dejaría vencer, que no se dejaría romper, mas no pudo evitar los gritos que salieron de su garganta, el sabor metálico de la sangre en su boca y el dolor lacerante cuando el cuchillo rasgó su piel. Sus gritos se mezclaron con las carcajadas frías de la Emperatriz, risa carente de sentimiento alguno mientras no dejaba de repetirle una frase, la misma que Lexa gritaba en sueños, el amor es debilidad.

Durante horas Nia se entretuvo castigando su cuerpo de forma sádica y despiadada, cuánto más dolor le provocaba más eufórica se sentía, más elevada era su risa y sus ojos brillaban con odio y malicia. Cuando por fin se dio por satisfecha, llamó a los guardias y les ordenó que volvieran a encerrarla tras curar sus heridas, no la quería muerta. Clarke alzó como pudo la mirada, sus ojos sin quererlo se mostraban teñidos de incógnita y la Emperatriz, como leyendo sus pensamientos, soltó una última carcajada y susurró.

-No te quiero muerta, no aún, no sin que ella esté presente

Con un gesto de su cabeza, la sacaron a rastras en dirección a la celda, tirándola sin mucho miramiento, provocándole un quejido de dolor. Poco después entro en la celda un hombre, al parecer médico, curó sus heridas con diligencia sin pronunciar palabra y se marchó, dejándola una vez más sola en la oscuridad, llevó sin quererlo la mano a su mejilla, le quedaría cicatriz, estaba segura de ello. Lloró amargamente pensando en Lexa, estaba segura de que su capitana y Nia se conocían, es más podía jurar que era la Emperatriz quien torturaba los sueños de su amada, no entendía por qué la odiaba tanto, por qué quería hacerla sufrir de esa manera, destrozando aquello que amaba y arrebatándoselo, simplemente esa mujer no tenía corazón, no tenía alma, era el mismísimo diablo.

Frente a Siracusa, tanto la Villian como el crucero de Octavia esperaban la orden para proceder. Lexa puso su mano sobre el hombre de Anya, su piloto, ya que sin Ella a bordo y sin Luna sería la máxima autoridad.

-Confío en ti, sé que los mantendrás a salvo hasta que vuelva

-Sí mi capitana

Se sonrieron mientras Luna terminaba de preparar la cápsula de salvamento en la que ambas aterrizarían en Siracusa. Con el último gesto de su cabeza, ambas entraron dentro de la capsula y Anya la expulsó, con Lexa en los mandos rumbo a tierra, rumbo a buscar a su princesa, dejando atrás a su tripulación y a los hombres de Octavia listos para iniciar el principio de la rebelión contra ese Imperio tiránico que dominaba el universo desde hacía demasiados años.

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