Un as bajo la manga

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Mientras Nia lanzaba sus palabras mordaces, Lexa analizaba su situación. Sus muñecas estaban atadas a su espalda y le habían arrebatado la pistola, dos hombres la habían levantado del suelo obligándola a arrodillarse para ver mejor el espectáculo que su madre tenía preparado para ella mientras otros dos sujetaban a Luna y vigilaban los movimientos de la princesa. Clarke, debilitada por las torturas y la falta de alimento, según su madre no necesitaba escolta, no iría a ninguna parte. Ese fue el primer error que la tirana cometió y provocó en ella una sonrisa, sabía que el ejército estaba lejos luchando contra Octavia y Anya, no llegarían a tiempo en caso de que Nia los llamase y ella tenía un as bajo la manga.

Desde su posición una sonrisa insolente dibujó sus rasgos sin que la Emperatriz se percatase de ella, ya que estaba demasiado ocupada analizando a sus presas y pensando cómo acabar con ellas provocándole el máximo sufrimiento a Lexa, era su última oportunidad de moldear a su hija, de convertirla en su digna heredera.

Viendo cerca su final, Luna miró el rostro de Lexa, esta le devolvió la mirada y le giñó un ojo de forma insolente, provocándole una sonrisa, la capitana no se iba a rendir, tenía un plan, de eso estaba segura.

Teniendo cerca a Lexa, Clarke recuperó todo el valor que Nía le había arrebatado en su encierro, a pesar de sentirse débil y enferma su mirada se cubrió de determinación y no la apartó del rostro de la tirana, no iba a darle el placer de suplicar o de mostrar debilidad siendo inminente su final.

Mientras Nia miraba indecisa a sus prisioneras, sin saber a cuál de las dos matar primero, Lexa, agradeciendo al cielo y a todo el firmamento ya que los hombres de su madre no habían registrado su chaqueta de cuero marrón, la misma que llevaba siempre porque le daba suerte, deslizó bajo la manga un cuchillo que siempre llevaba puesto que no sabía cuándo podía quedar desarmada, cortando sus ligaduras en silencio.

De pronto su madre se giró hacia ella con una sonrisa sádica en el rostro, correspondida por una mirada de desprecio y odio enfermizo.

-Creo que ya sé a cuál de las dos voy a matar primero, dejaré a la princesita para el final, al fin y al cabo es por ella que has traído a tu amiga a la muerte.

-¿Qué te hace pensar que vas a poder tocar un solo pelo de su cabeza?

-Que te he atrapado y para ti es el fin de partida Alexandra, nada de esto habría pasado si te hubieses comportado como la heredera que yo necesitaba

-No las tocarás, no voy a dejarte

-No seas ridícula, no puedes hacer nada, he vencido

Mientras mantenía ese enfrentamiento verbal con su madre, el cuchillo cortó el último tramo de cuerda liberando sus muñecas y una sonrisa nació en su rostro, empuñando disimuladamente dicha arma y preparándose para atacar.

-¿Eso crees? ¿Qué has vencido? Cantas victoria demasiado deprisa... Mientras yo siga viva jamás podrás vencer

Nia iba a replicar, pero los acontecimientos se dieron demasiado deprisa, antes de poder reaccionar, Lexa saltó liberándose de los guardias, demasiado sorprendidos para detenerla, apuñalándolos sin piedad, terminando con su vida en el acto.

Los gritos de la Emperatriz ordenando a los guardias que acabasen con ella cayeron en saco roto ya que la capitana se había hecho con una de las pistolas de los caídos y derribó a los que quedaban antes de que pudieran contraatacar. Dirigiéndose con la mirada encendida hacia su madre y atrapándola sin gran dificultad, empujándola con furia contra el trono y encañonando su frente con su arma.

-¿Decías?

-¿Cómo has...?

-Sabía que habrías puesto alarma en la celda, tenía que hacerte creer que me estabas tendiendo una emboscada, siempre con un as bajo la manga. Al final fue al revés, te conozco Nia, pero tú no me conoces a mí, solo tienes el recuerdo de la niña a la que sometías pero esa niña ya no existe

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