Un rey sin reino

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Durante unos instantes el tiempo parecía haberse detenido, sentía el peso de su arma aun en la palma de su mano, firmemente aferrada, el calor que esta desprendía al igual que el humo que escapaba del cañón, como señal inequívoca de que no estaba en uno de sus sueños, de que realmente su madre había perdido la vida en sus manos. Los sonidos de su alrededor llegaban a sus oídos distorsionados, aun podía distinguir el eco de su disparo, el rostro de su madre dibujando el pánico justo antes de morir y su pecho se estrechaba al igual que su alma, por mucho dolor que esa mujer le hubiese causado, seguía siendo su único lazo de sangre y ella le había quitado la vida. Sabía que debía hacerlo, que era necesario para poder empezar de cero, construir una historia junto a Clarke, para todo ello su madre debía morir, por todo el mal causado a miles de personas en todo el universo, era un monstruo y ella le había parado los pies.

Tomó aliento unos instantes, los necesarios para abrir los ojos y enfrentarse a sus actos, su mirada se posó sobre el cuerpo sin vida de la Tirana provocándole náuseas, por lo que desvió la mirada de inmediato a medida que los sonidos se volvían nítidos una vez más, permitiéndole escuchar el parloteo nervioso de la guardia, el jaleo que se avecinaba, los vencedores acudían a palacio llamados por Alexandra, la nueva Soberana.

Mirase donde mirase había ruido, nervios, estupor... no sabían cómo actuar y ella no sabía cómo enfrentarse a algo tan grande como la corona, ni siquiera lo pensó cuando reclamó su derecho, en esos instantes lo único que quería era desaparecer, marcharse con Clarke a cualquier lugar y disfrutar de la soledad. Al pensar en la princesa sus ojos la buscaron ansiosos en el salón, Luna la sostenía en pie y sus ojos aguamarina cargados de orgullo y ternura se clavaron en ella haciéndole temblar.

Con paso seguro se acercó a ella dibujando en su rostro una sonrisa, Clarke le daba sentido a todo, por ella era capaz de cualquier cosa. Al llegar a su altura tomó a la princesa en brazos sin apenas dificultad, pasando por alto sus quejas al verse alzada, asegurándole que estaba bien y que podía caminar perfectamente. Antes de que Clarke pudiese seguir hablando selló sus labios con un beso, delicado y tierno, un simple roce de labios que gritaba confía en mí. Clarke enredo sus brazos alrededor se su cuello y escondió su rostro en su hombro, aspirando su aroma y dejándose llevar, mientras Lexa clavaba su mirada en Luna y le regalaba una tímida sonrisa.

-¿Crees que puedes hacerte cargo?

-¿Acabas de solicitar la corona y ya te escapas?

-Volveré, pronto, lo prometo... Es solo que...necesito un momento

-Está bien, recibiré a la tripulación en tu nombre, sabrán comprender por qué no estás aquí

-¿Puedes mandar algo de comida a mi antigua habitación? Clarke la necesita

-Vete, cuida de ella, yo me hago cargo de lo demás

Sabiendo que dejando a Luna al cargo podía estar tranquila, se dirigió al que parecía ser el superior de la guardia para advertirle que debía obedecer a su segunda al mando mientras ella se ausentaba, ordenó no ser molestada en ningún momento y a paso seguro, aun cargando a su amada en brazos, se marchó por los pasillos de un palacio que la vio crecer y que conocía como la palma de su mano.

Notaba el tímido agarre de la princesa, su aliento en el cuello erizando su nuca, su corazón latiendo acompasado y tranquilo, sin darse cuenta una sensación de alivio recorrió su alma provocándole un escalofrío, había sentido pánico absoluto al descubrir que su madre tenía a Clarke y ahora estaba a salvo, nadie iba a dañarla, sentía ganas de llorar mas se mantenía serena, sentir su cálido cuerpo y el latir de su corazón bastaba para matar cada uno de sus demonios.

De pronto Clarke susurró en su oído, rompiendo el extraño silencio que había entre ellas y provocándole una sonrisa sincera en el rostro.

-¿A dónde vamos Lexa?

VillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora