Cambios

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Dormía tranquila, ajena a la presencia de Lexa velando su sueño, dormía sin imaginar todos los cambios que aun quedaban por venir. Ella creía que su vida había dado un giro drástico al perderlo todo, al acabar en la bodega de una nave contrabandista sin título y sin rango, presa o mercancía de la temida capitana ¿Qué más podía cambiar? Todo, nada sería lo mismo ni para ella ni para la joven castaña que con una sonrisa en los labios la contemplaba dormir.

Como todo en la vida, o al menos todo lo importante, esos cambios se fueron dando despacio, casi imperceptibles, pasando desapercibidos. El primero, el origen de todo lo demás, fue el rictus nervioso en el rostro de la capitana al aterrizar, al sentir nuevamente sus pies sobre el duro suelo y descubrir que llevaba horas contemplando a una mocosa dormir, embelesada, completamente fascinada. Se sentía estúpida y en solo un instante su máscara de despecho y frialdad volvió a cubrir sus rasgos, a pesar de que nadie podía verla, se juró que jamás volvería a perder el control de esa manera sobre quién era y sus emociones.

Sin despertar a la princesa se marchó de ahí, consciente de que no podría conciliar el sueño, padecía insomnio desde hacía demasiado tiempo y nada lo paliaba, siempre alerta, siempre en guardia, una mujer que huía incluso de sí misma. Al dejar atrás la bodega, sus pies la arrastraron al almacén donde guardaban todo tipo de enseres y mercancías para uso de la tripulación, tomando de él ropas más acordes para la vida a bordo, escribiendo con pulcra caligrafía una nota y volviendo a la bodega donde las depositó junto a la princesa para volver a marcharse, desterrando a un resquicio de su mente todo pensamiento sobre la belleza de Clarke y lo que esta le provocaba.

Cambios, quizás todo empezó con ese pequeño trastorno en su forma de vestir, al despertase completamente descansada a pesar del ligero dolor en su espalda debido a la rigidez del suelo, lo primero que vio fueron los ropajes con ese trozo de papel encima, al tomarlo no pudo hacer más que dibujar en sus rasgos una mueca de hastío, Lexa podía ser odiosa, realmente odiosa.

-Rubita en mi nave no hay rangos y nadie está por encima de mí, seas princesa, reina o la mismísima emperatriz vestirás como los demás, preséntate en el puente en cuanto te hayas vestido correctamente para recibir nuevas órdenes. La Capitana

Arrugo la nota con rabia, por mucho que fuese la capitana podía tener al menos un poco de educación mas era como pedirle a las estrellas que dejaran de brillar. Cerró los ojos unos instantes intentando serenarse, recordando las palabras de Luna y Anto, no era una mala persona, solo tenía que obedecer, nada más, entonces seguiría con vida y estaría bien. Se deshizo de su vestido, raido y estropeado, poniéndose ese mono gris oscuro que la convertían en una más de la embarcación, recogiendo sus cabellos como pudo y saliendo de la bodega, intentando orientarse pues recordaba vagamente el camino al puente.

Afortunadamente no se perdió, al menos no del todo, solo tuvo que deshacer lo andado un par de veces antes de llegar a su destino, no supo cómo anunciarse por lo que simplemente entró en esa sala desde la que se controlaba toda la nave y el exterior. La capitana estaba sentada en su silla, más elevada que el resto, con su mirada periférica, controlando cada acción que en esa sala se ejecutaba con diligencia, a su lado se encontraba Luna, manipulando una pantalla, recogiendo coordenadas con mucha concentración. Los hombres iban y venían de un lado a otro mientras al frente de la nave se encontraban las dos muchachas piloto.

De pronto ella la miró, sus ojos verdes como esmeraldas brillaron con malicia mientras una sonrisa sarcástica adornaba su rostro y de un gesto le pedía que se acercase. Obedeció sintiendo un nudo en el estómago, mirar hacia arriba nunca se le dio bien, normalmente era al revés y era ella la que tenía su asiento más elevado que el resto, por primera vez se dio cuenta de lo imponente que llegaba a ser, de lo pequeño que te sentían ante alguien que tiene la llave de tu vida en sus manos.

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