Cinco meses más duró ese suplicio del que no podía contarle a nadie, aunque ella no volvió a presentarse de esa forma, encontraba la manera de hacerme saber que estaba cerca.
Noches de insomnio, días de delirios que iban rompiéndome desde el interior. Sentía ajeno el rostro de ojos ensombrecidos, pómulos hundidos y tez cenicienta que me devolvía la mirada al contemplarme al espejo.
Una mañana entregaron por error un periódico en nuestra puerta. Mi abuelo no estaba suscripto, pero lo leyó con despreocupación. Al concluirlo, declaró que era conveniente llamar a la compañía de gas para que revisaran que todo estuviera en orden.
—Mejor prevenir que curar —afirmó con una sonrisa optimista.
El se marchó al patio, el periódico quedó en la mesa. En primera plana, habían cubierto el fatídico fallecimiento de dos ancianos. Al parecer, la cocina había quedado perdiendo gas luego del almuerzo. La tercera habitante, una estudiante de quince años cuyo nombre se abstenían de revelar, había encontrado a sus abuelos sin vida al regresar del colegio.
Reconocía el barrio que habían fotografiado, por supuesto, lo recorrí hasta con los ojos cerrados durante mi infancia.
Algo me dijo que levantara la vista al refrigerador. Mi abuela tenía esos imanes de letras en goma eva, de pequeña me gustaba formar frases divertidas y sorprenderla. Cuando me mudé con ellos los reemplazó por una fotografía sonriendo de nosotros tres, de una época en la que el porvenir se vislumbraba prometedor.
Las letras estaban de regreso sobre la pálida superficie, pero no formaban ninguna palabra. Solo dos T cubrían los rostros de mis abuelos... como si fueran cruces sobre unas lápidas.
¿Alguna vez ha escuchado un alma romperse, profesor? No emite sonido alguno. Las paredes en su interior se derrumban, su visión se oscurece, un zumbido reemplaza todo eco exterior y sus piernas dejan de responderle.
Esa fue la primera y única vez que perdí el conocimiento.
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Dos gotas carmesí
Gizem / GerilimUna universitaria le cuenta a su profesor acerca de la amistad infantil que destruyó su vida. *** "Un día seremos tan iguales como dos gotas de agua, dos gotas de sangre". Al caer la noche en el interior de un salón universitario, con su profesor c...