Capítulo 33

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Después de cenar Nariel se encontraba en su balcón mirando la luna con plenitud, tal vez pidiendo un deseo, tal vez con alguna esperanza..., o solo lo hacía para despedirse de ella también.

No se tomó la molestia de intercambiar su ropa por la ropa de cama que tenía ya preparada gracias su dama, la ansiedad le iba carcomiendo lentamente el pensamiento.

«¿Por qué me siento así? A pesar de de lo que Tembar dijo... No logro mantener la calma, para empeorar mis ánimos se acerca la campaña militar... ¿Tendrá que ver con este presentimiento?»

La “campaña militar” solo tenía mucho revuelo porque era la primera vez en la que el príncipe tenía participación protagónica en la planeación de la misma, pero en sí, no era más que una ayuda que prestaban a su vecino reino aliado que últimamente no gozaba de la paz por los inexplicables ataques orco.

Debido al pedido de ayuda el rey consideró que era la oportunidad propicia de que su heredero se involucrara de lleno en la misión como futuro rey de Clish, por lo que toda decisión era tomada por Olein y aprobada o no por el general Orías, entonces fue estrategia de Olein rastrear los últimos movimientos enemigos descubriendo actividad de aparente vandalismo de su parte, sin entenderlo, y al final de cuentas los ubicaron a una distancia de aproximadamente tres días en los cuales debían ser planeados los últimos detalles de la campaña.

Sabían que probablemente, si por algún motivo completamente desconocido el enemigo se enteraba de la ayuda élfica, recibirían sin dudas un ataque a gran escala, por lo que Olein se aseguró de proponer la cantidad de tropas suficientes para que de ellos no quedara ni rastro, obviamente no permitiría que por prestar auxilio los orcos llegaran a irrumpir la paz en Clish.

«Es demasiado difícil de entender, no puedo encontrarle el menor de los sentidos..., demonios. Necesito otra cabeza que piense mejor que la mía, ¿de dónde puedo sacar es...?»

Frunció el ceño con duda, regresó al interior de su alcoba con la cabeza ligeramente inclinada como si gracias a eso pudiera ver a través de la puerta.

Nariel: ¿Quién está ahí? -preguntó al sentir una presencia sin distinguir de quien se trataba.

A medida que se acercaba a abrir la puerta con intenciones de descubrir en acción al espía logró escuchar varios susurros inentendibles, no distinguió más que algunos “shhhh”.

-¡Aah...! -exclamó en aguda voz asustadiza.

Nariel: ¿Muchachos? -enarcó una ceja-. ¿Qué hacen aquí a esta hora? -se quitó del paso permitiéndolos ingresar.

Legolas: Paseábamos..., por aquí, y...

Nariel: ¿Por qué se chitaban? -cerró la puerta con todos dentro.

Legolas: Podrías estar durmiendo -respondió rápidamente haciéndolo sonar creíble.

Nariel: Bien -fue a sentarse a la cama-. ¿En qué puedo ayudarlos? -preguntó mirándolos desinteresada.

Olein: Solo paseábamos, ¿no oíste?

Nariel: Concluyamos entonces, pueden irse -señaló la salida con la mano extendida.

Esmy: Ya que estamos aquí, ¿no podemos hacerte compañía? -se sentó a su lado.

Nariel: De verdad que no les creo nada, ¿paseando por aquí a esta hora, como si no tuvieran cientos de otros sitios mucho más bonitos que recorrer? ¿Acaso...?

Esmy: No cómo crees hermanita, ¿acaso no podemos venir a verte porque sí?

Nariel: ¿Qué crees que creo? Ni siquiera asumí nada Esmy.

«Valiente Y Audaz»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora