Capítulo 25

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Rudolf: ¡Cabeza en alto princesa! -indicó con su voz grabe y autoritaria.

Nariel: Si no miro mis pies no puedo seguir el baile -habló con cierto tono enfadado sin dejar de mirarse los pies.

Rudolf: Sólo inténtelo.

Obedeció con mucha pesadez y muchas ganas de mandar al diablo toda esa porquería.

«¡Lo estás haciendo! ¡Sí lo haces!»

Sonrió al admirarse a sí misma felicitándose por lo bien que lo hacía, pero volvió a pisar a su instructor.

Nariel: Lo siento.

El vals paró con música y todo al momento en el que la princesa se alejó de Rudolf realmente apenada.

Rudolf: Por lo menos..., ya no tengo más dedos que pueda pisar -reconoció mirando sus pies y conteniendo la respiración.

Tembar: Nana, qué extraño..., siempre fuiste tan aplicada a todo. No entiendo cómo es que este simple bailesito no te sale -dijo totalmente sarcástico para molestarla.

Nariel: Es que mi inteligencia abunda en la cabeza, no en los pies. No soy como tú -contestó despreocupada y sin mirarlo.

Rudolf: Bueno bueno, ya sabe más o menos lo básico y...

Se escuchó desde fuera el repiqueteo de una rápida carrera, todos miraron las puertas las cuales se abrieron con la velocidad de un rayo, misma velocidad con la que Eimich entró y las cerró nuevamente poniendo su cuerpo como barricada.

A los minutos, más corridas se escucharon, y del otro lado había gente que forcejeaba contra Eimich para abrir las puertas.

Eimich: ¡Largo de aquí! -del otro lado lograron empujar tan fuerte que el soldado cayó al suelo con violencia-. ¡Maldita sea! -se quejó tumbado en el piso.

Las puertas mostraron a los soldados Anuel y Dereck, el primero se acomodó el cabello con una sola mano desplegando altanería e ingresó al salón pasando por sobre Eimich lanzando un "hum" de superioridad; en cambio el segundo le tendió una mano pero Eimich la golpeó levantándose por su cuenta.

-¡Nana! -saludó Anuel-. ¿Estudiando tan temprano?, te vas a quemar las neuronas.

Nariel: Lo sé, ¿aburrido no? -los miraba sin entender qué hacían ellos ahí.

Además de Eimich y Adriano en ocasiones los muchachos y ella estaban con ese dúo compartiendo compañía en el campo de entrenamiento.

Dereck: Profesor Rudolf, ¿aún tiene dedos para enseñar a la princesa o ya se los exprimió todos?

Nariel: Cállate estúpido...

Rudolf: ¡Princesa! -le llamó la atención por el vocabulario empleado a lo que la fémina rodó los ojos.

Eimich: Sí, mejor cállate, y si es posible también vete -dijo de cierta forma autoritario y molesto.

Nariel: ¿Por qué los echas? -dudó sin entender.

Eimich: ¿Quieres que se queden? -los señaló a ambos con el pulgar, tan indignado como incrédulo.

Anuel: ¿Lo ves? Podemos quedarnos a ayudar...

Nariel: ¿Perdón? -entornó los ojos mirándolos calculadoramente.

Rudolf: Como le decía...

Eimich: Se enteraron de que venía a ayudarte a cambio de la invitación para esta noche, y aquí están ahora -los miró mal a la vez que se cruzaba de brazos.

«Valiente Y Audaz»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora