TU RECUERDO

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Cuando tengo ganas de llorar, entonces doy forma a tu recuerdo. Lo amoldo a mi conveniencia cual arcilla entre mis dedos y vuelves a mí nítidamente, como si nunca te hubieras ido. Caminas por la casa y avanzas llenándola de tu presencia, de tu aroma, de tus sonidos.

Pongo a Serrat en el estéreo y creo el ambiente perfecto. Con una botella de vino y unos cuantos cigarrillos, damos inicio a la plática y reímos a carcajadas rememorando los buenos tiempos. Nos sonrojamos con aquellos besos y ninguno de los dos menciona despedidas. No te cansas de decir "te amo", al fin de cuentas es mi historia y en ella hago contigo lo que quiero.

Ese espejismo tuyo algunas veces supera la realidad, será porque no es más que una fantasía, pero a pesar de eso siempre me pone de buen humor. Mi mirada recobra ese brillo que tanto te gustaba y despierta el deseo de regresar sin vacilaciones al empedrado sendero de la vida.

De vez en cuando doy forma a tu recuerdo, sólo si tu ausencia se vuelve aplastante y las lágrimas pugnan por salir. Descuelgo del armario las camisas que olvidaste y me arropo con ellas, entonces sueño contigo y nuestra historia vuelve a empezar.

Vivo de tu recuerdo, pero no peco de ingenua, sé bien que no estás. Bajo esta quimérica ilusión se encuentra la certidumbre de tu partida. Eventualmente habré de seguir y es cuando surge la idea en mi cabeza, la llave que posiblemente abrirá la puerta: «Quizás, en el refugio de unos nuevos brazos, al fin pueda olvidarme de ti».

Una historia de desAMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora