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Eran las nueve y veintiséis cuando su compañera de trabajo cruzó por el portal de la puerta y la halló en el sofá dormida, con la iluminación de la televisión en transmisión reflejada en su rostro, algo que a ella no parecía interrumpirle.

Bin dejó salir una pequeña sonrisa encontrando divertida la escena; a alguien como Mae pocas cosas podrían molestarle. Se acercó a ella sin cautela alguna y le apretó la nariz haciéndola gruñir en queja, pero consiguiendo despertarla.

Sus confundidos ojos marrones cayeron en los de su amiga y, estirándose, dejó salir un sonoro bostezo para luego sentarse en el cómodo sofá y regalarle una pequeña sonrisa.

- Casi hago la cena sin ti -musitó y en seguida, la otra chica subió los ojos hacia el techo esbozando otra sonrisa antes de dirigirse a la cocina.

- Menos mal que tuviste un poco de compasión por mí -respondió dejando el bolso sobre el comedor y empezando a retirarse la chaqueta que llevaba puesta-. Estoy muriendo del hambre.

La peli-negra se columpió fuera del sofá con una divertida sonrisa dirigiéndose a donde su amiga se encontraba. Y ésta le dio una mirada emocionada al verla acercarse.

- He estado pensando todo el día en un buen ramen -continuó, viendo a la menor de las dos buscar entre los gabinetes del espacio por los ingredientes necesarios para cumplir con el antojo-. Con mucha carne -murmuró, relamiéndose los labios mientras cerraba los ojos imaginándose el exquisito sabor.

Mae sonrió en su dirección, pero en seguida su mueca fue reemplazada por una inexpresiva.
- Excepto que no hay carne -avisó y su amiga de inmediato se puso alerta. La otra joven se inclinó más hacia el cajón dentro de la nevera-. Tampoco hay cebolla.

Cerró el electrodoméstico girándose hacia la castaña, que se mantenía haciendo un puchero. Torció la boca y empezó a dirigirse hacia al pequeño colgador pegado a la pared de la cocina, dejándole ver su intención a Bin, quien de inmediato sujetó su muñeca impidiéndole completar su hazaña.

Mae la miró con confusión, frunciendo el entrecejo mientras cuestionaba con la mirada el por qué de su detención, pero así como su compañera entendió lo que decía en sus pupilas, ella entendió lo que decían en las de ellas.

- Sabes que es peligroso -comentó la castaña, pero la otra joven no hizo más que tomar su mano y liberarse de su agarre, tomando el dinero que mantenían en un tarro de paso.

- El mini-market queda frente al residencial, Bin -contestó, viendo la preocupada mirada de la castaña y sintiéndose extrañamente molesta por aquello.

- Han desaparecido dos chicas en esta semana, Mae -continuó, enfatizando la cantidad de jóvenes que habían sido raptadas en el mismo barrio al cual pertenecían.

Aquél recordatorio hizo el estómago de la menor revolverse ante la injusticia del pueblo. Pero dentro de ella, algo estaba haciéndole oídos sordos a las advertencias de la mayor. La cuál, Mae sabía, tenía toda la razón.

- Sólo tardaré tres minutos -decidió, luego de un silencio en que ambas batallaban con la mirada, dirigiéndose con rapidez hacia la puerta.

De inmediato, la otra abrió la boca, y elevó su dedo en su dirección, pero la peli-negra la acalló elevando el dije de cruz que adornaba la cadena dorada alrededor de su cuello.

Una media sonrisa rendida esbozó de los labios de su compañera y se cruzó de brazos, negando la cabeza.

- Eso no te protegerá para siempre, Mae -susurró, sintiendo un extraño nudo en la garganta. Pero ya la chica había abandonado el edificio.







CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora