006.

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El arete cayó de su mano por segunda vez justo cuando la puerta principal se abrió. Pero ella no miró hacia arriba, a pesar de que Bin, se detuvo en el marco con el ceño fruncido.

- ¿No deberías estar ya en la universidad? -le preguntó, pasándose la mano por la cremallera de su cazadora.

Mae abrió los labios dando inicio de que iba a hablar, pero entre el rápido movimiento que hacía tratando de completar su atuendo y lo tarde que sabía que estaba, se distrajo por completo. La castaña, la cual había vuelto en busca de su cena, cruzó los brazos sobre su pecho y observó la inquieta figura pasearse por la sala.

- ¿Te quedaste dormida? -volvió a preguntar.

La peli-negra gruñó por lo bajo, cuando por fin terminó de ponerse el zapato izquierdo y, dando un fuerte resoplido, finalmente, miró a su compañera.

Sin embargo, en cuanto cayó en cuenta de lo que planeaba decirle, se hizo a sí misma callar; la razón por la que estaba tarde se paseó por su cabeza y estremeció su piel bajo el abrigo largo que llevaba puesto.

Se encogió de hombros y Bin arqueó ambas cejas.
- Anda, que llevas casi media hora -le regañó juguetonamente, volviendo a hacer su camino a la meseta de la cocina donde había dejado su comida.

Mae suspiró y volvió a arreglarse el pelo detrás de las orejas, para luego tomar la mochila que yacía en el sofá frente a ella. Subió su mirada hacia la de su amiga y ésta la observó por igual.

- No tardaré más de una hora -le avisó, mientras la veía llevarse un pedazo de carne a la boca-. Sólo tengo que entregar el proyecto.

La castaña asintió mientras tomaba la cantina de alimento y se acercaba a ella.
- Veré si puedo zafarme antes de las doce -le dijo.

La menor le regaló una pequeña sonrisa y Bin le respondió llevando la punta de su dedo índice a la nariz, haciéndola arrugarla. Rió cortamente y se arregló los tirantes de su mochila, dispuesta a despedirse.

- Ya, me voy -se despidió, girándose en dirección a la puerta entreabierta.

Y tal vez, había sido la adrenalina de haber estado tan apurada o sólo el hecho de que no se dio cuenta. Pero en cuanto la voz de su amiga resonó detrás de ella, pudo sentir cómo su sangre se heló y la hizo caer en una realidad de la cual no sabía que se había alejado.

- Mae, ¿dónde está tu cruz?

Se detuvo con brusquedad en el marco de la puerta y sintió un temblor causado por un repentino miedo al escuchar esas palabras con detenimiento. Y cuando se llevó la mano al cuello, se sintió incompleta.

No estaba ahí. Era cierto.

Jadeó, aún sin girarse al confundido rostro de Bin y se remojó los labios. Por ese corto momento, la situación le dio un poco de rabia: sabía quién lo tenía.

- Debió de haberse caído -respondió, girándose, pero pudo sentir cómo sus propios dientes rechinaron ante sus fuerzas por contenerse-. Revisaré cuando vuelva -dio un paso fuera y la otra joven ladeó su cabeza-. Si lo ves, por favor, avísame.

Sin dejarla responder, cerró la puerta detrás de sí y empezó a caminar en dirección al lugar que siempre le había parecido irrelevante, hasta hace par de horas.

Debió de suponerlo; no habría forma en que alguien como él haya tenido buenas intenciones. No lo había sentido y así no había sido.

- Asesino y ladrón -masculló entre dientes, mientras aceleraba su paso hacia la puerta al final del pasillo. Esa puerta.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora