019.

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El frío ya empezaba a desaparecer y el sol estaba afuera haciendo del cielo azul claro aún más hermoso de admirar. Las personas trotaban, caminaban y se sentaban en el pasto llenando el parque de un aire calmado y familiar digno de relajar a cualquiera que estuviera pasando por un mal rato.

Pero, Mae ni siquiera pudo notar esto; con su mano sujetando su celular con fuerza, su respiración agitada y la cabeza hecha un desastre de imaginaciones y pensamientos, se encontraba de pie frente a la entrada de su universidad. Un sábado, en vacaciones.

Habían pocas personas allí. La mayoría se encontraba admirando las obras que habían realizado los estudiantes de primer año como examen parcial. Justo como ella lo había hecho.

Sólo que nunca pensó que le traería un problema hacerlo.

Caminó por la estancia tratando de recordar dónde había sido localizada su exposición y, con cada paso que daba, sentía que sus piernas se iban debilitando cada vez más. Sus ojos iban de aquí para allá mareándose a sí misma sin querer, pero, cuando pensó que iba a relajarse al encontrarlo, lo único que sintió fue miedo al ver a su profesor de pie frente al mismo retrato que ella buscaba.

Sintió ganas de vomitar cuando el señor la miró por encima de sus lentes, y, aunque intentó, no pudo leer lo que había en su mirada. Lo único que sabía en ese momento era que no podía correr, por más ganas que tuviera.

Reverenció cuando él se acercó hacia ella y apagó la pantalla de su celular cuando él logró observarlo entre sus pequeñas manos.

- Es un gusto verte, Mae -le respondió, con una media sonrisa, forzada. Él se acercó y ella evitó mirarlo a los ojos, diciéndose a sí misma que sólo era señal de respeto. Pero el miedo se le olía a lenguas-. Había querido localizarte, pero me imaginé que estabas disfrutando del descanso -apretó sus labios ante sus primeras palabras y repitiéndose mentalmente que no flaqueara, dejó salir una pequeña sonrisa. Asintió.

- Así es -afirmó. El señor la miraba fijamente y ella lo sentía, las costillas empezaban a dolerle de todo el aire que estaba reteniendo; no sabía si era su imaginación.

Se destensó un poco cuando su profesor volvió a girarse hacia su obra y aprovechó la oportunidad para escudriñar al hombre por detrás, deteniéndose en la manera en que mantenía sus manos entrelazadas detrás de su espalda. Sus nudillos estaban blancos.

Mae intentó desbloquear su teléfono una vez más para observar la foto y compararla con la pintura. Sin embargo, no pudo completar su tarea cuando el hombre volvió a girarse hacia ella.

Tembló logrando bloquear el aparato otra vez y fingió estar viendo la obra vecina. Aunque no pudo evitar que las miradas de ambos se chocaran.

- ¿Sabes por qué elegí esta obra? -tragó bruscamente ante la inesperada pregunta y, sin saberlo realmente, negó con la cabeza, aún sin mirarlo-. Tus dibujos y demás, Mae, siempre han sido limpios, precisos, y sin garabatos... -la peli-negra pestañeó en dirección al suelo cuando el hombre hizo una pausa- son algo admirable -continuó, haciéndola sonreír forzadamente, justo como él lo había hecho-. Sin embargo, este -se tensó cuando la voz de su acompañante subió de tono, pero agradeció que volviera la mirada hacia el cuadro para así ella poder mirarlo a él. Curiosa y asustada. Vaya combinación-, pareciste no haberlo pensado. Más bien, creo que no sabías lo que estabas haciendo. Te dejaste llevar por completo, a que sí -aquella media pregunta le hizo bajar la mirada hacia al piso, sin saber si responder o mantener el silencio. Otorgándole lo que sea que estuviera pasando por su mente.

No obstante, cuando el cuarentón se giró redondo hacia ella y se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz, sin intentar ocultar la duda que tenía y poniéndola más nerviosa de lo que ya de por sí estaba... supo que iba a tener que responder, sí o sí.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora