008.

5.3K 541 189
                                    

Alcanzó a leer el reloj justo cuando las agujas marcaron las cinco e inevitablemente, como si su cuerpo lo hubiese pedido, dio profundo suspiro antes de pasar la mano por la falda del vestido blanco que había decidido ponerse. Arriesgando su dignidad por aquella noche.

Pasó sus dedos por su ahora rizado flequillo, acomodándolo parejamente sobre sus ojos y se pasó la lengua por sus labios, humedeciéndolos antes de llevarse el labial rosa pálido que había conseguido del gabinete de Bin.

Se observó a través del pequeño espejo, el cual utilizaba para completar la tarea, y por un segundo, no se reconoció; el hecho de que se había arreglado,... el hecho de que se estaba empeñando para lucir bien era totalmente algo que ella no haría. Sin embargo, por él, lo estaba haciendo.

Cerró el espejo y lo dejó caer en su regazo justo en el momento en que analizó hasta dónde había llegado: sí, esa cruz significaba mucho más que religión para ella. Pero, realmente, ¿iba a llegar tan lejos?

El eco del timbre hizo que sus hombros se tensaran, sobresaltándola a la vez, y como si ya no supiera qué hora era, se encontró observando el reloj por última vez, antes de levantarse.

A medida que caminaba en dirección a la puerta, a pesar de la corta distancia que había en el transcurso, la sensación de sus rodillas al rozarse mutuamente le había traído el recuerdo de la mañana. Específicamente, la adrenalina que había surgido interrumpiendo su sentido común con la simple cercanía de él.

Sabía -estaba segura- de que aquella era una reacción común al no estar acostumbrada al ambiente masculino; sin embargo, había algo más dentro de aquello. Algo que sólo él había causado.

Algo que volvió a suceder en cuanto logró abrir la puerta y se encontró con la espléndida y ajustada camisa negra que llevaba puesta. Los pantalones de seda que llevaba a juego no se lo estaban poniendo fácil y la sonrisa que le regaló, definitivamente, no la ayudó a mantener su respiración estable.

Pero la cadena dorada que llevaba colgada en su cuello, provocativamente entre los botones estratégicamente dejados sueltos de la camisa, le recordaron por qué había accedido a aquello en primer lugar.

O, algo así.

- Bien, ahora siento que sería mejor quedarnos a cenar aquí -murmuró. Y, aunque Mae no pudo entender por qué había dicho aquello, desvió la mirada, sintiendo cómo los ojos de Hoseok la analizaban y para cuando volvió a mirarlo, una sonrisa ladina ocupaba ahora sus labios.

- Terminemos con esto -murmuró, a su vez, tomando el abrigo marrón del perchero justo a la entrada para luego salir al pasillo, rozando su hombro contra el de él cuando se apuró a pasar por su lado dándole la oportunidad de tomar su muñeca entre la acción, haciéndola detenerse con brusquedad. Lo observó, cuestionando el movimiento, y a la vez, intentando no flaquear ante los cálidos dedos del hombre. Sin embargo, él pareció disfrutar del rosa pálido que surgió en los pómulos de la peli-negra, hasta que se mordió descuidadamente el labio inferior.

Gruñó por lo bajo y se acercó, haciéndola como reflejo bajar la cabeza y desviar la mirada hacia sus pies. Dejó ir su muñeca al mismo tiempo que ella dejó de morderse el labio. Y se alejó.

- Sé amable, al menos -habló, deslizando sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, con aquel aire de superioridad que tanto le sentaba-. Te estoy invitando la cena.

- Sabes por qué hago esto -respondió, y por la forma en que él ladeo un poco la cabeza, haciendo sonar su cuello, sin siquiera mirarla, le había dejado en claro que el por qué no le importaba en lo absoluto-. ¿A dónde pretendes llevarme, siquiera?

Sus ojos se perdieron momentáneamente en la forma en que los dedos del rubio se elevaron en dirección a frotarse con suavidad la piel debajo de su mandíbula y sin saber con exactitud por qué, se relamió los labios y en un intento por escapar de la provocativa escena miró por encima del hombro del muchacho, dándose cuenta por primera vez que alguien los acompañaba.

El muchacho del pelo gris, sólo, que ahora lo acompañaba un chico de mediana estatura, a su vez, con pelo azabache.

- Espero no te moleste la compañía -escuchó decir al rubio con una sorna característica de él provocando que lo mirara nuevamente. Y, él, suprimiendo una sonrisa, pudo leer en los ojos de la peli-negra que sí le había molestado-. De todos modos, no querías venir conmigo -masculló como si fuera para sí, pasando ahora por su lado, en dirección al elevador.

Los rosados labios de Mae se entreabrieron a punto de decir algo, pero cuando la mirada del chico desconocido, tan oscura como su pelo, la recorrió entera, con una visible impureza, se abstuvo, buscando cómo mantenerse estable ante el morbo que gritaban los pares de ojos.

Sin embargo, él rubio entendió la situación aún antes que ella, apoderándose de su muñeca por segunda vez, arrastrándola con él hacia él ascensor.

No pareció darse cuenta de que se había apegado a sí misma al esbelto cuerpo del mayor hasta que entraron a la pequeña cabina y la suave y ronca risa del hombre hizo que él corazón le vibrara atrayéndola nuevamente a la realidad de la que se había alejado. Sólo para entrarla en otra.

- Ya estás entendiendo a quién es que realmente debes tenerle miedo, ¿no? -con rapidez se alejó de él, colocándose con agilidad pero sutileza detrás suyo, justo cuando los dos hombres que faltaban hicieron su camino dentro del ascensor.

Pero no fue hasta que el de cabello negro logró ladear su cuello hacia atrás, localizándola en su fallido escudo de protección y le regaló una perfecta y provocativa sonrisa de lado que las palabras que le habían dicho Hoseok a ella volvieron a reproducirse.

Desvió la mirada del muchacho, aunque sintió que éste no lo hizo, y se encontró inevitablemente escudriñando la nuca del rubio como distracción.

Sin embargo, justo en ese segundo se sintió relajar, irónicamente. El olor a vainilla le proporcionó placer en sus fosas nasales y sus labios se separaron cuando delineó su espalda con sus ojos.

Se sentía diferente.

Aquellos hombres la miraban de la misma manera.

La mano del peli-claro se estiró levemente hacia atrás, como una señal y, casi sin pensarlo, la chica subió sus dedos a los de él, los cuales, se entrelazaron inmediatamente ante la acción.

Pero sólo Hoseok no la hacía sentir igual.

Él no era como esos hombres.

¿Por qué, de todos modos, estaba con ellos? ¿Y por qué, ellos los estaban acompañando?


maratón 1/2.


vale, que sé que me ha tomado mucho tiempo continuar pero es que no me había llegado ni un poco de inspiración y también quería tener respeto ante lo que ha pasado.

espero todas estén bien, hayan comido bien, y la hayan pasado bien. se merecen eso y mucho más.

manténganse fuertes. estoy aquí para ustedes.

un beso,
- ema.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora