012.

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Sus labios se entreabrieron cuando los dientes de Hoseok cosquillearon la piel de su abdomen mezclado con la entrecortada respiración que salía de él, siendo cada vez más difícil controlarse; la imagen de tener a la chica recostada en la meseta con sus pequeños y estremecidos pechos a la vista y sus mejillas rosadas del calor era una de las razones por la cual adoraba estar poco cuerdo.

Se detuvo, incorporándose para observar una vez más el cuerpo de la peli-negra y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando un pequeño quejido salió de la garganta de la susodicha al sentir que había dejado de darle atención.

A pesar de que él le había dicho que no cerrara los ojos, Mae tuvo que hacer oídos sordos a esta orden sin poder reaccionar de otra manera ante la mezcla de placer y desespero por sentir más que se había apoderado de ella; tanta era la sensación, que sólo abrió los ojos para pedirlo con la mirada, cosa que le dio al rubio lo que más deseaba en ese momento: el poder de hacer lo que quería.

Disminuyó su sonrisa mientras sus manos iban descendiendo provocativamente por las piernas de Mae, la cuál intentaba concentrarse en que su respiración no hiciera tanto escándalo. Pero aquello fue misión imposible cuando los dedos de Hoseok llegaron hacia sus caderas y la halaron hacia a él, cargándola.

El deseo incrementó cuando sus labios se rozaron al terminar la acción pero ninguno completó la tarea de calmar la punzante necesidad que ambos tenían, en efecto, sólo lograron mantener el contacto visual, ni siquiera dándose cuenta cuando entraron a la habitación. Hasta que él la dejó caer en la cama, aún desecha.

- H-Hoseok...

El hombre no hizo más que sonreír ante la mención de su nombre, sin quitar la mirada de la suya mientras se deslizaba los pantalones fuera de las piernas. Él sabía que ella no se atrevería a mirar, pero aquello no lo detuvo de inclinarse hacia ella, halando de los shorts de seda de pijama que aún llevaba puesto.

La chica intentó cerrar sus piernas sintiéndose expuesta ante los brillantes ojos del rubio escrutando todo su cuerpo. Pero ella no pudo entender que él estaba a punto de perder el control.

Como sucedió.

En cuanto encontró espacio entre sus piernas, sus labios encontraron los de ella con fervor: un hambre que había guardado desde el primer momento en que sus ojos se encontraron. Una fantasía echa realidad. Sus labios se movían al compás, succionándose, danzando entre la melodía de sus jadeos, como si no pudieran tener suficiente de la acción.

Las piernas de Mae se adhirieron a las caderas de Hoseok por inercia cuando los dientes del mayor capturaron su labios inferior haciéndola exhalar ante la sensación. Las manos del rubio encontraron los delgados brazos de la chica con dificultad causada por la calurosa situación que iba elevándose y consiguió ponerlos sobre la cabeza de la chica, dándole más accesibilidad al tembloroso cuerpo de la misma.

Empujó sus caderas contra las de ellas y ambos jadearon en unísono; Hoseok pudo sentir cómo él mismo empezó a temblar ante la calidez de la piel de Mae cuando sus torsos se rozaron. Algo adictivo.

- Eres una jodida obra de arte -gruñó contra sus labios dando pausa al ardiente beso que había ocasionado que los labios de ambos se enrojecieran. Sin embargo, Mae no pareció entender o escuchar lo que había dicho, perdiéndose voluntariamente en los suaves movimientos del rubio, desesperantes-. Tan jodidamente dulce... -continuó, depositando esta vez pequeños pero fogosos besos a lo largo de su cuello, sobre las marcas que antes había dejado-. Te gusta lo que te hago, ¿no?

Su cuerpo respondió primero que su cabeza y un agitado «sí» se escabulló de sus labios.

Hace tiempo había dejado de tener miedo, hace tiempo había decidido entregarse. Pero, fue cuando los dedos de Hoseok, abandonado sus muñecas, apartaron su ropa interior dejándola en libertad por algún lugar del suelo, que cayó en cuenta que lo estaba disfrutando demasiado.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora