022.

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La noche había caído bastante rápido para que alguno de los dos se diera cuenta de ello; las mentes de ambos vagaban entre la abnegación y el alivio. Pero, sobre todo, una pregunta se repetía para los dos: ¿qué iban a hacer ahora?

Hoseok subió la mirada hacia Mae, sentada en la otra esquina de la cama, con el brazo en el estómago y la cabeza llena de pensamientos que sólo la hacían sentirse un ser humano horrible. El rubio sabía el por qué: sabía que la fe de la peli-negra estaba por los suelos y la ansiedad estaba comiéndola viva.

Estaba más que claro que era culpa de los dos, pero ninguno quería decirlo.

El hombre no sabía cómo sentirse. No sólo porque sería padre, sino, porque había sido expulsado de una hermandad a la cual había pertenecido desde que se perdió en el mundo... ellos no le ayudaron a encontrarse, pero le dieron un lugar al cual pertenecer. Eso solo lo hacía más triste.

Se levantó con lentitud del colchón y se hizo paso hacia el entumecido cuerpo de la joven, quien miraba al piso con los ojos vidriosos. Hoseok se odió sobre todo en ese momento, porque no sabía cómo hacerla sentir mejor.

No sabía ni cómo hacerse sentir mejor a sí mismo y que durara.

Se arrodilló ante ella pero ni parpadeó, intentó elevar una de sus manos hacia su pelo, pero se retractó, llevándola hacia su propia nuca para rascarla: era un desastre. Un jodido desastre. ¿Cómo se suponía que iba a actuar?

- Mae... -intentó llamarla, pero ella sólo cerró los ojos. Él colocó ambos de sus brazos a los lados de su caderas para verla más de cerca-. Lo siento tanto... -murmuró.

Un sollozo irrumpió en la habitación y la peli-negra dejó caer su frente en el hombro del hombre, rompiéndose en llanto. Hoseok la rodeó en brazos con un poco de inseguridad, pero una vez Mae respondió a su abrazo, se sintió relajar ante la aceptación que creía haber perdido.

- Es una bendición, Hoseok -sollozó y esta vez fue el nombrado que cerró los ojos-. Pero ¿por qué de esta manera?

Empezó a sobar su espalda con en círculos con la palma de su mano: la entendía a la perfección, tal vez, si fuera de diferente manera, estarían felices... pero, si hubiera sido de esa forma, ni siquiera estarían juntos. No sabía cuál era peor.

- Podemos resolver esto... -le susurró en respuesta alejándose un poco para verla a la cara, pero ella aún seguía mirando al piso-. Saldremos de ésta. Juntos -enterró ambas de sus manos detrás de las orejas de la chica y buscó su mirada, ella lo miró, pero algo en su mirada decía que no le creía. No la culpaba-. Eres fuerte, Baek Mae, -musitó acariciando su pómulo- incluso más fuerte que yo.

- Ellos dijeron que tenías que haberme entregado hace cinco días... -la tensión creció en la habitación inmediatamente cuando las palabras de la joven abandonaron su boca. Hoseok sintió que le habían dado un golpe en la nuca y le habían gritado "idiota" desde su cabeza-. ¿Qué quisieron decir?

El rubio dejó de tocarla, revolviéndose el pelo mientras se ponía de pie, esa vez Mae sí observó cada uno de sus movimientos, aunque los ojos le dolieran de tanto llorar; se encontraba en un mar desconocido de molestia, pero sobre todo consigo misma.

Cuando el hombre le dio la espalda bajó su mirada hacia su vientre y pasó su mano por este. Ocho meses... ¿Iba a poder sobrevivirlos? Volvió su vista al rubio y él estaba con la mirada fija en la puerta de la habitación. Era más evidente que quería escapar.

Ya Mae lo sabía. Ellos se lo habían dicho. Pero no todo.

- Hoseok... -le llamó con suavidad, pero de inmediato frunció el ceño cuando una pequeña risilla se escapó de los labios del mayor.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora