007.

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Tres insistentes toques en la puerta de su habitación fueron lo que las levantaron con tal violencia que sintió su cabeza dar vueltas aún con los ojos cerrados.

La puerta sonó con estruendo cuando ésta se abrió de par en par y la peli-negra, aún sin estar lista para el día, escondió la cabeza debajo de su almohada. Pero, aquello no logró que su persistente amiga se detuviera de interrumpir su tranquilidad.

- Mae, que me voy -vociferó sobre ella, inclinándose hacia el cojín que cubría la mayor parte de su cara-. Te he dejado desayuno -pudo adivinar que se estaba moviendo por la habitación mientras hablaba, pero aún, la menor de ambas, ante el movimiento, no hizo ni el mínimo ruido-. Si limpias me dejas los baños y mi habitación -dejó salir un suspiro, y la castaña se detuvo por fin a los pies de la cama de Mae-. No llegaré tarde, ¿sí? -la joven no respondió y, como respuesta, Bin haló sus pies haciéndola exaltarse-. Adiós.

Dejó en libertad la cómoda almohada, entrecerrando los ojos ante la claridad que abundaba en su habitación. Miró hacia la puerta, viendo que esta había sido dejada abierta por su compañera y gruñó por lo bajo antes de girar la cabeza hacia la alarma en la mesita de noche.

Agradecía que por fin sus vacaciones habían llegado y no tendría que preocuparse por impresionar a los espectadores de su carrera. Pero, algo dentro de ella, le decía que ahora no sabría qué hacer. Y, esa parte, era verdad; no había más que hacer las tareas del hogar.

Llevó sus manos en puños a sus ojos y los restregó dando un pequeño estiramiento antes de sentarse en la cama y ladear la cabeza de lado a lado.

Se puso de pie con tranquilidad y dio un pequeño salto antes de empezar a caminar hacia la cocina con lentitud, intentando oler lo que su amiga había hecho de desayuno.

Una sonrisa se deslizó por sus labios cuando logró observar los sándwiches bien cargados en la meseta. Y, sin estar consciente, como ya era costumbre, se llevó la mano al cuello.

Se acordó.

El ambiente a su alrededor, se volvió inevitablemente sombrío y pudo sentir cómo los escalofríos le subieron por la espina dorsal. Dejó caer su puño golpeando la mesa y siseó por lo bajo, cerrando los ojos.

Algo le decía que sí debió haberlo seguido. Que debía haberse arriesgado. Sólo aquella vez.

Tal vez, para ese instante, todo habría acabado. Él hubiese conseguido lo que quería, ¿no?

Se revolvió el pelo con frustración y se llevó las uñas a la boca, capturándolas entre sus dientes de inmediato.

Lo que él quería... ¿Qué quería?

Los hechos volvieron a surgir en su cabeza, uno por uno, como piezas que no encajaban, pero sabía que formaban parte del mismo rompecabezas.

- ¿Qué quieres, Hoseok? -se encontró a sí misma susurrando, y las yemas de sus dedos empezaron a pasearse involuntariamente por su labio inferior.

Gruñó y se golpeó mentalmente a sí misma. Observó el reloj de pared sobre ella y tamborileó sus dedos sobre la mesa asimilando la situación; ¿realmente iba a permitir que él jugara con su mente de esa manera?

Se mordisqueó el labio y negó mientras sentía como el enojo y la impotencia empezaba a crecer en ella. No iba a dejar que él llegara así de la nada y le desorganizara la vida como si él tuviera derecho.

La había hecho dudar. La había hecho sentir tantas mezclas de sentimientos, cosas que no entendía,... debía hacer algo respecto a ello.

Lo decidió.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora