Una linda tarde

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Mis padres se fueron a trabajar después del almuerzo. Mis hermanos no estaban y me quedé comiendo en soledad.

Emma llegó a las dos. Sonreí al verla y la invité a pasar.

-No sabía que aún estabas comiendo. No hubiera venido de haberlo sabido.

-Ya termino.

No era cierto, pero me urgía más estar con ella. Mi mente había estado creando toda clase de imágenes durante la noche anterior y ahora sólo pensaba en replicarlas.

Emma sonrió y se sentó a mi lado mientras esperaba a que acabara de comer.

-¿Tus otros hermanos no viven aquí?

-No. Sólo Bonnie y yo. Mamá y papá no nos dejan mudarnos solos así que hasta que no nos casemos o estemos en pareja estable tenemos que quedarnos aquí. Bonnie ya está planeando mudarse con Dan.

Emma asintió.

-Mis padres no quieren que me mude sola porque temen que comience a ser una promiscua.-Rió.-Por eso debo quedarme con ellos hasta nuevo aviso. Supongo que cuando me case me dejarán en paz.

Sonreí y acabé de comer en pocos bocados.

Era un día muy frío, había nevado la noche anterior.

Emma miró por una de las ventanas el jardín y pareció maravillada.

-Es hermoso.

Sonreí.

-¿Quieres verlo?

Asintió y nos dirigimos a la puerta.

Lo cierto es que hacía muchísimo frío y no me apetecía salir, pero serían sólo unos minutos.

Emma miró a su alrededor. El jardín era grande y espacioso, y solía tener muchas flores, que mamá había guardado para proteger de la helada.

Me acerqué a ella y la abracé por detrás. Temblaba.

Acaricié sus brazos.

-¿Te gusta?

Asintió.

-Es hermoso. En casa no tenemos jardín, mis padres no suelen ocuparse de las plantas, ni siquiera de las que hay adentro.

-Hablando de adentro, nos vamos a congelar si no entramos.

Ella sonrió y me besó. Jadeé. No había esperado un beso de esa intensidad en ese momento.

Emma trastabilló buscando la puerta para entrar a la casa otra vez.

Sonreí y, ni bien entramos, me acerqué al sofá y la dejé caer sobre él.

-Podríamos subir...-Murmuró.

-Aquí estamos bien.-Dije.

Rió.

Me quité el suéter y la camiseta.

-Te vas a congelar.-Rió.

-No, no. Estoy ardiendo por tenerte en mis brazos.

Estábamos frente al hogar. Mi casa era muy antigua y era de las pocas que aún tenían chimenea.

Emma acarició mi espalda y la besé, poniendo especial atención a su cuello y su frente, sabiendo que esos dos puntos eran su perdición.

Jadeó y se frotó contra mí.

Acaricié su vientre por debajo de la ropa. Recordaba la sensación de su piel. Mi mano se movió mucho antes que mi decoro y se coló dentro de su ropa interior.

Ella jadeó.

Avergonzado (¡¿Qué demonios me pasaba?!), traté de apartarla, pero me lo impidió tomando mi muñeca.

-Si mancharte no te molesta...

-En absoluto.-Respondí.

Se sonrojó y cerró los ojos.

Su intimidad estaba húmeda y resbaladiza. Jadeé al sentirla así. No sabía si era por la excitación o por el período, pero me encantaba.

-Te sientes... Bien.-Susurré.

Me atrajo hacia sí.

Podía sentir su anticipación, su deseo. Mi cuerpo se había calentado.

-Emma.-Murmuré encontrando su entrada y deslizando uno de mis dedos por ella.-Eres perfecta.

Jamás olvidaré cómo gimió y mordió mis labios. Sus manos se sujetaron de mi cabello y le sonreí para calmarla.

-Disfruta. No te pongas tensa.

Ella asintió y trató de relajarse.

Introduje otro dedo en su interior.

Mordió mi hombro. Ahora no podía ver su rostro...

-Si te duele, tienes que decírmelo.

Asintió.

-De acuerdo. Pero no... Esto... Esto es genial.-Rió, nerviosa.

Nuevamente dejé que uno de mis dedos se introdujera en ella. Por temor a hacerle daño, me limité a moverlos suavemente. Ella tomó mi muñeca y me mostró como mover mi mano.

Enseguida comenzó a gemir.

Verla así me estaba enloqueciendo, mi cuerpo entero estaba alerta y sólo quería llenarla, colmarla hasta el final.

El orgasmo llegó sin previo aviso. Lo supe por la forma en que su cuerpo entero se contrajo.

-Rupert.-Gimió casi en un grito.

Dejé que se repusiera durante unos segundos y luego saqué mis dedos de su interior. Se derrumbó sobre el sofá.

Sonreí.

-¿Te encuentras bien?

Asintió.

Miré mi mano. Estaba bañada en sangre.

-¿Segura que no te hice daño?

Ella se sonrojó y asintió.

-Ven.

Tomó mi muñeca y me condujo hasta el baño. Con agua caliente y bastante jabón, casi salió del todo.

-Es perfectamente normal, no te preocupes.

Se sentó sobre la mesada del baño y echó la cabeza hacia atrás con un suspiro.

-Fue... Fue increíble.-Dijo tras unos segundos de silencio.-Gracias. No comprenderás cómo me sentí, pero...

La besé suavemente.

-Déjame subir hasta mi cuarto contigo y hacerte el amor.-Susurré seductor en su oído.

-Ya te dije que no puedo. Una cosa es tu mano y otra muy distinta tus sábanas. La sangre no sale de las telas. Todo el mundo lo sabe.

Me sentía decepcionado. Ella tomó mi rostro y me besó.

-Tienes la piel más suave que jamás haya tocado.-Susurró.

Sonreí y enredé sus piernas en mi cadera.

Iba a ser una linda tarde.

Su sonrisa [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora