Borrón y cuenta nueva

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Un ruido molesto hizo que abriera los ojos aquella mañana, el despertador parecía maldito. La cama me había secuestrado y las sábanas me tenían atrapada, pero con mucho esfuerzo logré levantarme y fui al baño estirando los músculos de mi adormilado cuerpo. Al entrar y verme en el espejo, pegué un brinco por el susto que me había dado mi propio reflejo.

- Pero ¡¿Qué le ha pasado a mi cara!? -parecía una dichosa zombi. La espera y los nervios para entrar en la universidad y comenzar un nuevo periodo de mi vida me estaba afectando demasiado. -En fin... -dije por no decir mierda ya que mi madre tenía el oído demasiado fino para cada vez que decía alguna palabrota... O las pensaba.

- ¡Sophie Dubois date prisa o llegarás tarde! -exclamó mi madre desde la cocina. Al parecer estaba enfadada pues cuando decía mi nombre completo era señal de peligro.

- ¡Ya voy! -salí del baño con prisa, y terminé de prepararme como pude, dejando todo como si un huracán hubiera pasado por mi habitación. Justo cuando iba a salir por la puerta tropecé con uno de mis zapatos y caí al suelo de cara contra la pared. -¡¡Me cago en....!!

- ¡Esa boca! -gritó mi madre desde la cocina.

Bajé las escaleras frotando mi cara y llegué a la cocina, donde se encontraban mis padres desayunando.

- ¿Que te ha pasado? -dijo mi madre haciendo muecas intentando disimular su risa.

- ¿Qui ti a pisidi? -me burlé de ella imitando su voz, mientras hacía movimientos exagerados con las manos tratando de disimular lo evidente.

Yo era torpe por naturaleza, pero por las mañanas parecía un pato mareado, y ella lo sabía.

-Charlotte cariño deja en paz a la niña. -dijo mi padre entre risitas.

Les miré frunciendo el ceño y me miré en el espejo con la esperanza de que no tuviera nada marcado. Fue en vano.

- ¿¡Por qué yo!? -mi cara era todo un poema, un raspón de color muy rojo recorría todo mi rostro, desde mi barbilla hasta la frente. -Lo que me faltaba...

-Coge tus cosas que no vamos a llegar. -me ordenó cogiendo las llaves del coche, el bolso y se acercó a papá. -Adiós Adrien. -le dio un beso y le susurró un par de cosas al oído.

Giré sobre mi propio eje con la cabeza echada hacia tras y los brazos colgando inertes a mis costados, para cumplir con lo que mi madre me había pedido. - ¡Hasta luego papá! -pasé por su lado y le di un rápido beso sobre su áspera mejilla.

Con todos mis documentos guardados en la mochila, salí de casa junto con mi madre. En la entrada me paré unos segundos a contemplar la calle, hoy todo se veía muy tranquilo.
Vivía en la Cité Espagnol situado en París, era un barrio muy tranquilo de por sí pero hoy en particular no había ni un alma en la calle. Probablemente fuera porque eran las seis de la mañana. Hoy iba a ir con mi madre a terminar todos los papeles necesarios para inscribirme en la residencia de la Université d'élite.

Conecté los auriculares a mi móvil y subí al coche. Pasado un buen rato, justo cuando empezaba a tararear la canción, mi madre me arrancó el auricular de la oreja.

- ¡Oye! -exclamé molesta, pero al ver su rostro de preocupación cambié mi tono de voz. - ¿Qué pasa?

-Cariño tengo que hablarte de una cosa. -me habló seria y cogió aire, como si estuviera haciendo tiempo para ordenar sus pensamientos.

-Dilo de una vez mamá. -estaba empezando a impacientemente y por la cara que había puesto ella, sabía que lo que tuviera que decir no me iba a gustar.

-Tu padre tiene que irse, le han ofrecido un contrato de un año en la compañía Aiguilles du ciel. - en el momento en el que lo dijo, grandes lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

El amor a la inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora