El amor a la inversa

Cita doble

Estaba sentada en la silla de mi habitación, vestida con el pijama, el pelo recogido en un mal moño y la cara alzada hacia mi mejor amiga para que pudiera terminar de maquillarme. Faltaba apenas una hora para "la cita" y yo intentaba razonar con ella para que no me cargase demasiado el maquillaje.

-Alessia por favor, no quiero parecer un payaso... -me quejé por quinta vez cuando me di cuenta de que estaba dudando demasiado a la hora de dibujar la línea de gato.

- ¡Cállate y deja de moverte! -frunció su ceño mientras intentaba por octava vez dibujar correctamente el delineado.

-Llevo literalmente treinta minutos con el cuello torcido. ¡¡Cómo quieres que no me mueva si me está dando tortícolis!!-me aparté de su mano que intentaba sujetar mi cabeza para que no me moviera y me levanté de la silla. - ¿Sabes qué? Voy sin maquillar y punto. No quiero que nadie se fije en mí y menos para ver mi cara de payasa.

- ¿Cómo que vas a ir sin maquillar? De eso nada, ven aquí ahora mismo y déjame terminar. - Alessia frunció su ceño y puso sus manos sobre sus diminutas caderas.

-Que no quiero. -me dirigí al baño y lavé por completo mi rostro eliminando cualquier rastro de maquillaje. Puse un poco de crema con color sobre mi suave piel después del lavado con agua Micelar, apliqué máscara de pestañas para que éstas se vieran más largas y abundantes y para finalizar un poco de cacao labial. Después solté mi cabello, lo cepillé y sacudí la cabeza con el fin de que pareciera algo más natural mientras salía del baño. - ¿Ves? Así mucho mejor...

-Tú y tu sencillez Sophie... No hay quien te haga cambiar.

- ¿Para qué cambiar si me gusto tal y como soy? -me encogí de hombros despreocupadamente. -Venga que eres una tardona, termina ya o no vamos a llegar.

Mientras ella acababa con su complicado maquillaje, yo terminé de prepararme. Esa noche hacía calor, así que opté por algo fresquito. Me puse un precioso vestido veraniego color blanco con estampado de flores rosas hasta la mitad de los muslos y unas sandalias negras con plataforma.

-Oye, ¿Qué tal voy? -me di la vuelta para poder verla mejor en lugar de verla a través del espejo frente al que me estaba colocando unos pendientes.

-Estás preciosa Lex... Vas a llevarte todos los cumplidos... -hice un falso mohín como si me importase y crucé mis brazos por encima de mi pecho. - ¡Ve a cambiarte ahora mismo! -señalé el vestidor con aire autoritario, fingiendo indignación por lo hermosa que iba.

-Gracias bruja. -me guiñó un ojo coquetamente mientras intentaba alisar unas arrugas inexistentes de su ropa. Vestía una blusa granate de tela vaporosa, unos vaqueros negros muy ajustados, rotos, y unos zapatos de tacón del mismo color que la blusa.

-Será mejor que nos vayamos ya, se nos echa la hora encima. -le azucé para que saliera por la puerta mientras cogía nuestros bolsos y cerré la puerta con llave.

Los chicos ya nos esperaban en el pasillo, no parecían estar molestos por nuestro retraso. Roland, apoyado contra la pared, vestía con unos pantalones vaqueros, una camiseta básica azul clarito y unas deportivas blancas hicieron que mi mejor amiga aguantase la respiración al verlo. Hugo que estaba frente a su amigo con los brazos cruzados sobre el pecho, llevaba una camiseta con estampado militar, unos pantalones vaqueros negros rasgados y zapatillas deportivas negras también. Conversaban sobre un partido de Lacrosse que se iba a jugar la noche siguiente, cuando nosotras aparecimos.

- ¿Vamos? -pregunté de forma general sonriendo un poco.

Roland silbó y codeó a Hugo con evidente admiración en sus pupilas. -Estáis... Impresionantes... -lamió ligeramente su labio inferior y nos sonrió de lado.