Café y avellana

64 10 1
                                    

Sin dejar de mirarme a los ojos en ningún momento y siguiendo el juego que yo había iniciado, tomó mi mano y se la llevó a los labios, besándola. Mi pulso se aceleró, no esperaba que ese acto me afectara de esa forma mas no dejé que se reflejara en mi rostro y sonreí haciendo ver que estaba satisfecha. Él se incorporó aún sin soltarme la mano y Lex al parecer había desaparecido de la escena.

-Eso parece... -soltó mi mano y ésta cayó a mi costado, fría de repente sin su contacto. -Veo que estás bien acompañada, ya no me necesitas. Adiós Kitty. -me guiñó un ojo y sonrió de medio lado. - ¡Hasta luego Lex!

- ¡Adiós! -gritó mi amiga desde mi cuarto. La muy traidora me había dejado sola con él.

Se giró y desapareció tras la puerta principal. Sonreí para mí misma pensando, <<Qué creído>>.

-Señorita... ¿Tienes algo que decirme? -me preguntó Lex mientras aparecía por el pasillo que llevaba a mi habitación.

- ¡Eso debería decirlo yo! -elevé las manos y comencé a enumerar. -Uno, parece que os lleváis mejor de lo que me contaste hace una semana. Dos, resulta que acaba en nuestra misma residencia y tres, ¡Me has dejado sola con él! Por no olvidar tu traicionera encerrona de cita doble del otro día con Hugo. ¿Por qué?

- ¿Segura que soy yo la que tiene cosas que decir? ¡Estabais juntos en tu apartamento, él colocaba tu compra y tú tenías una bolsa de guisantes congelados sobre tu nariz! -Se cruzó de brazos, alzó una ceja y apretó los labios para remarcar sus palabras. <<Pues no le falta razón>>, admití.

-Touché. -respondí haciendo chasquear mi lengua.

Durante el resto del día estuvimos charlando, explicándole todo lo que no le había contado. Desde la noche anterior con Hugo hasta lo que había pasado hoy con André, que al parecer había acabado en nuestra residencia gracias a la influencia de mi amiga. Todos íbamos a la misma universidad para estudiar psicología, aunque en diferentes módulos. Podríamos haber acabado cada uno en una residencia diferente, pero Lex había estado entablando más amistad con André de lo que me había contado.

- ¿No pensabas contarme que os habíais hecho amigos? -fingí estar molesta por eso.

-Simplemente no me pareció tan importante... -se encogió de hombros.

- ¡Pero si casi me dejas sorda el día que me dijiste que te había saludado!

-Sí bueno... -evitó mirarme a los ojos. << ¿Qué me está ocultando?>>, pensé intrigada.

A pesar de saber que no me estaba contando todo, no quise indagar más en el tema.

-Por cierto, mañana entro a trabajar en la cafetería. ¿Te lo había contado? Entro a las a las tres y media de la tarde.

-Ah sí, a mí me toca turno justo después de ti. El turno de noche es el que menos me gusta, va gente bastante extraña a esas horas. -me comentó con cara de disgusto.

-Puedo ir a recogerte cuando salgas, si quieres.

-Nah, ya me las apañaré. -desechó mi proposición acompañado de un movimiento de mano.

Después de aclarar gran parte de la situación, estuvimos juntas entre risas, charlas y viendo películas, hasta que llegó la noche. Ella me contó que había comenzado a salir con Roland, pero aseguraba no sentir nada por él y que al día siguiente tendrían su primera cita "oficial" mientras yo trabajaba. Así era Alessia, lanzada y atrevida sin temor a las consecuencias, la clase de persona que actuaba primero y pensaba después, por eso nos llevábamos tan bien la una con la otra. Éramos como la tierra y el mar de diferentes tanto física como mentalmente.
A diferencia de mí ella tenía el cabello lacio, rubio y corto por los hombros, los ojos azules y el rostro lleno de pequitas. Era un poco más alta que yo y aunque estaba demasiado delgada por culpa de su loca idea de ser modelo, era muy bonita. Yo por otro lado tenía el cabello castaño oscuro a la altura del culo, ojos marrones, normales y estaba bien proporcionada. En resumidas cuentas, una señorita de lo más normal.
Sobre las once de la noche, ella se fue a su apartamento y yo me quedé en la cama leyendo. Cuando estaba a punto de dar por finalizada la lectura, llamaron a mi puerta.

El amor a la inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora