Capítulo 17

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-POV Rubén-

¡Mangel! —Grité mientras buscaba por toda la casa mi USB, donde tenía guardados todos los videos.

—¿Qué quieres ahora? —Preguntó, confundido, con la mano aún en la cabeza.

Tn___ había decidido irse a casa por asuntos de trabajo. No quería hacer preguntas, así que la dejé ir con calma. Estaba contento de que finalmente le hubiera contado a Mangel sobre su identidad, aunque él todavía no lo creía mucho. Estaba buscando mi USB porque había estado grabando un video para Tn___ que pensaba que le gustaría, aunque quería mantenerlo en secreto hasta el momento adecuado.

—¿Dónde está mi USB? —Pregunté, cerrando uno de los gabinetes de la cocina y acercándome a Mangel, que me miraba confundido. Su expresión lo decía todo; no tenía ni idea de qué demonios estaba hablando.

—Creo que lo dejaste en la habitación de grabación, escondido detrás de los libros de "Virtual Hero". —Mangel intentó recordar dónde lo había puesto y luego encogió los hombros—. Supongo que sí.

Pasé junto a él para ir a la habitación donde suelo hacer los videos. Vi a Wilson sentado en mi silla y a Raspberry encima de mi escritorio, pero no les presté mucha atención; era algo que siempre hacían para llamar mi atención. Saqué uno de los cómics para encontrar el USB al final de la estantería. Lo cogí, soplándole el polvo, mientras colocaba el cómic en su lugar.

—¿Qué estás tramando? —Preguntó un Mangel curioso detrás de mí. No le contesté de inmediato; no quería que sonara tan obvio, así que conecté el USB a la computadora y, por el otro lado, mi teléfono para pasar los videos.

—Es algo complicado, Mangel —respondí, moviendo el ratón de un lado a otro.

Al entrar en los documentos y luego en el teléfono, pude ver todos los videos que había grabado de Tn___. Cualquiera diría que me comportaba como un psicópata, pero era todo lo contrario.

—Es un video. Cuando termine, te lo mostraré para que des tu opinión —le dije, programando la computadora para transferir todos mis videos al USB.

—Por lo que veo, tiene que ver con Tn___. —Se acercó, poniendo su brazo sobre el respaldo de la silla mientras miraba la computadora, y asentí—. Estás completamente enamorado de ella —dijo.

Solo pude mirarlo y reír un poco ante su comentario. No me había dado cuenta de lo enganchado que estaba a ella hasta ese momento, olvidando incluso a mis amigos de siempre.

—Mira, Rubén, en serio necesito pedirles miles de perdones a ustedes —dije, moviendo un poco la silla para quedar frente a él—. He estado tanto tiempo con ella que me he olvidado de ustedes. No sé cómo puedes estar aquí ahora mismo; te he ignorado durante varios meses.

—Eso no importa, Rubén. No siempre tienes que estar con nosotros. Deberíamos darnos nuestro propio tiempo a solas —me dijo, sonriendo, creando un silencio durante unos minutos que rompí.

—No sé si realmente me gusta. ¿Eso es algo malo? —pregunté, casi suplicante, mirándolo a los ojos oscuros que tenía.

—Todo depende de lo que pienses, Rubén —dijo, alzando las manos hasta los hombros y riendo—. No puedo creer que estén meses hablándose y aún no te des cuenta de que están locos el uno por el otro. Bueno, al menos eso parece —añadió, levantando las cejas de manera pícara. Le golpeé el brazo y me reí un poco al ver que imitaba cada vez más mi comportamiento cuando hablábamos de mujeres.

—Es que no sé... ella es tan sincera y delicada, todo lo contrario a mí. Aunque eso no quita que a veces haga cosas que nunca he visto a una mujer hacer. Es increíblemente perfecta —dije, callándome al darme cuenta de lo que acababa de decir. Miré a Mangel, que tenía una ceja alzada, esperando mi reacción.

—Creo que eso podría responder a tu pregunta —dijo, dándome unas palmaditas en el hombro. Cogí su brazo para que me mirara a los ojos.

—¿Qué debo hacer? —pregunté, casi desesperado, mirándolo a los ojos.

—No tengo ni idea, Rubén. No soy Cupido —se soltó de mi agarre y se alejó—. Pensé que ibas a besarme por un momento —añadió, poniendo la mano en su pecho. Lo miré con asco. Habíamos aprendido la lección de que era una mala idea cuando lo hice una vez para un video.

—Tienes razón —dije, pensando, ignorando lo que acababa de decir. Luego de programar la computadora para transferir los videos, cerré la sesión—. Creo que la llamaré ahora —dije, sacando el móvil y marcando su número—. Está apagado —añadí, bajando el teléfono al escuchar el buzón de voz.

Coloqué mis manos en mi cabeza, caminando de un lado a otro, sin saber qué hacer. ¿Cómo la saludaría mañana? ¿Con un gesto, un beso, un abrazo o simplemente no haría nada? ¿Debería invitarla a almorzar después? Todas las preguntas inundaban mi mente, y estaba completamente seguro de que estaba cegado por ella. Hasta qué punto había llegado para atraerla, aunque el problema era ella. ¿Sentiría lo mismo por mí?

—Llamando a Rubén uno-dos-tres —chasqueó Mangel los dedos delante de mis ojos, sacándome del trance. Sacudí la cabeza, manteniendo mis ojos cerrados.

—Tengo que hablar con ella —susurré, muy seguro de mí mismo, mientras mis manos seguían en mis caderas.

—¿Le preguntarás...? —Mangel inquirió, y abrí los ojos como platos.

Estaba atrapado en una situación que parecía sacada de una novela romántica. Apenas habíamos pasado unos pocos meses juntos y ya me encontraba contemplando la idea de hacerle una pregunta tan significativa. ¡Qué locura! No pude evitar darme un golpecito en la cabeza, consciente del embrollo en el que me estaba metiendo. ¿Cómo iba a decir algo así cuando hace apenas unas horas le había mencionado que quería tomar las cosas con calma en nuestra amistad?

Recordé entonces algunos momentos que habíamos compartido, como piezas dispersas de un rompecabezas que aún no lograba armar por completo. Desde aquel primer gesto, cuando tímidamente le sugerí ir juntos a tomar un café, hasta los instantes en que compartimos risas en mi casa, cada recuerdo se agolpaba en mi mente, recordándome la conexión especial que teníamos.

Pero sobre todo, volví a revivir aquel instante en el que estábamos tan cerca el uno del otro, nuestros rostros a escasos centímetros, buscando el coraje para dar un paso adelante. Era como si estuviéramos a punto de resolver ese complicado rompecabezas, buscando la posición perfecta para encajar.

Y entonces, cuando nuestros labios casi se rozaban en un intento de encontrar esa posición perfecta, el sonido del timbre rompió la magia, devolviéndonos bruscamente a la realidad. Me golpeé mentalmente por haber dejado escapar esa oportunidad, lamentando mi torpeza y mi indecisión.

—¡Soy un idiota! —me reproché en voz alta, reconociendo mi propia torpeza y mi miedo a arriesgarme.

La verdad era que me sentía abrumado por la incertidumbre, sin saber qué camino tomar ni qué palabras decir. Y mientras tanto, el reloj seguía avanzando implacable, acercándome cada vez más a un futuro incierto del que no podía escapar.

Doble vida-Rubius y tú-(Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora