El Sumiso ~ 17

2.4K 161 20
                                    

Narra Lali:

Bajo con Santino en los brazos listos para desayunar. Peter ya está en la cocina, también listo para desayunar junto a nosotros.

— ¿Tina?

— Se fue a recoger un pedido — dice Peter levantándose de la silla —. Dejó el café y la chocolatada de Santi preparados. ¿Se lo sirvo?

Niego con la cabeza:

— Yo lo sirvo, vos sos el invitado — bajo a Santi dejándole con cuidado en el piso y voy a calentar la chocolatada.

Veo como Santino se sienta rápidamente a upa de Peter, quién se ha vuelto a sentar en la silla. Sí, está encaprichado con él. Lo esta demostrando, delante de mis ojos. Perfectamente.

— Bueno, tienen buena onda entre ustedes por lo que veo — digo riendo.

— Sí, y creo que eso está muy bien, ¿verdad Santino? — le pregunta Peter a mi pequeño removiéndole el pelo.

— Sí tío.

Ay... Le dice tío, y él solo sonríe como tonto. Es tan bueno, tan tierno... Tan... Sumiso, desgraciadamente. Es de esa clase de hombres tan manejables...

— Mami me deja que te diga tío — Santi sonríe y nos mira ambos, primero a Peter y después a mí.

— ¡Qué bueno enano!

— Sí...

Sirvo la chocolatada a Santi y después de calentar el café, se lo sirvo a Peter. Tras servirle a Peter, saco mi taza y también me sirvo. Pongo las tostadas, las galletitas, las mermeladas, la nutella y la fruta cortada en platos alrededor de la mesa.

— Tío, ¿me dejás probar tu café? — le pregunta Santino de manera tierna.

— Está amargo enano, igual no te gusta hasta que no seas un poco más mayor.

— Bueno, ¿y mi chocolatada la querés probar?

— Es tuya.

Santi sonríe y justo nada más agarrar la tacita se la tira en el uniforme del jardín.

— ¡Santi! — me levanto rápidamente y lo agarro en brazos —. ¿Cómo hacés siempre para mancharte desayunando? Ay Dios..

— No lo retes Lali... Es chiquito.

Bue, ahora el lindo se mete con la forma de educar a mi hijo. Le dedico una mirada de: "Es mi hijo" para que no vuelva a decir nada.

— Voy a tener que cambiarte. Peter, ¿terminás de desayunar?

— Claro, y si querés le llevo yo al jardín, no hay drama.

¿Perdón? ¿Quiere llevar a mi hijo al jardín? ¿Y ahora que le digo? En verdad me haría un favor porque tengo que recoger un par de cosas en casa de mi amiga Cande pero... ¿En verdad me puedo fiar de el para que deje a mi pequeño sano y salvo en el jardín? Pero... Necesito acercarme más a él, y creo que Santino puede ser un camino para ello, así que tomo aire y asiente con la cabeza:

— Claro que sí, además tengo unas cosas que hacer. Si llegas al trabajo un poco más tarde, no te preocupes. Y decile a la profesora de Santu, que le deje ir al baño si lo necesita... Espera, te lo pongo en una nota para que no haya problemas, ¿si? — sonrío un poco —. Ahora cuando baje de cambiar a Santino te la escribo y vas a dejarle. Muchas gracias.

— De nada, es lo mínimo que puedo hacer por haberme dejado dormir en tu casa esta noche — sonríe. Ay... Tiene una sonrisa re linda. 

Subo con Santino de vuelta para poder cambiarle en su cuarto.

— Tenés que tener más cuidado para desayunar.

— Perdón mami, no fue queriendo.

— Como sigas así vas a tener que desayunar en bóxer — río.

— El tío Peter duerme en bóxer.

— Sí enano, ya vi — río.

— Entonces no tiene nada de malo, porque el tío Peter es re bueno.

— A ver si mami se va a tener que poner celosa, porque solo hablas del tío Peter. Ya sé que es muy bueno con vos... Pero le conocés de hace poco y tienen que tomar confianza de a poquito mi amor, ¿de acuerdo?

— Bueno mami.

De repente, mi iPhone comienza a sonar. Yo atiendo sin mirar el nombre:

— ¿Si?

— ¿Mariana?

No, no puede ser. No puede ser él. No lo puedo creer... Casi un año sin hablar con él. Desde que en el trabajo me va tan sumamente bien, dejé de pedirle plata. Nunca me faltó, pero quería un poco más. Porque siempre era bueno aumentar las acciones de la empresa, los locales...

— ¿Cómo estás?

— Bien, ¿vos? ¿El nene?

— Estamos bien.

— Ya vi que ganaste unos premios a la mejor empresaria argentina del año. Enhorabuena.

— Sí, y gracias. ¿Qué querés?

— Solo quería hablar.

Revoleo los ojos.

— ¿Mami quién es?

Mierda...

— Un señor del trabajo, Santino — trago saliva, suplicando que mi hijo me crea —. No creo que solo quieras hablar. Y date prisa, ¿qué querés?

— Quiero ver al nene.

— Ni en broma, llevas mil sin preguntarme por él y ahora de la nada querés verlo... No me lo puedo creer.

— Quiero que conozca a su hermanita.

— ¿Tuviste otra nena?

— Sí, la tuve. Tengo 3 hijos ya.

— 4 — le corrijo —. Lo que pasa que nunca te acordás.

— Mami mami — me reclama Santino.

— ¿Está ahí? — me pregunta de vuelta.

— No, chau — corto la llamada, dejo el celular a un lado y desvisto a Santino.

— Mami... ¿Era algún amigo?

— No enano.

— ¿Ha tenido una bebita?

— Sí, por eso no podemos hacer una cosa que teníamos que hacer.

Él me abraza:

— ¿Pero estás bien mami?

— Sí, estoy bien.

Aunque, sé perfectamente que estoy mintiendo. No estoy bien. El papá de Santino me sigue matando por dentro una y otra vez.

EL SUMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora