El Sumiso ~ 40

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Narra Lali:

Santi, Peter y yo desayunamos juntos. Como si fuéramos una familia. Y eso me encanta, sobretodo por Santino.

Miro a Peter siempre que puedo. Él suele devolverme una sonrisa cada vez que mis ojos los están observando. Su boca parece decirme: "Me gusta que me mires". Y eso es muy lindo. Es muy lindo que por fin se lo haya contado todo, y que con él no tenga nada que temer de ahora en adelante. Solo me queda una cosa: cambiar mi forma de ser.

Cambiar.

¿Cómo voy a cambiar yo todo lo que he vivido en mi propia piel durante años? Es algo muy complicado. Y aunque se que Peter va a ayudarme, va a estar ahí cada vez que necesite una mano... Sigue siendo muy confuso. Amara a alguien, de verdad, no solo por el tema del sexo, o de la atracción, para mí es difícil.

Pero Peter es diferente. Y tengo que hacerlo por él. También por Santino. Ahora solo tengo que mirar lo que pueda venir en el futuro, y olvidarme completamente de todo lo que sucedió en el pasado.

Peter me ayuda a lavar la vajilla después de desayunar, mientras Santino juega solo en el salón, esperando a que nosotros también nos pongamos a jugar con él. Es una buena distracción, al menos durante el juego no me hará falta pensar en mis traumas psicológicos.

— ¿Te sentís mejor? — me pregunta Peter mientras enjuaga con agua el jabón de el tazón de leche de Santi.

— Parece que sí. Al menos, si estoy despistada con otra cosa, no recuerdo lo malo que pueda pasar.

Él vuelve a sonreír, tranquilizador:

— Eso está muy bien. Por cierto, ¿va a venir Nico?

— Sí, va a venir a comer — digo sonriendo yo también —. Con Nico te llevas bien, para mí, además de ser mi mejor amigo y mi segundo hermano de corazón, también es mi psicólogo. Él es el único que sabe de todos los problemas que me han acompañado desde que soy una bebita. Ahora, vos también lo sabes.

— Nico y yo nos llevamos bien, no te preocupes. Además, ¿quién soy yo para decirte qué está bien y qué está mal? Es tu casa incluso. Podés hacer lo que quieras, sos 100% libre.

— Me alegro de que te lleves bien con Nico.

— Es un buen tipo. Sabe de quién tiene que ser amigo.

— Sí — respondo —. Bueno, terminemos. Santi se va a poner a chillar de un momento a otro que vayamos a jugar con él.

— Es un amor tu hijo, igual que vos.

— Gracias — le digo. Creo que él no se ha dado cuenta, pero tiene espuma del jabón de lavar platos en la nariz y en una parte de la mejilla.

Cuidadosamente, me seco la mano en el trapo, y le saco la espuma con el dedo.

Él piensa que tengo una doble intención a la hora de sacarle la espuma. Me agarra fuertemente de la cintura y me pega a él. Yo intento desviar la mirada girando la cabeza, pero él me agarra la cara y me mira con muchísimo cariño:

— Sos...

Trago saliva:

— ¿Qué soy?

— Muy hermosa. La más hermosa y buena del mundo. También la más tierna.

No sé que decir. Nadie me ha dicho eso en la vida. Bueno, alguna vez mi padre. Pero mi padre es mi padre, Peter es un chico corriente que empezó a trabajar en la empresa. Todo muy normal... Pero bueno, toda nuestra relación ha llevado a que él se haya enamorado de mí...

Y yo me haya enamorado de él.

Roza sus labios con los míos. Cierro los ojos y me dejo llevar. Sé muy bien que no me va a hacer nada, que puedo confiar en él.

Comienza a besarme, delicadamente. Como si se tratara del primer beso de dos chicos que acaban de empezar su etapa adolescente. Pongo mis manos en su cuello, sujetando su cabeza, y deseo con todas mis fuerzas que ese momento no se termine nunca.

Pero de repente, una pequeña cabecita asoma por la cocina:

— ¡Bien! — veo que Santi no puede estar más sonriente. Desde la puerta, salta y aplaude como en el final de una película romántica.

Y realmente, parece el final de una peli romántica.

-...-

Narra Nico:

Acabo de llegar a una de las mejores zonas de Buenos Aires para comer en casa de Lali, junto con el enano y Peter. No se me va de la cabeza la llamada que recibí aquella mañana. La hermana pequeña de Lali, su queridísima María. Pero tiene que ser una sorpresa, y por mucho que me cueste ocultarle a Lali una cosa de este tipo, debo callarme. No debo decir nada, es un secreto y tengo que guardarlo con el mejor candado del mundo: el silencio.

¿Aguantaré? Verdaderamente, es una prueba de fuego.

Pero tengo que aguantarme.

La puerta del ascensor se abre y veo una perfecta imagen de familia. Como esa que aparecen al final de las películas americanas de Navidad. Los papás y el hijo jugando, todos juntos. No puedo evitar sonreír.

¡Están tan tiernos!

— Emm, ¿hola? Molesto — hablo, para llamar su atención. No se han dado ni cuenta de que he entrado en la casa.

Peter es el primero en mirarme. También me sonríe:

— Pasa.

Lali está entretenida con el pequeño. Están haciendo un puzzle de los dibujitos de Disney encima de la mesita.

— Amiga...

Ella me mira y sonríe. Santi también se da la vuelta y me abraza:

— ¡Tíooooo!

— Hola enano, ¿cómo estás? — digo agarrándolo en brazos y tirándolo en el aire. Y pesa bastante, pero lo haré hasta que no pueda soportar ni un kilo más.

— Bien.

— La mamá se pone celosa, Nicolás — dice Lali divertida.

— Hola, mamá del nene más hermoso del mundo — la doy a Lali un beso en el cachete y ella sonríe.

— ¿Me cuidas a Santi mientras Peter y yo preparamos la comida?

— Uhh... Eso me suena a que no solo va a ser comida...

— También es comida — dice Lali riendo.

Peter y yo estallamos en carcajadas.

— Mejor me voy con el enano al cine después de comer, así la pasan bien.

— Dale tío — dice Santino sonriendo.

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