El Sumiso ~ 29

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Narra Lali:

Dejo caer la cuerda y me doy la vuelta.

— ¿Santino qué hacés acá? Deberías estar durmiendo. Dale, andá a dormir.

— No puedo dormir sin vos. Tuve una pesadilla. Y cuando tengo pesadillas me da miedo dormir sin vos, mami.

— Enano... ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? — le pregunta Peter acercándose. Dios, este hombre se vuelve loco por mi hijo, lo adora. Y Santino lo adora a él, si alguna vez Peter se aleja de mí, va a ser difícil que Santino se olvide. Debí cortar esto desde la primera vez, pero no quiero separar a Santino ahora de alguien al que le tiene tanto cariño.

— Peter — digo muy seria —. Déjalo al nene. Volvé a la cama, Santino. Ahora voy.

Santino hace puchero:

— No mami, vámonos ya. Al tío Peter no le da miedo dormir solo cuando tiene pesadillas, pero a mí sí.

Trago saliva. Peter me mira como si estuviera cometiendo un crimen, el peor crimen del siglo. Y es que en verdad, no iba a hacer con él algo bueno. Como bien he dicho, nunca he sido una persona demasiado pura... Mariano me cambió para siempre. También tuve una infancia poco fácil, y todo esto, ha hecho que ahora sea alguien bastante fría.

— Está bien — digo al fin —. ¿Peter te quedás a dormir? — le pregunto.

— Mejor me voy a casa.

— ¿Seguro?

— Tío, quedate a dormir. Por favor — Santino sigue haciendo puchero.

Entiendo a Peter perfectamente. Sé que quiere marcharse por el simple hecho de ver la cuerda. Me tiene miedo, como el resto de los hombres de años antes.

— Mañana por la mañana vengo temprano, ¿dale enano?

— ¡Noo! Yo quiero que te quedes tío, por favor. Dormimos los tres juntos, así seguro que no tengo pesadillas. Por favor mamá, convencé al tío Peter para que se quede a dormir. Quiero que se quedé — Santi suplica una y otra vez.

— Santi, no podés obligar al tío a que se quede. Si se quiere ir, que se vaya y punto — digo mirando a Peter.

— Me quedo, solo por vos enano. Pero prefiero dormir en el cuarto de invitados.

Santi suspira:

— ¡Ufa! Pero yo quiero que durmamos todos juntos.

Toso:

— Santino, dejá de comportarte como un bebé — lo agarro en brazos —, ahora vamos a la cama. Peter, descansá.

— Igualmente, descansen.

— Mañana te voy a ir a despertar con muchas cosquillas — dice Santino riendo y tirándole besos a Peter mientras él sale de la habitación.

— ¿Lo querés mucho al tío?

— Sí mami. Pero, ¿por qué estabas con la cuerda? ¿Es que el tío se había portado mal?

Levanto una ceja:

— No.

— ¿Le ibas a pegar con la cuerda?

— No Santi, no iba a pegar al tío con la cuerda — suspiro. Odio que haga esas preguntas, son re molestas.

— ¿Y por qué tenías la cuerda en la mano, mami?

— Mañana hablamos Santino, ahora ya es muy tarde.

Santi suspira de vuelta:

— Nunca me contás nada porque soy chiquito, ¿verdad?

— Cada cosa a su tiempo, sí, sos chiquito. Pero ya crecerás, y te enterarás de todo.

— ¿Cuándo tenga como 9?

— Cuando tengas como 13 o 14 años.

Santino ríe:

— Falta mucho para eso...

— Mejor que falte tiempo a que nunca te lo cuente.

-...-

Narra Peter:

No sé que hora es. He dormido mal. He tenido muchas pesadillas por culpa de la maldita cuerda. Y cuando estoy a punto de agarrar el celular para revisarlo, este empieza a sonar. El tono de llamada. ¿Quién me llama a estas horas? Atiendo sin mirar quién es:

— ¿Si?

— Soy Eugenia.

¿Eugenia? ¿Por qué me llama ella? Ya no estamos juntos. Y terminamos no muy bien.

— Euge, ¿qué pasa?

— Necesito un amigo. Sé que todo esto terminó muy mal, pero quiero hablar con alguien, y nosotros tenemos confianza. Creo.

— Si, claro. ¿Qué pasa?

— Me enteré de algo. No muy bueno, al menos para mí.

— ¿De qué?

— De que soy adoptada.

— ¿Vos adoptada? — pregunto asombrado. ¿Y se entera un montón de tiempo después de que es adoptada? No voy a tener nada en contra de ella por eso, pero me parece muy fuerte que su madre no la haya dicho nada antes.

— Sí, pero mi madre no sabe mucho. Las monjas no la quisieron contra mucho por respeto a mi familia biológica. Pero a mí me encantaría saber algo más sobre todo... No sé si vos... Aunque hayamos pasado por mucho, me podrías ayudar.

— Euge, claro que si que te puedo ayudar. Estoy encantado de ayudarte. No somos más novios, pero somos amigos. Y tengo que ayudarte. Porque para eso están los amigos, para ayudarte. Tranquila, ¿si? Esta tarde voy a casa y hablamos más tranquilos.

— Gracias, y perdón por ponerme así el otro día. Debo entender que si yo ya no te hago feliz, pues... Ya te hará feliz otra persona, y yo también encontraré al amor de mi vida.

— Claro, sos hermosa. Vas a encontrar a alguien dentro de poco. Por cierto, ¿la enana?

— Te extraña. Ella está bien. No sabe nada, no quiero que esto la suponga un trauma y no quise decirle.

— Está bien. Bueno, voy a desayunar. Más tarde hablamos.

— Gracias, y chau.

— Chau. 

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