Narra Lali:
Dejo caer la cuerda y me doy la vuelta.
— ¿Santino qué hacés acá? Deberías estar durmiendo. Dale, andá a dormir.
— No puedo dormir sin vos. Tuve una pesadilla. Y cuando tengo pesadillas me da miedo dormir sin vos, mami.
— Enano... ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? — le pregunta Peter acercándose. Dios, este hombre se vuelve loco por mi hijo, lo adora. Y Santino lo adora a él, si alguna vez Peter se aleja de mí, va a ser difícil que Santino se olvide. Debí cortar esto desde la primera vez, pero no quiero separar a Santino ahora de alguien al que le tiene tanto cariño.
— Peter — digo muy seria —. Déjalo al nene. Volvé a la cama, Santino. Ahora voy.
Santino hace puchero:
— No mami, vámonos ya. Al tío Peter no le da miedo dormir solo cuando tiene pesadillas, pero a mí sí.
Trago saliva. Peter me mira como si estuviera cometiendo un crimen, el peor crimen del siglo. Y es que en verdad, no iba a hacer con él algo bueno. Como bien he dicho, nunca he sido una persona demasiado pura... Mariano me cambió para siempre. También tuve una infancia poco fácil, y todo esto, ha hecho que ahora sea alguien bastante fría.
— Está bien — digo al fin —. ¿Peter te quedás a dormir? — le pregunto.
— Mejor me voy a casa.
— ¿Seguro?
— Tío, quedate a dormir. Por favor — Santino sigue haciendo puchero.
Entiendo a Peter perfectamente. Sé que quiere marcharse por el simple hecho de ver la cuerda. Me tiene miedo, como el resto de los hombres de años antes.
— Mañana por la mañana vengo temprano, ¿dale enano?
— ¡Noo! Yo quiero que te quedes tío, por favor. Dormimos los tres juntos, así seguro que no tengo pesadillas. Por favor mamá, convencé al tío Peter para que se quede a dormir. Quiero que se quedé — Santi suplica una y otra vez.
— Santi, no podés obligar al tío a que se quede. Si se quiere ir, que se vaya y punto — digo mirando a Peter.
— Me quedo, solo por vos enano. Pero prefiero dormir en el cuarto de invitados.
Santi suspira:
— ¡Ufa! Pero yo quiero que durmamos todos juntos.
Toso:
— Santino, dejá de comportarte como un bebé — lo agarro en brazos —, ahora vamos a la cama. Peter, descansá.
— Igualmente, descansen.
— Mañana te voy a ir a despertar con muchas cosquillas — dice Santino riendo y tirándole besos a Peter mientras él sale de la habitación.
— ¿Lo querés mucho al tío?
— Sí mami. Pero, ¿por qué estabas con la cuerda? ¿Es que el tío se había portado mal?
Levanto una ceja:
— No.
— ¿Le ibas a pegar con la cuerda?
— No Santi, no iba a pegar al tío con la cuerda — suspiro. Odio que haga esas preguntas, son re molestas.
— ¿Y por qué tenías la cuerda en la mano, mami?
— Mañana hablamos Santino, ahora ya es muy tarde.
Santi suspira de vuelta:
— Nunca me contás nada porque soy chiquito, ¿verdad?
— Cada cosa a su tiempo, sí, sos chiquito. Pero ya crecerás, y te enterarás de todo.
— ¿Cuándo tenga como 9?
— Cuando tengas como 13 o 14 años.
Santino ríe:
— Falta mucho para eso...
— Mejor que falte tiempo a que nunca te lo cuente.
-...-
Narra Peter:
No sé que hora es. He dormido mal. He tenido muchas pesadillas por culpa de la maldita cuerda. Y cuando estoy a punto de agarrar el celular para revisarlo, este empieza a sonar. El tono de llamada. ¿Quién me llama a estas horas? Atiendo sin mirar quién es:
— ¿Si?
— Soy Eugenia.
¿Eugenia? ¿Por qué me llama ella? Ya no estamos juntos. Y terminamos no muy bien.
— Euge, ¿qué pasa?
— Necesito un amigo. Sé que todo esto terminó muy mal, pero quiero hablar con alguien, y nosotros tenemos confianza. Creo.
— Si, claro. ¿Qué pasa?
— Me enteré de algo. No muy bueno, al menos para mí.
— ¿De qué?
— De que soy adoptada.
— ¿Vos adoptada? — pregunto asombrado. ¿Y se entera un montón de tiempo después de que es adoptada? No voy a tener nada en contra de ella por eso, pero me parece muy fuerte que su madre no la haya dicho nada antes.
— Sí, pero mi madre no sabe mucho. Las monjas no la quisieron contra mucho por respeto a mi familia biológica. Pero a mí me encantaría saber algo más sobre todo... No sé si vos... Aunque hayamos pasado por mucho, me podrías ayudar.
— Euge, claro que si que te puedo ayudar. Estoy encantado de ayudarte. No somos más novios, pero somos amigos. Y tengo que ayudarte. Porque para eso están los amigos, para ayudarte. Tranquila, ¿si? Esta tarde voy a casa y hablamos más tranquilos.
— Gracias, y perdón por ponerme así el otro día. Debo entender que si yo ya no te hago feliz, pues... Ya te hará feliz otra persona, y yo también encontraré al amor de mi vida.
— Claro, sos hermosa. Vas a encontrar a alguien dentro de poco. Por cierto, ¿la enana?
— Te extraña. Ella está bien. No sabe nada, no quiero que esto la suponga un trauma y no quise decirle.
— Está bien. Bueno, voy a desayunar. Más tarde hablamos.
— Gracias, y chau.
— Chau.
ESTÁS LEYENDO
EL SUMISO
FanfictionPeter Lanzani es un chico cualquiera que acaba de terminar de estudiar administración en la Universidad de Buenos Aires. Tiene 27 años y una novia muy buena: Eugenia. La adrenalina de esta novela comenzará en la búsqueda de trabajo de Peter. Una de...