Narra Peter:
La manera en la que se está comportando Lali, comienza a preocuparme. Lleva casi 15 minutos pegada a mí, abrazándome... Pero no la quiero sacar. Ha tenido un día muy duro y hoy me necesita.
Decido agarrarla en brazos y subirla a la cama, puesto que ella sigue sin moverse. La toco la frente y la doy un beso en el cachete:
— ¿Querés que me quede a dormir?
Ella simplemente asiente con la cabeza:
— ¿Dormir acá con vos?
— Por favor — susurra.
Me saco los zapatos y me recuesto sobre la cama. Justo en ese momento, la puerta del cuarto de Lali se abre. Santino entra con su osito de peluche y con su pijama de Cars puesto. Tiene el pelo revuelto de haber estado durmiendo... Pero creo que subiendo a su mamá, yo lo ha despertado.
— Tío, ¿qué hacés acá? ¿Has venido a ver a mamá?
— Sí, he venido a ver y a cuidar a mamá. Tuvo mal día y vine para estar con ella un ratito, ¿me dejás verdad? Además, vos me dijiste que mami estaba mal y yo quise venir para ayudarla.
Santino asiente y corre a la cama conmigo. Se acuesta a mi lado y me abraza fuerte:
— Sí, pero antes no estaba dormida... ¿Se puso malita otra vez?
Niego con la cabeza:
— Tan solo está demasiado cansada enano, pero está bien. Vos tenés que estar tranquilo, de verdad. Mamá se va a poner bien, es una cosita puntual, pero cuando mañana se despierte se la va a olvidar un poco todo lo que pasó hoy.
— Bueno — Santino sonríe tierno —. ¿Me puedo quedar a dormir acá? — me pregunta él mirando a Lali.
Santino es un nene muy inteligente, siempre lo he dicho, y seguro que está preocupado por lo que le pasa a Lali. No puedo decirle en este momento que se vaya a su cama, porque sé que se sentiría re mal. Y yo también...
— Podés quedarte enano.
— Gracias, Peter. Te quiero — él me abraza más fuerte aún. Me derrito con este nene...
Él entonces cierra los ojitos y yo hago lo mismo. Ha sido un día con demasiada información y todos necesitamos descansar.
-...-
Narra Eugenia:
Habíamos salido de nuestra casa re temprano. Nos quedaba muy poco para llegar a Río Negro. Llevo a Rufina conmigo. Mi hija es mi gran apoyo y sé que la voy a necesitar en estos momentos tan duros.
Una hora después, estoy en la puerta del lugar dónde estuve viviendo un tiempo cuando era niña. Miro a Rufina, ella ya está medio despierta y está mirándome mientras se frota los ojitos:
— Mami, ¿qué pasó?
— Estamos en Río Negro mi amor.
— ¿Tan lejos?
— Si enana, tan lejos.
— No supe que vinimos...
— Fuiste todo el ratito dormida en el avión, y ahora también en el taxi — miro al taxista y él sonríe —. ¿Cuánto es?
— 1000 pesos.
Pago al taxista y le dejo una propina:
— ¿Podría llamarle para que después venga a buscarnos?
— Claro que sí. Me quedaré por la zona — el taxista me da su número.
— Muchas gracias.
— De nada, señorita. Que tenga mucha suerte.
Salgo con Rufi del taxi y agarro la bolsa que traje por si nos tenemos que quedar a pasar la noche... Probablemente tengamos que quedarnos a pasar la noche acá.
— ¿Mami? — me pregunta ella.
— ¿Si?
— ¿Por qué hemos venido hasta tan lejos?
— Mami necesita saber unas cosas sobre su pasado y solo se las pueden contar en Río Negro. Por eso vinimos hasta acá, para descubrir todo lo que pasó. Después te lo voy a contar todo, ¿si enana?
— Sí — ella me abraza y me da un beso en el cachete.
Suspiro hondo y toco el timbre. Al poco tiempo, una señora mayor abre la puerta:
— Buenos días.
— Buenos días... Venía para saber cierta información.
La mujer levanta una ceja:
— ¿Información? Supongo que traerá información del juzgado para saber esa información.
— No, pero traigo esto — agarro de mi bolso mi partida de adopción y se la muerto a la señora —. Yo estuve acá, y me adoptaron acá. Quiero saber sobre mi pasado. Y los mayores de edad adoptados pueden reclamar sus orígenes.
Rufi me mira raro. Si, después va a necesitar una charlista sacadora para que no tenga un trauma por mi culpa.
— Está bien — dice la señora —. Necesito la partida de adopción, y también el documento de identidad.
La doy ambas cosas y ella las revisa:
— Bien. Puede pasar. Ahora mismo voy a buscarla los documentos necesarios...
Paso sonriendo y bajo al piso a Rufina. La doy la mano y la miro:
— No te separes de la mano de mamá. Ahora vamos a ver que la dice la señora a mamá, y después nos vamos a tomar un buen desayuno, ¿dale?
Rufi asiente sin decir nada.
Ambas seguimos a la señora por el pasillo hasta llegar al despacho del orfanato. Nos invita a sentarnos y saca una caja grande de cartón:
— Acá tienen que estar las cosas. Tenemos todo archivado por los años de nacimiento, y usted nació en 1992, así que tiene que estar acá — rebusca un poco y saca una carpeta de color rojo en la que pone María Eugenia Aldana Ferrer, la abre y empieza a mirar todo lo que viene dentro —. Esta es. La trajeron acá después de que las encontraran a su hermana y a usted desnutridas. Usted pasó un tiempo en el orfanato, pero a su hermana la adoptaron enseguida, cuando aún estaba en el hospital recuperándose.
— ¿Y pone ahí como se llama mi hermana?
La mujer lee rápidamente moviendo los ojos de un lado a otro y niega con la cabeza:
— Solo pone que se llamaba Mariana, pero no se sabe nada más. La adoptó una familia y seguramente la cambiaron los apellidos.
— ¿Y no habría alguna forma de contactar con ella?
— Sí, el hospital en el que la internaron después de que la policía las encontrara.
— Quiero el teléfono de ese hospital — digo.
Tengo una hermana, y no voy a rendirme hasta encontrarla y conocerla.
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EL SUMISO
FanfictionPeter Lanzani es un chico cualquiera que acaba de terminar de estudiar administración en la Universidad de Buenos Aires. Tiene 27 años y una novia muy buena: Eugenia. La adrenalina de esta novela comenzará en la búsqueda de trabajo de Peter. Una de...