1. Capítulo 2: Deseos de un líder (1ª Parte)

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—¿Se supone que ya han arreglado sus problemas? —preguntó Haliee, una vez estuvimos recostadas en un árbol, cubriéndonos con varias de nuestras cosas, para mantener el calor.

Levanté la cabeza para ver a Castiel descansando a los pies de un árbol lo suficientemente alejado de nosotras como para no escucharnos, pero no tanto para perdernos de vista. El elfo había dejado de sostenerme, luego de que Haliee llegara con la leña y repartiéramos algo de los suministros que llevamos con nosotros de Esselka.

Aquello no había sido ni por asomo una reconciliación, pero, al menos, la fría hostilidad que me había enviado durante todo el día había terminado y, con un par de palabras, mi amigo había dejado claro que si en algún momento deseaba que sus palabras interrumpieran los susurros en mi cabeza, tan solo debería decírselo y él haría gala de su maravillosa grandilocuencia.

—Dudo que, en un tiempo cercano, me perdone por dejar a Kira con Fressia, sin embargo, creo que las cosas son menos tensas entre ambos —expliqué, sin dejar de ver la figura lejana de mi amigo, quién parecía sereno bajo el abrigo de la noche. Mientras que Haliee y yo movíamos constantemente las frazadas y ropa que nos cubría para aligerar el frío que nos calaba hasta los huesos.

—Es testarudo, pero lo aceptará eventualmente —respondió la castaña y, aunque no podía verla, suponía que una sonrisa adornaba su rostro.

—Sabía que imponerme sobre él lo molestaría, pero no entendí de qué forma hasta que estuvo hecho —reconocí, en medio de un suspiro.

La sensación de culpa de la que fui presa hacía un poco más de una hora, aún me envolvía. No podía dejar de pensar que había algo mal en mí y me asustaba la idea de que, en mi subconsciente, supiera que, más allá de ser una orden que Castiel no podía desobedecer, hubiera evitado herirlo usando las palabras adecuadas.

Ni siquiera culpaba al elfo por todo lo que pasó después, ni por lo que me generó, ya que con todo lo que removí en su pasado, no merecía menos. Además, no había dicho ninguna mentira.

—Si sirve de consuelo, no creo que Castiel tenga razón sobre lo que dijo... —comentó la hechicera, probablemente suponiendo el hilo de mis pensamientos.

—¿El que nunca quiero hacer nada, pero de todas maneras lo hago? —cuestioné, sabiendo que no diría las palabras por miedo a herirme.

—Fue la rabia del momento, él no piensa eso, ¿lo sabes, cierto?

—Honestamente, no lo sé, Haliee —confesé, encogiéndome de hombros—. No puedo dejar de pensar que tiene razón. Puede que ustedes no me culpen, pero no significa que yo no lo haga. Tenían vidas tranquilas hasta que me crucé en su camino...

Recibí silencio como respuesta. Mas, cuando estuve dispuesta a cerrar los ojos para dormir, Haliee habló.

—¿De verdad crees que si eso último fuera cierto estaríamos aquí, pasando la noche bajo un árbol sin un destino aparente?

No respondí esa pregunta, porque no creí que Haliee quisiera una respuesta. Sin embargo, fue ese interrogante, junto a las palabras de Castiel durante el día, las que me mantuvieron gran parte de la noche en vigilia. Si bien sabía que la primera opinaba distinto, y que el segundo se había dejado llevar por la impulsividad del momento, era a mí misma a quien no lograba perdonar, pues el por qué fueron pronunciadas no las hacía menos ciertas y no podía negar que sentía algo verdaderamente torcido en mí.

Me era difícil no cuestionarme si realmente era una persona malvada e incapaz de controlar sus impulsos o si aquello no era más que un triste infortunio del destino que confabulaba contra mí... Sin embargo, el inequívoco recuerdo de Lía riendo al ver el mundo arder en una de mis visiones, me dijo que tal vez no estaba tan errada y que mis teorías no parecían ser tan desproporcionadas.

CDU 4 - La travesía de los Eternos [BORRADOR COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora