1. Capítulo 8: ¿Confías en mí? (2ª Parte)

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¿Qué si confiaba en él? Honestamente, no lo sabía.

¿Qué si podía darle un voto de fe, luego de que intentara mitigar las dudas que tenía alrededor d él? Por supuesto que sí.

¿Qué si quería que me besara? No tenía ni que preguntarlo, porque cada minúscula parte de mi cuerpo estaba concentrada en el calor que sus manos estaban generando en mi con tan solo tocarnos de la manera inocente en que lo estábamos haciendo.

No solo podía permitir que me besara, yo estaba absoluta y totalmente dispuesta a hacer que sucediera, por lo que, sorprendiéndonos a ambos, me levanté sobre mis rodillas y me incliné hasta cerrar las distancias entre ambos, acallando todas las dudas que me carcomían y respondiendo de manera implícita un par de las preguntas que me formuló en su última declaración.

Como estaban las cosas, me sentía incapaz de emitir un juicio que fuera acertado y que permitiera que ambos pudiéramos sentirnos satisfechos con la situación. Sin embargo, nada me impedía que permitiera que ambos pusiéramos en manifiesto la intensidad de los sentimientos que nos embargaban.

Mi boca se presionó sobre la suya, agrietada ya por el frío, y, tomando la decisión de ser yo quién dirigiera la situación, abrí mis labios y delineé con mi lengua su labio inferior, esperando que Alhaster saliera de su estupor y diera la bienvenida a mi intromisión.

Por supuesto, mi dragón no tardó mucho en responder. Liberó nuestro agarre en su regazo y, con un ímpetu que me hizo jadear de la impresión, llevó una de sus manos a mi cuello y la otra a mi mejilla izquierda, guiando nuestro labios en un baile de seducción que me dejó sin aliento.

Nuestros labios, como había sido mi intención primaria, ya no compartían un roce delicado sino que respondían a los envites del otro con succiones, mordiscos y una intensidad abrumadora. Alhaster estaba tomando todo de mí, dejándome solo respirar en los momentos en que sus labios descendieron por mi cuello, cubriendo cada parte de mí que podía con besos húmedos.

Mis manos entonces dejaron de intentar buscar un lugar en que reposarse y subieron a su cabello, tomando entre mis dedos varias de sus largas y rubias hebras, para guiar su acometida en cada parte de mi piel expuesta que necesitaba su atención. Estaba más allá de mí y que mi camisón permitiera tantas libertades en la parte superior de mi cuerpo logró que Alhaster incluso colonizara el comienzo de mis pechos.

—Na-nada de-de ma-marcas —susurré, cuando sentí, una vez más, que tal como en la tribu licántropa, sus dientes habían decidido dejar pequeños y ligeros mordiscos en mis hombros y clavícula, abandonando, gracias al cielo y mi cordura, su intento de liberar más de lo que mi ropa estaba dispuesta a ofrecer.

Tarde me di cuenta que empezaba a ser levantada del suelo, con los brazos de Ahaster ahora sosteniendo espalda y cuello, de modo que no tuviéramos que romper el contacto entre nosotros. Estaba tan enfocada en la tarea de besarnos hasta dejarnos sin aliento, que no percibí el momento en que la sabana que me protegía dejó de hacerlo... no obstante, supongo que la ausencia de la misma fue la que me hizo notar, cuando fui tendida en el mueble, que un arrugado papel descansaba bajo nosotros.

Abrí mis ojos, por la molestia y, invocando más fuerza de voluntad de la que creí supondría, tuve que detener a mi dragón, cuando los hábiles dedos de su mano derecha empezaban a ascender por mi muslo izquierdo, llevando consigo mi ropa de dormir.

—Espe-pera —alcancé a pronunciar y, como si acabara de decir que el mundo se acabaría en ese instante, Alhaster saltó lejos de mí, respirando agitado.

—Mierda, lo siento, Ilora, yo... yo no me controlé —dijo la voz mortificada de mi dragón, quién se acercó lo suficiente para ayudarme a acomodar sobre mi misma, ya que aparentemente todavía no lograba reponerme de sus avances y estaba tan trastocada que, en mi primer intento de levantarme, casi caigo de vuelta sobre mi espalda.

CDU 4 - La travesía de los Eternos [BORRADOR COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora