CDU 4 - La travesía de los Eternos [BORRADOR COMPLETO]

2. Capítulo 16: El amado rayo de luz (1ª Parte)

Asentí con los ojos nublados por las lágrimas y me sentí culpable por estar feliz al encontrar a mamá. Me sentí mal por abrigar emoción ante la expectativa de ver a mi familia, cuando acababa de perder a mi mejor amiga. Cuando había perdido a Piwi, cuando Eliden y Brennan huían con mis responsabilidades, mientras Cassie se encerraba en un lugar que la obligó a herirnos y cuando Alhaster seguía recuperándose de las secuelas de ello.

Cubrí mis ojos con mis manos y oculté mi cabeza en su pecho, no pudiendo controlar las emociones confusas que me abrumaban. Mis sollozos dejaron de ser silentes y los espasmos que estuve conteniendo por tanto tiempo fueron cubiertos por los brazos de mi padre que me rodearon con fuerza.

—Si necesitas descansar antes, Sung lo entenderá...

—¡No! —exclamé, alejándome de su agarre y sonrojándome al darme cuenta que había gritado en medio del pasillo—. Lo siento, papá... quiero decir que estoy bien, quiero verla ahora, es lo que más deseo.

—Lo supuse... —confirmó Haru, sonriéndome y utilizando ambas manos para secar las lágrimas de mis mejillas—. Vamos ahora...

Asentí, recibiendo su mano en la mía. Sin embargo, antes de abandonar mi lugar junto a la puerta que me separaba de la habitación, apreté su mano y detuve su avance.

—Me gustaría ir con Castiel, si no te molesta...

Papá me observó confundido, pero no abandoné mi resolución, hasta que la puerta fue entreabierta revelando el desnudo torso del elfo que me empujó un paso lejos de la habitación y hacía Haru.

—Merde, de ninguna manera. Necesitas tiempo de calidad con tu familia —descartó, revelando que muy probablemente había estado escuchando todo lo que hablé con papá.

—También eres mi familia... —declaré con el ceño fruncido, observándolo negar con vehemencia.

—Y tú eres la mía, pero no has visto a tus padres casi la mitad de este viaje y mereces tiempo a solas con ellos.

—Necesito saber si agradecer que estén tan unidos o molestarme por ello —suspiró papá, interrumpiéndonos y haciendo a Castiel rodar los ojos y sonreír como el gato Cheeshire.

—Depende de qué tan feliz te haga saber que reforzamos nuestro vínculo durmiendo juntos con ella desnuda.

—¡Castiel! —chillé, cuando cerró la puerta con rapidez en la cara de Haru, que avanzó con rapidez hasta él. El elfo río con fuerza desde el otro lado y papá gruñó molesto, aporreando la gruesa madera.

—Solo llévatelo, Ilora, necesito un baño y una buena siesta —exclamó desde el otro lado y, aun sabiendo que no me vería, asentí, arrastrando a mi padre lejos de la puerta.

Reí en voz baja y observé a mi padre sonreír sin remedio, mientras negaba con la cabeza y se colocaba a mi par para poner un brazo por encima de mi hombro y guiarme a través de los pasillos decorados con pinturas de paisajes acuáticos e iluminados con antorchas cuyo cabezal eran conchas de caracol con velas de gruesa cera.

—¿Hay una razón para estar desnuda? —preguntó papá algún momento después. Sin embargo, por ir a su par, no pude saber qué gesto hizo y tuve que asumir a dónde se orientaba su interrogante.

—No es lo que te imaginas —respondí.

—Considerando que me parece que el elfo no disfruta compañía femenina, estoy bastante seguro que no pensé lo que tú crees —bromeó papá y no pude rechazar o confirmar su teoría pues siguió hablando, escuchándose preocupado—. En realidad, me refería a si te ocurrió algo.

—Nada que no haya superado ya, despreocúpate, pero te contaré todo cuando estemos con mamá.

Girando varias veces, hacia pasillos que conducían a la derecha, descendimos por unas estrechas escaleras en espiral, iluminadas con las mismas conchas de caracol que había visto anterioridad. Pero, esa vez, el sonido de un bellísimo canto inundó nuestra silenciosa caminata. Era mamá y no necesité preguntarlo para reconocer su voz.