CAP. II

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-¡Ahss!, ¡fíjate por dónde vas imbécil!

-¡Ah!, ¿cómo tan hermoso Omega, puede expresar tan crueles palabras?

-Todo lo que tenga que ver contigo ¡me importa un rábano Jean!

-Eso duele... ¿princesa?

-¡Muévete!, necesito ir al tocador.

-¿Cómo?, la princesa necesitara que le escolte ¿no es así?.

-¡Aléjate!

Haciéndole a un lado con una mirada despectiva este le detiene, y acercándose a él, le habla...

-Enojado te ves más ardiente, Katsuki –susurrándole al oído.

Yuuri, reaccionando le ve con desdén y separando su brazo se aleja de este, para luego dirigirse a donde su rubio amigo se encontraba y marcharse del club. Llegando a su casa, se encuentra a Viktor saliendo de ella, que al verle llegar, inmediatamente borró la sonrisa de su rostro, mostrando un evidente enojo, el cual en cierto modo le dolió, pero para ese momento, el nipón decidió ignorar, subiendo a su habitación sin dirigir palabras.

*

A la mañana siguiente, el abuelo junto a sus tres nietos, Mila, Christophe y Yuuri y su adoptivo hijo, Viktor Nikiforov, los tenía reunidos, con el propósito de aclarar los malentendidos y aminorar la tensión generada por su arbitraria decisión antes tomada.

Ambos hermanos, la pelirroja y el rubio, todos son medios hermanos, pues sí, el padre de Yuuri, Adimel Hisakawa, hijo mayor de la familia, fue un hombre pasional por largos años, sus hijos, quienes fueron concebidos de distintas madres, adoptaron el apellido de estas para perdurar sus recuerdos, y el castaño, hijo de madre japonesa, siendo el menor de la partida, es el más celoso de ellos, con su abuelo.

Los cuatro, sentados en la sala familiar, con el mayor observándoles desde el sillón central, se miraban a las caras, en ascuas y preocupación, pues desconocían el motivo por el cual el abuelo les reunía.

Luego de largos minutos de incomodo silencio, el mayor toma la palabra...

-Mis queridos nietos, he vivido largos años, conozco sus vivencias y me enorgullezco de ustedes, pues han crecido con amor y se han encargado de regresármelo con sus atenciones, pero ya es hora de que comience a desprenderme de mis obligaciones. Comenzaré por Christophe, mi pequeño zorro, tú serás quien administre las haciendas de la familia, con el fin de que se conserven y generen ingresos suficientes para que puedan ser usadas para provecho, solo exijo una cosa, que dejes tus aventuras de hombre de mundo y te centres, a ver si algún día, te atreves a darme nietos, como Alpha y el mayor mayor de mis nietos, espero de ti la escogencia de un excelente Omega que perpetúe nuestro linaje y me pagues con una digna descendencia.

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