Capítulo Treinta: Adiós

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Maratón 3/3

Maratón 3/3

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KHALESSI

Todo sucede demasiado rápido para estar pendiente de ello. Solo basta que intercambie una cierta mirada con mi cuñada para saber lo que ambas queremos hacer. Nunca la he visto tan enojada, así que no pienso desaprovechar esta oportunidad la cual puede ser única en toda mi vida. 

Ambas salimos del taller mecánico siendo seguidas por mi hermano mellizo, quien no tiene ni la más mínima de lo que está por suceder en menos de lo pensado. Ni siquiera hago contacto visual con el padre de mi bebé cuando me llama, al contrario, paso de largo dirigiéndome hacia donde se encuentran aquellas dos mejores amigas las cuales nos han hecho sufrir demasiado a Claudia y a mí.

Son tal para cual, por esa razón son mejores amigas. Ambas aman la misma cosa: arruinar relaciones felices. Y todo eso es porque ellas no son felices, porque no soportan la idea de que alguien más sea feliz cuando ellas no lo son. Son mujeres las cuales se encuentran frías y carecientes de amor, vivas y huecas. Y ellas jamás van a cambiar a pesar de jurar que lo harán. 

—¡Kai, no! —La voz de Judah se encuentra demasiado lejos.

—¡Claudia!

Pensar en que estuvo tan cerca de separarme de Judah hace que todo el enojo entre en mí y no lo pienso más. No le doy tiempo de reaccionar cuando alzo mi puño derecho y golpeo su rostro, su nariz siendo el blanco. Cae de bruces al suelo por el impacto, su nariz comenzando a sangrar inmediatamente. Me tumbo sobre ella y comienzo a tirar de sus extensiones, ella tratando de defenderse de mis golpes, pero el enojo me ha dado fuerzas suficientes. De una sola bofetada consigo detenerla, mis manos aferrándose a su cuello con fuerza, tratando de hacer un poco de daño.

—¡Eres una maldita zorra, Roxanne! ¡Espero que lo sepas! —le grito una y otra vez. La abofeteo, provocando que suelte un chillido de dolor —. ¡Jamás te vuelvas a meter con mi familia! ¡Porque te juro que te mato!

—¡Déjame en paz! —me suplica llorando.

—Ahora no eres tan valiente y rompe relaciones, ¿verdad zorra? —cuestiono burlándome de ella —. Ya no eres aquella idiota que se metió a mi casa con la intención de robarse al padre de mi bebé. No, ahora eres lo que en realidad está detrás de toda esa fachada de prostituta barata: una mujer hueca y vulnerable.

—¡Cállate! —trata de tumbarme, pero de un solo golpe la vuelvo a inmovilizar. 

Estoy más que segura que mi padre se sentiría orgulloso de verme utilizar las cosas aprendidas en mis clases de defensa personal que tomé cuando era una niña inocente. Lo único que quiero hacer es destrozarla en dos, a ambas, hacerles sentir, aunque sea un poco de lo que nosotras sufrimos cuando ellas estaban abriéndose de piernas para ellos, quienes tampoco salen ilesos de esta pelea.

Claudia se encuentra gritándole de cosas a Vanessa, quien como la arrastrada serpiente que es, llora pidiéndole que no le haga más daño. Pensar que solamente es un poco de lo miserable que pienso hacer la vida de ambas. Se han metido con las personas equivocadas, y aquello es algo que van a lamentar por el resto de sus vidas. Solo me basta con una llamada a mi padre para hacer que las dos no vuelvan a trabajar en toda su vida y terminen pidiendo limosna en las avenidas de las calles, o que por hagan su trabajo de siempre: abrirse de piernas.

Judah ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora