La granja

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Al descender de los vehículos, vi a María, por lógica ella supo que ya estaba al tanto de lo sucedido con Javier.
Acercándose a mí me sonrió y dijo.

-No te preocupes, hizo lo correcto...

-Si pero...

-Nada de lo que digas o hagas lo traerá de vuelta... Aquí las únicas personas que vuelven a vivir, son las que quieren comernos.

Después de eso, no volvimos a tocar el tema.

-James y amigos... Sean bienvenidos, sientansen en casa.

Clamó el teniente, parado frente a la puerta.

La granja era enorme, al parecer había sido abandonada hace poco tiempo atrás.

Marina y Luis se me acercaron abordandomé.

-Son personas de confianza?

Me preguntaron, con incredulidad.

-Aparte de que nos acaban de salvar la vida, ellos me salvaron antes, ya se los dije... Confió en ellos con mi vida...

-Esa chica... María, no confió en ella...

-Tú tranquila, es así siempre...

Le dije, a mi hermana, no entendí bien por que María no le simpatizaba... A parte de ser altanera y un poco mal hablada yo creía que tenían mucho en común.

Ya dentro de la granja, nos relajamos, todos parecían haber olvidado de que hacía menos de una hora habíamos burlado una vez más a la muerte.

Chris y Mei se alegraron de verme y conocer a mi familia y no sólo Marina, sino que Luis, Ivana, Nati y por supuesto David.

Por consejo mío Ivana y Xing se pusieron a conversar y compartir conocimientos en medicina.

Ambos grupos se habían mimetizado bien en dos horas.

Perdido en mis pensamientos, sentado en un cómodo sofá, analizaba todo lo sucedido desde el día cero.

Una mano que se posó en mi hombro, me provocó un sobresalto, trayéndome al presente.

-James, podemos hablar?

Me preguntó seriamente Thomas, el teniente parecía estar consternado de alguna manera.

-Si claro...

Por la mirada que me dedicó supe, que la charla sería en privado.

Sentados en la escalera de frente de la granja, bajo un cielo despejado y estrellado, estuvimos unos segundos en silencio.

-Teniente, yo...

-Me preguntaste...

Nos interrumpimos mutuamente.

-Perdón, usted hable.

Dije cortésmente.

-Me preguntaste, porqué no decidimos continuar el viaje... Lo medité y al parecer no habían muchas posibilidades de llegar, el temor a esos malditos, los hijos de Lucifer, me hizo actuar sin pensarlo... Sabes, tenemos armas y un buen equipo, pero eso no es suficiente, no tenemos un destino...
Somos como un barco a la deriva...

A toda respuesta, saqué el cuaderno que tan celosamente había protegido.

-Que es eso?

-El destino... No fuí del todo sincero con ustedes.

Fue así que le conté sobre el origen de el virus, las armas y la motocicleta que poseía el día que nos conocimos.

Esperé ver reproche en su rostro, pero no fue así, noté comprensión.

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