Rodeados

3.1K 181 59
                                    

Al mediodía de la mañana siguiente Luis despertó. Yo me había quedado toda la noche cuidandoló, por decisión mía Marina e Ivana habían dormido juntas en la habitación de al lado
Y ahora cocinaban el almuerzo.

—Parece que vivirás para luchar juntos.

Le dije a Luis que se sentó en la cama.

—Cuanto tiempo pasó?

Preguntó sin mirarme.

—Dos días, encontré a una farmacéutica que nos ayudó.
Ahora ella y Mari están cocinando.

—Me puedes dejar un rato a solas.

—Está bien.

Sin forzarlo a platicar lo sucedido bajé a la cocina.

—Ya despertó.

Informé al entrar a la habitación.

—Está bién, sólo necesita un tiempo para asimilar todo.

Agregué, sabiendo que Marina querría ir a verlo, había notado hace unos meses atrás que ellos se estaban haciendo muy cercanos, pero no presté mucha atención, me dirían si algo pasaba entre ellos, además mi hermana no me podía mentir, yo siempre la he podido leer como a un libro.

—Eso es lógico, perder su mano y de esa forma, es un golpe muy duro para alguien tan joven.

Aseguró Ivana.

Al verla no podía creer, su edad, ella tenía casi treinta años, casi el doble de mi edad, la de Mari y Luis.

Media hora pasó hasta que mi amigo decidió bajar a la cocina.
Al verlo Marina fué a abrazarlo y después de un breve momento recuperó la compostura y lo separó casi bruscamente.

—Luis, ella es Ivana, nos ayudó a curarte.

—Gracias, es un placer, le daría la mano pero no es posible.

Saludó él, riendo falsamente.

—Sentido del humor, es una buena señal, lamento mucho lo que te sucedió y el placer es todo mío.

Correspondió la farmacéutica.

Luego de un almuerzo donde se habló poco, consensuamos el plan de esperar seis días más.
Luis no estuvo de acuerdo y argumentó que en un día más podríamos irnos, Pero se resignó cuando lo propuse a votación.

La semana pasó más rápidamente de lo que hubiese imaginado, Ivana se adaptó muy bien a nosotros y viceversa, era como conocerla de toda la vida.
Y la verdad siempre era curioso los momentos esos en que me sorprendía mirándole los pechos o el trasero, ella se limitaba a reír y yo me hacía el desentendido.
Por su lado, era evidente que mi amigo y mi hermanita andaban en algo, hasta la farmacéutica lo había notado.

—Hoy es el día, debemos prepararnos, pero no lo lograremos si vamos a pié, debemos conseguir un vehículo.

Con ése breve y conciso mensaje terminé el desayuno.

—Pero... cómo? Tu sólo sabés conducir motos y Luis también, yo directamente lo único que sé manejar es bicicleta.

Alegó Marina.

—Yo sé conducir automóvil y camionetas, además mi auto está cerca de la farmacia estacionado.

Interrumpió Ivana con una sonrisa.

—Ves ya está resuelto.

Le señalé a Marina.

—Pero, tengo que ir?

Agregó Ivana demostrando temor a la idea de salir de nuevo al exterior.

—Yo te protegeré, como lo hice la primera vez.

La tranquilicé.

—Está decidido, Ivana y yo vamos por su vehículo, ustedes esperan acá y juntan toda la comida y agua que puedan, no sabemos si el centro de refugiados tendrá provisiones de sobra.

Nos despedimos y junto a Ivana nos dirigimos a la farmacia, sus llaves habían quedado allí.
Las calles estaban considerablemente llenas de esos engendros caníbales, se veían aún más lento que hace una semana, pero aún resultaban una amenaza.

Ivana, se notaba muy impactada por el hecho de ver cadáveres animados queriendo comer cada gramo de carne que pudiesen.

Y fué allí que cometió el error, uno de los zombis se acercó demasiado a ella, quién paralizada no pude usar mi hacha ya que en la casa había quedado, estaba con hincarle los dientes en el hombro, pero pude atinar a dispararle en la cabeza al muerto carnívoro, rozando la bala muy cerca de la cabeza de la atemorizada mujer.

—Mierda, ahora todos los zombis del área nos perseguirán.

Musité, prediciendo un hecho muy cierto.
Tomé a Ivana de la mano y me dispuse a correr con ella hasta la farmacia seguido por la horda que se había reunido.

Al llegar a la puerta trasera del local en que una semana antes había conocido a mi compañera entramos y trabé con un estante la puerta.
Del lado de afuera se oía como los desalmados caníbales ansiaban nuestra carne.

—Ahora que haremos?

—Esperar, no queda otra solución.

Pasó una hora y seguían allí, pasó otra ... dos, tres, cuatro, ya había perdido la noción del tiempo y lo peor de todo en el frente de la tienda los zombis también se habían reunido, no en el mismo número, que en la zona posterior pero eran suficientes para rodearnos y terminar en sus bocas.

—Se acabó, moriremos.

Soltó pésimistamente la mujer sentada al lado mío.

—La horda, tarde o temprano tirará la puerta abajo y nos matará.

—Puede ser.

Respondí, ya con menos esperanza.

—Al menos tengo cinco balas más en el arma.

Susurré.

—Pero maldición, tengo quince años, no puedo morir así, no quiero morir así ... encima virgen.

Exclamé en un arrebato de bronca e impotencia. Ni si quiera había pensado bien las palabras, pero Ivana si escuchó y pensó lo que dije.

—Jajaja...Eso, se puede solucionar...

Atónito escuché eso, se refería a lo que yo pensaba que se refería???

____________________________________________________________________

Cazadores De ZombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora