Capítulo 7: Un amour oublié

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Esperé y no logré escuchar nada, no sé porque pensé por un momento que podía ser cierto.
Me fui directo a mi camerino.
Cuando cerré la puerta me habló:

–No creí que vinieras.
–Quería demostrarle que mi falta de compromiso no es demasiada.–
Dije con cierto tono sarcástico que sabía que le había molestado y yo esperaba ya un reproche...
–¿Quién es Madame Valerius?

Su curiosidad pudo más contra su enojo para conmigo, me sorprendí al oirlo, hasta me costó hablar.
–Es...– me aclaré la garganta. –Es como mi madre, ella me cuidó cuando mi padre faltó.
–¿De dónde la conoces?
–Usted en un Ángel muy curioso.– se quedó callado, había algo muy humano en su curiosidad, como un deseo de saberlo todo y controlarlo todo, así que contesté.

–Su esposo descubrió a mi padre y nos trajo aquí a París, ambos murieron y nos quedamos solas y juntas.– suspiré. –Es más mi amiga o mi compañía.
–Estás muy enferma de la garganta, ve a casa, no hables mucho y no salgas al frío.
–Está bien.– dije algo sumisa.
–¿Nos vemos mañana?
–No, hasta que te mejores.

Me despedí y me marché de ahí, me tocaba un largo descanso...

UN MES, ya ha pasado un mes, mis sesiones de canto han mejorado bastante, la voz se sigue portando como siempre.
Nunca me felicita o me adula cuando hago algo bien, y sus reglas son igual de estrictas que él. Hemos avanzado mucho en los dos meses que llevamos.
Estaba tan agradecida con mi padre por al fin escucharme y por mandarme a mi Ángel.

Estaba con Meg en mi camerino, ella venía algunas veces y la voz siempre me pedía que la corriera pero nunca tenía el corazón para hacerlo.

–¡No!, ¡noooooo! Y la Sorelli...– dijo en tono de chisme. –¡no sabes!
–¿La Sorelli?
–Es la bailarina principal, todas la seguimos a ella.– hizo una breve pausa. –Es muy guapa y no sabes que chisme.

–¿Por qué no solo se va?– me preguntó mi Ángel con tono de hastio.
Yo solo sonreí. Siempre me acompañaba con su voz cuando estaba en el Palacio de la Ópera. Fuera jamás.

–Ya sabes lo que algunos piensan de nosotras, la mujeres de teatro.– dijo con algo de tristeza.

Si lo sabía, algunos pensaban que eramos unas prostitutas con talento.
Asentí a su comentario.
–¡Bueno ella tiene un amante de la nobleza!
Levanté las cejas en tono de sorpresa.
–¿Hablas en serio?– pregunté.

–¿Sorprendida?– preguntó el Ángel como si fuese algo obvio.

–Si Christine, ella es amante de un hombre de sociedad, el frecuenta la Ópera muy seguido y siempre se le puede ver en su palco.– me dijo Meg. –Es un hombre muy guapo y joven.

–Christine...– me dijo el Ángel exasperado.

–Meg, será mejor que te vayas, ya es tarde.
–Pero no es tarde Christine, ¿por qué te has vuelto tan cerrada? Ahora te esperas a que acabe amiga mía.
–Esta bien Meg, entonces la Sorelli es amante de un hombre noble de París que tiene un palco y es muy guapo.
–¡Si! Y una que otra vez ha venido con su hermano, que es todo un encanto.- puso un rostro de amor en su cara que me provocó una risa.
–¿Y esto es un secreto?– me paré para recoger y acomodar unas cosas
–Bueno, no tanto así, todos lo sabemos pero ella no sabe que ya es un chisme, mi madre piensa que se podrían casar.
–Sería muy bueno ¿no?
–Pero él no la quiere para algo formal, es un hombre que sabe con quien y se nota que es un controlador.
–Bueno Meg, a lo mejor él decide que la quiere como esposa.
–Puede que hayas oido su nombre en algún periódico.
Yo alcé los hombros.
–Nada más que el Conde Philippe de Chagny.

Lo que tenía en mi mano cayó al suelo, sentí como quedé estática al oir de Chagny... Raoul, mi adorado Raoul estaba más cerca de lo que pensaba.
Tan cerca y tan lejos.

–Christine ¿Estás bien? Te pusiste pálida.
–Este... Perdón Meg, no sé que me pasó, no he oído de él.
–Bueno...
–Meg, crees que me puedas dejar sola un momento.
Ella rodó los ojos y respondió:
–Si Christine, si se te ofrece algo, dime.

Se marchó dejándome en total silencio, observé lo que tiré al suelo de la sorpresa.
No podía creerlo.
Era la fotografía de mi padre, corrí a recogerlo.
Tomé los vidrios y los deposité con cuidado en el basurero.

–¿Qué fue tan sorprendente para que tu padre terminara en el suelo?
–Nada, me sorprendío lo del Conde, creí que era un hombre muy recto.– Acomodé la foto en su lugar.
–¿No dijiste que no lo conocías?–
Tenía un tono en la voz que nunca le había oído.
–No le conozco, solo sé quién es, como todos.

Ya no me dijo nada, le di las buenas noches y me marché.

–¡Madame Valerius! ¡Madame Valerius!– llegué corriendo
–¿Qué pasa niña?
–Raoul... ¡Va a la Ópera con Phillipe!
–¡El vizconde! Que bueno niña, ¿le has visto?
–No, pero mantendré los ojos abiertos.
La abracé muy fuerte.
–¿Qué opina el Ángel?
–No le he dicho, se molestará conmigo.
–No se lo podrás ocultar Christine.
–Lo sé.–  bajé la cabeza.

No tenía la intención de mentirle, el Ángel siempre sabía todo, era como si me observara cada hora del día.

Al llegar a mi habitación todos mis pensamientos giraban en torno a Raoul y pensé en cuando lo había amado.
Raoul, ese niño que fue corriendo al mar para recuperar mi bufanda.
Mi mejor amigo.
Sin darme cuenta un sentimiento de culpa me invadió, el Ángel no me perdonaría estos pensamientos.
Debía escoger entre esa voz perfecta que me guía o un amor imposible de la infancia.
Toda mi vida tuve que escoger entre ellos dos.

The Angel of MusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora