Capítulo 9: Très vite

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5 días desde aquel incidente, llegaba a cantar yo sola a mi camerino esperando que llegara a unirse conmigo, pero nada, me había dejado, me volvía a sentir sola, como nunca antes.

–Christine– llamó Meg a la puerta  –¿Puedo entrar?
–Adelante.
–Vine porque me preocupas, te veo peor que nunca ¿Todo bien?

¡NADA ESTÁ BIEN, MI ÁNGEL ME HA ABANDONADO POR MIS ESTÚPIDAS FANTASÍAS DE NIÑA!

–Si– respondí suavemente
–No, pareces muerta, estás pálida, te ves más delgada y los ojos los tienes perdidos.
–Meg, estoy bien.
–Ni quién te crea Christine Daaé ¿Es por un hombre verdad?

Su pregunta me sorprendió.
Y antes de poder negarlo comenzó a hablar.

–Los hombres son unos malditos algunas veces, te buscan cuando quieren, tienes que ser perfecta para ellos, y cuidado en equivocarte porque te dejan cuando les vayas y te amenazan con dejarte, creyendo que son lo mejor del mundo, pero dejame decirte que siempre regresan.

Me sorprendí porque curiosamente coincidía con mi Ángel pero si los hombres volvían, el que era un ser divino puede que no.

–Meg, no hay ningún hombre.
–Pues no parece, te ves como una dejada, espero no le hayas rogado.
–No hay a quién rogarle, Meg– ya me estaba desesperado.
–Ya vendrá alguien que te valore, que de verdad te ame.

Mis ojos amenzaban con llorar, mi Ángel debería pensar que el amor es lo más mundano que existe, si le dijese que le amaba se enojaría conmigo.

Le amaba, y me di cuenta cuando se marchó que le amaba.
Siempre me enamoraba de algo que no podía ser mío, ya consideraba la muerte para poder estar con él y mi padre.
Y que jamás me vuelvan a abandonar.

Meg me abrazó con ternura
–Voy con las demás, ¿gustas venir?
–En un momento te alcanzo.
–Perfecto– me sonrió y se marchó

Me recompuse como pude, me enguajé la cara y la maquillé un poco, me veía mejor, pero seguía igual de muerta por dentro.
Me dirigí a la puerta para irme.

–Christine...

Oí su hermosa e intoxcante voz, me sentí tan plena en un momento, pero a la vez tuve miedo.
"Los hombres siempre vuelven" me había dicho Meg.

–Ángel...–  le hablé sin voltear
–Creí que me habías abandonado.
–Si te le entregas a él tu corazón, no tendré de otra más que marcharme para siempre.

Había tanto dolor en su voz que pasó de lo divino a lo terrenal, no me lo imaginaba con un Ángel ya, sino como un hombre.
Sentí su voz detrás de mi, tan cerca, que volteé instintivamente.
No había nadie, pero su voz no sonaba en mi cabeza sino que parecía salir del espejo.

–Mi alma es tuya, mi devoción, mi mente, él no significa nada.
–Eso no parecía cuando hablabas de él.

¿Por qué hay tanto dolor en su voz?
Caminé casi sin darme cuenta hasta el espejo, donde sentía que podíamos estar tan cerca.

–No tienes porque estar celoso, Raoul no es nada para mi, lo prometo.
–¿Celoso?
–Madame Valerius identificó tu sentimiento como celos, a mi me pareció algo poco probable.

Comencé a llorar de emoción al tenerlo de vuelta, tuve tanto miedo de perderle y perderme a mi junto con él.

–Quiero que me lleves contigo, lejos de todos.– mi voz salió con una pena inoresionante. –No quiero volver a perderte.

Pasaron unos minutos antes de que contestara.
–Muy pronto.

Muy pronto era la promesa más hermosa que me habían hecho después de la que me hizo mi padre al morir.

Muy pronto, el Ángel ne aseguró que me llevaría con él.

Muy pronto...

–Pero antes debes estar preparada para el viernes en la noche, debes interpretar a Margarita.
–Lo haré, te lo prometo, estaré lista.
–Ya lo estás, te he escuchado, cada mañana.

No había en su voz el tono autoritario y demante que siente tenía, solo era su hermosa y serena voz.
Me comenzó a cantar y a llenarme de él, y de su voz hermosa, cerré los ojos para disfrutar de cada nota sin perderme ninguna, era tan perfecto y muy pronto me llevaría con él.
Me dejé intoxicar con su voz, dejé que invadiera mi cuerpo y mi alma, que mis sentidos solo le prestaran atención, podía sentir por un breve instante que su canto era todo mío, solo para mí.
Añoraba el pasar de las horas por oírle cantar.
Ya no existía nadie: Madame Valerius, Raul de Chagny, Meg, ni inclusive mi padre.
Solo él y yo.
Mi alma era completamente suya.
Mi amor en su mayor parte.
Y mi ser.
Dedicado solo a la voz.
Cuando dejó de cantar volví a la realidad, pero ya no estaba sola.
Me sentía viva de nuevo.
Él estaba conmigo.
Mi amada voz.

Muy pronto, me prometió, muy pronto...

The Angel of MusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora