Estaba estática, no hacía movimiento alguno. Raoul me ayudó a hacer lo preparativos, al final la enterramos por la tarde junto al profesor Valerius, su amado esposo.
Ese día París estuvo helado, muerto.
No podía llorar de la impresión que sentí, volví al punto donde me encontré hace algunos años cuando mi padre murió.Sola. Muerta
Estaba viendo su lápida. Tallada en piedra. Raoul a mi lado, tomando mi hombro en complicidad. Meg y Madame Giry incluso estuvieron ahí.
La tarde llegó y la oscuridad con ella.
-Christine, no te puedes quedar aquí toda la noche-
-Déjame Raoul, déjame, quiero estar sola...- apenas y podía pronunciar palabra.La doncella lloraba igual que Raoul lo hizo... yo... estaba quieta, tan quieta.
Raoul temía por mí. Le dije que la doncella que quedaría conmigo y me prometió que me buscaría mañana temprano.Al final le pedí a la doncella que me dejara sola, quería la soledad, la necesitaba.
Cuando me encontré en silencio me derrumbé en el suelo y grité. Grité tan fuerte como mi garganta lo permitió y caí en mis manos al suelo frío y terroso.
El frío me calaba la piel.
Pero no importaba.
Las lágrimas saladas surgían de mis ojos sin poder controlarse.
Lloraba con desesperación terrible por la pérdida de mi alma.Ya por favor... ya no más- suplicaba en silencio.
¿Qué más debía soportar ahora?
Estaba perdida.El camino estaba oscuro, necesitaba que me salvaran de caer de aquel abismo.
Mi madre, por segunda vez... a muerto.Oh que terrible, que terrible.
Hacía más y más aire. Me quemaba la piel.
Moriría aquí de hipotermia.
Pero no me iría. No podía irme todavía.La abrazadora soledad... tan fría como el hielo pero penetra hasta lo más profundo del alma y transtorna la mente.
Mis lágrimas brotaban involuntariamente. Resvalaban para caer en el suelo y desvanecerse.
Me incorporé para quedar incada, con la cabeza baja frente al nuevo hogar del cuerpo de mi madre.
Temblaba mi cuerpo, temblaba por estar expuesta al frío.
No podía moverme, me resigné a seguir llorando en mi lugar.Sentí la cálida tela caer sobre mis hombros, protegiendome como un escudo de todo y todos.
Su olor llenó mi al rededor.
Siempre ha tenido un olor maravilloso.Nos quedamos quietos durante más tiempo, hasta que me reincorporé.
Mi cara debía parecer un asco, y las lágrimas todavía protaban pero ya no de forma desmedida.
Me encontré con mi compañero de frente.
-Lo lamento mucho, Christine-Yo solo asentí agradeciendo el gesto.
Me mostró las dos manos y cerró el puño, como si fuese un mago desprestigiado sacó un pañuelo de su mano cerrada y me lo ofreció.
El acto me hizo reír débilmente.-Tengo que ir a mi casa...- surruré
-Cre... crees... ¿Crees que me puedas acompañar?Él solo asintió con la cabeza no muy seguro.
Me percaté que no traía capa, la que dejó caer sobre mí debía ser la que traía puesta.-Erik, morirás de frío- dije con tono calmado sin emociones.
-No me afecta el frío como crees-Le miré y no le volví a decir nada.
Caminamos a mi pequeña casa en silencio.
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The Angel of Music
De TodoEl Ángel de la Música sería más que una historia llena de ilusiones y para una chica en particular, era una promesa. Llegar a terreno extraño, con la soledad de paso, una pérdida terrible y la falta de espíritu, era una terrible tragedia. En la Óp...