Capítulo 18: Bois de Boulogne

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No pude dormir nada bien al tener un terrible dolor de cabeza.
Hubiese sido capaz de irme a dormir con Erik si no fuese su cama un Féretro.
Al día siguente en la mañana tocó la puerta.

-Pasa- mi voz estaba mas ronca que ayer.

Cuando entró su expresión lo dijo todo, me veía fatal.
Solo porque no había espejos sino le daría la razón.

-¿Tan mal me veo?- dije con una sonrisa.
-No, querida, te vez mejor de lo que te escuchas-
-Bueno...- sonó muy mal. Indigno de una cantante. Le miré horririzada.
-¡Sueno como la Carlotta!- sonrió por mi comentario al igual que yo.
-Será mejor que no hables hasta que estés mejor y menos cantar-
-Quieres que esté callada-
-Ni una palabra..., empieza.-
-Erik...- mi tono fue de reproche.
Tuve que forzar la garganta para quitarme ese gallo.

-Sin hablar, Christine-
-Pero... Erik-
-Si no guardas silencio voy a tener que amordardazarte-

Su tono fue cómico pero sabía que con tal de cuidar de mi voz haría lo que fuera necesario.
Seguía igual de estricto al respecto como en los tiempos en que solo le conocía como al Ángel de la Música.

Me trajo posimas naturales para que sanara pronto. Tenía intervalos para tomarlas. Al cabo de una hora me llevó de desayunar. Me sentía tan mal que mi hambre tenía pero no fui maleducada.

Todo el día la pasé el cama. Durmiendo a ratos. Con mi mente divagando por todos lados. Mi madre, Raoul, Erik. Todos dando vueltas a mi confusión, que terrible.
Quería que esta pesadilla terminara.
Volvía para indicarme de los medicamentos pero igual con notas. Se apiadó de mi pero, yo amaba tanto su voz que era una lástima no escucharle.

Al día siguiente nos sentamos en el comedor, tenía la cara baja y la mano sobre mi frente. Sentía muy pequeños mis ojos.
Tomé el papel y con mi pequeña letra de molde le escribí una nota.

"Gracias por todo, voy a retirarme a mi habitación"

Se la pasé deslizándola por la mesa, él se volvió a verme y me escribió la respuesta

"Descansa, querida"
F. O.

Su letra no era del todo perfecta, me reí al ver cómo firmó el pequeño mensaje.
Levanté la vista con la sonrisa todavía puesta en mi rostro.

Su intensa mirada estaba puesta sobre la mía.
Sombría pero cálida.
Había cientos de miles de palabras en ese breve momento.
Podía sentir como si su mirada penetrara mi alma, llegando a lo más profundo de mi ser.

Me levanté, hice una pequeña especie de reverencia y me marché.
Esa noche estuve más tranquila, sus posimas comenzaban a tomar efecto. La garganta ya no me quemaba por dentro.

El tercer día llegó. Y pensé en Madame Valerius a la que le prometí que no le iba a dejar de nuevo... y en Raoul... ¿Qué juego es este? No sé jugarlo y, por lo tanto, voy a perder.

-Vamos... quiero oirte hablar-

Me aclaré la garganta.

-¿Qué tal suena?- fue lo primero que se me ocurrió, no me oía tan desastrosa.

-Bien, ya no estás tan mal, pero aún no puedes cantar-
-Erik... ya estoy mejor-
-No completamente, ahora no desobedescas y no cantes-
-Bien...- dije silenciosamente.

Ese día estuve en el sofá con una manta cubiendome contra el frío.
Tenía una taza de té en mi mano y no dejaba de contemplar el baúl dóndese escondía la foto de la mujer a la que me parecía. Mi curiosidad era muy grande.

Él tocaba el piano, y yo le escuchaba con deleite pero mis pensamientos estaban en otro lado...

Me sentía atrapada, no aquí en su casa sino, en mí misma.
Me atacaba el terrible sentir de la traición, como si estuviese con Erik como mi marido y Raoul fuese mi amante con el cuál le engaño.
Me sentía débil y sucia.
No debí aceptar jamás el anillo, con esto acepto su compromiso y ¡Ni olvidar las palabras del hombre!

The Angel of MusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora