Capítulo 12: Le Dernier Souvenir

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En Perros todo fue un desastre. Mi pobre padre no merecía esto.

-¡Christine, te exijo saber quién es el hombre de tu camerino!- se volteó con furia y luego me volvió a ver -Por él me rechazas-
Dijo más como una afirmación que una pregunta.

-No hay ningún hombre- era la segunda persona a la que se lo repetía, pero eso pasó a segundo plano al darme cuenta de qué Raoul ¡igual podía oírle!
No solo yo.
Él igual escuchaba a mi Ángel de la Música.

-¿Le oíste?-
-Si- dijo disimulando su dolor -Que yo no significo nada para ti, soy como un hermano-
-Raoul, ¡le oíste!- eso me emocionaba más que las frías palabras que utilicé para referrirme a él -No es un hombre Raoul, ¡Es mi Ángel de la Música!-
Su expresión de completo enojo se volvió de duda.

Creo que debí escucharme muy ridícula por la forma en que me miró.

-Me visitó Raoul, lo mandó mi padre, pero la condición es que mi alma solo puede ser suya, por eso te he rechazado, gracias a él canté como lo he hecho-
-Christine...- me volteó a ver con lástima, solo entonces me di cuenta del error que cometí.
-Creo que deberías ver a un médico, que te pueda ayudar-

¡Qué atrevido! ¡¿Cómo podía sugerir eso?!

-¿Insinuas que estoy loca?-
-No pongas en mi boca palabras que no dije... insunuo que eso no es posible-
-No oigo voces ¡porque tu también le oíste!, es la prueba de que no estoy loca gracias-
-Christine se lo mucho que te dolió la muerte de tu padre...-
-¿¡Lo sabes?! ¿¡Tu dónde estabas cuándo murió?!-
-No podía estar, la que se marchó fuiste tu Christine, no yo, y ahora alucinas con un Ángel-
-Tu le oiste Raoul-
Trató de tomar mi mano pero se la arrebaté
-¡Déjame sola!-

Me marché lo más enojada posible a mi habitación.
Esa noche escuché a mi Ángel tocando sobre la tumba de mi padre con su violín, tal como lo había dicho
Raoul fue atacado en la noche al salir de la habitación, me preocupé pero yo me marché al día siguiente dejándole solo.
Jamás debió decirme eso, rompió mi confianza.

En la Ópera, esta vez para Fausto no me tocaba interpretar a Margarita, Carlotta había vuelto y se había encargado de humillarme.
Nadie se volvió para pensar en mi. Pasé a ser de nuevo la corista.

-Maldita cucaracha asquerosa- dijo Meg -Ya me tiene harta-
Me reí con su comentario
-Déjala vivir su momento-
-No Christine, tu lo haces mejor que ella-
-Pero no soy una prima donna española-
-No, pero si sueca-
-He estado más en Francia-
-No importa Daaé, hoy presiento que la función será un desastre-

Era un presentimiento atinado, me sentía igual, había algo en la vibra que se sentía diferente.
No sabía si para bien o para mal.

-¿Y el Vizconde de Chagny?-
-Ni me lo menciones-
-¿Tan mal está?-
-No Meg... es mi amigo de la infancia, por eso me sorprendí cuando mencionaste a Phillipe, pero el muy "caballero" me llamó loca-
-Vaya... que atrevido, pero creo que es mejor tipo que su hermano, a La Sorelli no le está llendo muy bien.- se hizo un largo silencio -Si no quieres que te lastime mejor alejate de él-
-Lo sé- bajé la cabeza, me dolía tanto pensar en él, creí que podría entenderme ya que crecimos con las historias del Ángel.
Mi amado padre nos enseñó todo acerca de este y le confié a Raoul mi único secreto y me dice que si no sería mejor que me vaya al manicomio.

-Meg, me iré a preparar para la presentación-

Me marché a mi camerino a arreglarme.

Esa noche había teatro lleno, yo volví al coro y todo comenzó como siempre.
Carlotta cantaba sintiéndose la mejor pero cuando ya estaba a punto de acabar hubo un sonido nada digno de ella, le salió un sonido como de un sapo, ¡un gallo!
Todo el público quedó en silencio total.
Ella trató de cantar otra vez y lo mismo pasó, empezamos a reír todos en la sala ¡Lo imposible había sucedido!
Le salió otro gallo y se marchó de escenario llorando envuelta de la risa de todos los espectadores.
Vi a Meg carcajeandose, yo igual moría de risa.
La función fue cancelada, los directores no estarían tan contentos de tener que hacer devoluciones.

-¿Y si fue el fantasma?- preguntó Meg cuándo nos encontrábamos con su madre, Madame Giry.

Otra vez con el dichoso fantasma.

-¿Si escuchaste Christine que se llevó a César?-

César era uno de los caballos de la caballerísa de la Ópera, sin dudas uno muy fino, era blanco y grande, muy fuerte.

-No había escuchado-
-Claro, te marchase a Perros, fue esa misma noche-
-Ay niña, hoy Carlotta se equívoco, no creo que el fantasma pudiese ser responsable-
-Quién sabe madre, a lo mejor y fue Christine-
-¿Yo?-
-Claro, me acuerdo que cuando te molestaba tu la maldecias diciendo que ojalá un día cantara como sapo-
-Pero no lo decía en serio-
-Pero sucedió-
-Hasta crees que me arriesgaría a tanto-

Me marché hasta mi camerino, no podía creer que Meg pensara siquiera en que el fantasma era el responsable o peor aún que había sido mi culpa.

Hasta pensar en eso era aún mas tonto que el fantasma.

Una vez dentro me preparaba para marcharme ya iba siendo tarde y Madame Valerius se iba a preocupar.

Mi Ángel no se había hecho presente hoy, últimamente no aparecía tan seguido, parecía estar preparando algo importante.

Justo cuando ya me iba comenzó a cantar, su voz invadía mis sentidos haciéndome olvidar de todo.
Cuando cantaba solo existiamos él y yo.
Su voz hacía que perdiera el sentido y me transportace al paraíso junto con él.
Era de lo más exquisito.
Me cantaba una canción que hablaba de dejarlo todo e irme con él.

"Muy pronto" recordaba su dulce promesa, tal vez era hora de que me llevara al cielo con él.
Abandoné todo pensamiento.
Todo dejó de ser importante.
Solo escuchaba, ya no veía o me controlaba a mi misma, parecía una muñeca de trapo a la cual se le controla.
Había algo diferente en su tono de voz, algo hipnótico. Algo que me ponía los bellos de punta.

Me acerqué tanto al espejo, buscándole que ni siquiera noté cuando me encontraba en otro lugar, tenía de espaldas mi camerino.
Era un pasadizo oscuro, frío.

Ahí estaba él, un hombre de capa negra con una máscara blanca. Me tendió la mano.
Dudando se la di, me cantaba tan cerca, yo le tocaba, mi Ángel se había materializado en carne y hueso, me costaba saber si lo soñaba o era real, no podía siquiera formular preguntas o dudar, todo se nublaba, perdí la conciencia, dejé de pensar, de ver, hasta de escuchar.

Mi mano sobre la suya es el último recuerdo claro que tengo de esa noche.

The Angel of MusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora