Capítulo 25: Sous le ciel sans Lune

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Raoul está viendo todos los arreglos de la boda. No nos fuimos al Polo Norte, sin embargo, iremos a Londres.
Raoul piensa que es lo mejor que podemos hacer..., alejarnos de aquí.
En dos días es la boda y yo..., iré a la casa del lago, cumpliré mi promesa.

Estaba perfectamente arreglada, llegué al despacho de Raoul y toqué la puerta.

-¡Adelante!- gritó Raoul.

Yo tenía el pequeño sobre, escrito con mi perfecta letra, en mis manos.

-¡Vaya! Hoy te ves hermosa!- me dijo Raoul al verme.

-Es el día.- dije respondiendo la intriga de su mirada.
Su rostro resplandeciente se tornó oscuro en un minuto.

-¡Ni creas que vamos a volver ahí!- Gritó furioso.

-¡Raoul! Lo prometimos.-
-Lo dije para que ese loco nos dejara ir ¡Estás demente si crees que te voy a permitir que vayas!-
-Puedo ir yo sola, no necesito tu compañía.- espeté indignada.

Raoul se acercó a mi y me arrebató el sobre de las manos, rompiendolo en cientos de pedacitos.

-Si vas..., no ibas a necesitar eso.-

Entendí su amenza, si iba ya no habría boda. Me fui subiendo al cuarto indignada y escuché que Roaul salió de la casa por el portazo que dio.

Al cabo de media hora yo igual emprendí mi camino al lago.

La barca estaba ahí, justo donde Raoul y yo la dejamos hace tres semanas.

Subí y comencé a remar, no sentí culpa por abandonar a Raoul enojado, estaba tan contenta de volver que todo parecía no importar.

Al entrar, todo era un desastre, la casa parecía haber sido desmantelada, todo estaba roto en el suelo, el órgano había terminado costa abajo.

Mi mirada se encontró con Nadir quien dormía en el sofá ya conocido.

Caminé recorriendo todo hasta que mis ojos llegaron los pedazos de papel rotos sobre el suelo. Don Juan Triunfante.

-Erik trabajo 20 años de su vida en ella, le dije que si podía conservarla y me dijo que era música que no debía ser escuchaba.- el persa suspiró
-Todo su genio..., desperdiciado.-

Me dio nostalgia pero entendía a la perfección sus motivos.

-¿Qué pasó aquí?- pregunté sorprendida.

-Erik creyó que usted ya no volvería.-

-¿Dónde está..., él...- la angustia invadió mi pecho. ¿Y si ya era muy tarde?

-En el cuarto en el que usted solía quedarse.-

Corrí allí y abrí la puerta, Erik yacía en la cama, dormido, se veía tan sereno, tan humano.
Quité la máscara de su rostro y se la entregué a Nadir.
Luego solo me incliné a él besé su frente, sus ojos cerrados bajando por donde sus lágrimas habían caído.
Lo iba a besar en los labios cuando despertó.
Se levantó exaltado.
Me miró con duda, como si no creyece que era real.
Estiró su mano derecha con miedo, pasandola por mi mejilla.
Su rose fue suave y cálido.
Se levantó de la cama, volvía a ser más alto que yo.
No miramos fijamente. Amandonos, las palabras eran innecesarias.

De un momento a otro nos juntamos con desesperación reclamandonos el uno al otro con un beso profundo y desesperado.
Sus manos estaban en mi rostro y las mías en su cuello.
Pudimos estar así hasta la eternidad.

Sus manos se posaron sobre mi cintura rodeandome por completo y acercandome más a él.
En un movimiento rápido deshizo el primer nudo de mi corsé.

The Angel of MusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora