Vigésimo capítulo

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La máscara

-¿Alguna vez le he dicho que tiene ideas imposibles? Debería estar muerta del miedo tan solo pensando en huir del palacio -susurró Xika, mientras aguardaban detrás de una cortina de algas

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-¿Alguna vez le he dicho que tiene ideas imposibles? Debería estar muerta del miedo tan solo pensando en huir del palacio -susurró Xika, mientras aguardaban detrás de una cortina de algas. Un dúo de guardias ascendía dentro del corredor vertical, charlando tonterías sobre jugar con unos amigos al finalizar el turno. Bohu reconoció a uno de ellos, era Héctor, el tipo agradable que estuvo con ella en el momento del ataque de la bestia.

-¿Qué crees te diferencia a ti de mí, Xika? -dijo entonces, sin quitar los ojos de los celaeos-. Yo te lo diré: no me rindo ante el miedo.

-Claro que no, si hasta parece que le atrae. No sé en qué me metí, esto no venía en el contrato -se lamentó por enésima vez, aferrándose al asa de un bolso donde llevaba algunas pertenencias de Bohu-. Creí que ser la dama real sería más sencillo que atrapar medusas fuera del agnapto.

-Nadie te detendrá si prefieres renunciar.

-El palacio me provee mejor carne que el Consejo, y servirla a usted es un gran honor. Sí, me tendrá a su disposición por mucho tiempo.

-Ajá.

Xika agarró la muñeca de Bohu con resolución.

-Ahora, antes de que alguien más aparezca.

Cuando Bohu le exigió a su dama, el taeroc anterior, que le contara todo lo que sabía acerca de la organización Rescatando almas, ya que había estado trabajando allí antes de ser transferida al palacio, una sorpresa le abrió el apetito rencoroso. Resulta que era costumbre dar charlas de casa en casa durante el primer im de cada torím. Se separaban en grupos conformados por un par de colaboradoras y distribuían provisiones entre los más vulnerables. A esto asistía la presidenta también, repartiendo palabras de amor y paz por todas partes. Empero, a Bohu no se le había notificado nada de eso, ni siquiera se habían reunido con ella luego de entregarle el cargo.

Sabía que era la fachada, la máscara graciosa para que las acuelas de Nivrán se dejaran ayudar por la organización, pero sin ella en las charlitas o las reuniones, no serviría de nada esa propaganda. Quién sabe qué excusa habían maquinado para explicar la ausencia de Bohunissa.

Lo pensó un rato y al final decidió que quería ir también. Presentarse por sorpresa pondría a todo el mundo nervioso, aparte de dejarles en claro que no iba a ser un hueso para roer en segundos. El Consejo creía que usar a la princesa para sus propios beneficios era lo más sencillo del mundo, como máximo patrocinador de la organización, se sentían superiores.

Pues con ella se habían equivocado. O la tomaban en serio, o la dejaban fuera de todo.

Y así fue como terminaron ideando un plan para ir a Garania sin ser descubiertas. Una locura. Pero tuvo que ser así, nadie la dejaría salir del palacio si la capitana Liama no lo aprobaba, y ella no lo iba a hacer, no después de lo que sucedió con la horrible bestia.

El reino en lo profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora