36
A casa
El exilio.
Se exiliaba a aquellos que no alcanzaban la pena de muerte tras cometer ofensas contra la sociedad, de manera que el reino se libraba de ellos para dejarlos en manos de la justicia salvaje, y si tenían suerte y sobrevivían se ganaban una oportunidad para resarcirse.
Bohu acababa de recibir el exilio de Nivrán por haber usado magia indetectable, cuando la regla general era encarcelar hasta la muerte a esta clase de personas, pues les temían. Y a pesar de haber salvado la vida del rey, no volvería a poner una aleta en el reino gracias al prejuicio desmedido de su gente.
Era tan injusto, pero no le sorprendía. Conocía la manera de pensar de los paidiás y lo más triste era que los comprendía. Los humanos seguían incumpliendo el pacto de paz hecho milenios atrás con el océano y dañaban a sus hermosas criaturas «a escondidas»; el odio incrementaba con el pasar de los años. Y a eso debían añadirle su naturaleza larvada. Sin siquiera planearlo Bohu resultó ser la sopa de verduras que ellos más odiaban.
La mesa de testigos estaba extrañamente quieta luego del veredicto, parecían muñecos de cera detrás de una tétrica vitrina, juzgándola en silencio.
—Majestad, le pedimos que de un veredicto más cercano a la ley —exigió una de las legisladoras con una voz impostada—. ¿Sólo el exilio? Esto no es un simple caso de novatos. La señora es una larvada. Si bien acaba de descubrir su inicua cualidad y ha salvado la vida del rey con ella, eso no la hace menos peligrosa para el océano en general. Estas personas no pueden vivir en sociedad o en libertad absoluta, ya que con el tiempo se vuelven inestables; la destrucción se convierte en una característica personal. ¿Qué nos asegura que no regresará cuando haya aprendido a dominarla? ¿Y si decide vengarse o imponerse? Los larvados siempre vuelven para saldar sus cuentas. Siempre lo hacen. No estamos a salvo mientras ella permanezca en el exilio.
Las voces se alzaron a favor y esta vez Tibalt no movió ni un dedo para callarlas.
El rey los miró con tanto coraje que todos se encogieron en sus asientos al mismo tiempo. No era un secreto que la intensidad del brillo de sus ojos dependía de su humor, y conocían la potencia del poder mayor.
—¡Legisladores! Se está enjuiciando a la gran princesa de Nivrán, a mi esposa. No esperen que ordene un castigo de tortura contra ella o que la envíe a prisión cuando ha usado inocentemente su magia y ha terminado salvando mi vida y la de una centena de niños que estaban viviendo en condiciones terribles —bramó Atlas, alterado—. ¿Es así como la tratan después de ensalzarla en la plaza concediéndole el cetro de la lealtad? ¿Es así como nos comportamos en Nivrán? Hoy ya no es una heroína, hoy es un volcán en potencia.
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El reino en lo profundo
FantasyEl reino en lo profundo hará que visualices una vida debajo del mar de una forma que no conocías. Allí donde no hay luz solar y los animales evolucionaron para arreglárselas como pudieran para cazar, o solo comer las sobras que caían de la superfici...