33
La medusa
—Entonces el plan es quedarme muy quieta y esperar a que Frimseé venga a nosotros —masculló Bohu por quinta vez, moviendo las aletas de arriba abajo para entretenerse con algo. Estaba sentada sobre el techo de la cania con la espalda encorvada, haciendo esfuerzos por no dormirse. Ese lugar era tan aburrido que debía ser la razón principal para que no hubieran monstruos. Casi estaba anhelando que los atacase alguno—. Me muero de diversión aquí. Eres brillante, Atlas. Brillante.
El mencionado aguardaba a un pama de la cania con las manos en la cintura, haciendo una mueca cansina al escucharla, una que por fortuna ella no podía ver o le daría la lata. Por momentos Bohu hacía lo imposible por crearle dolores de cabeza.
—¿Estás tratando de insultarme? —gruñó—. No me importa que me llames brillante, al final muchos quieren evitarme.
Bohu dejó las aletas quietas y torció el gesto.
—Eh, no lo decía en el sentido profundo sino en el ferci —aclaró—. Alguien brillante es alguien inteligente, pero en este caso lo estaba diciendo con sarcasmo. Deja de tener gracia cuando toca explicarlo.
Él no dijo nada por un rato.
—Aquí alguien brillante es alguien que debes evitar si no quieres terminar sin órganos fuera del país, o peor: entre las garras de los acumuladores —aclaró entonces por su lado—. Y yo estaba siendo honesto.
Bohu alzó las cejas con asombro y miró al rey que seguía de espaldas a ella con una lanza en mano y unas cintas en el cabello que se movían con las pocas corrientes.
Estar allí era más seguro que las afueras de Nivrán, si a alguien se le ocurría montar una ciudad sin agnapto no tendría el factor depredador, hasta podría hacerlo un lugar turístico y ganar dinero. No se veía nada por ningún lado, parecían ser los únicos seres en miles de pamas. Eran aguas desperdiciadas.
—Así que también hay un mercado negro aquí —dijo Bohu pensativa—, vandalizan con órganos y drogas.
—Eso pasa cuando ciertas cosas están prohibidas y algunos tienen averiado el indicador de lo que es correcto y lo que no, ¿no?
—Pues quita la prohibición —soltó en modo de chanza sólo para ver qué hacía él. Quería que dejara de darle la espalda.
Atlas la miró por encima de su hombro antes de responder con seriedad.
—Oye, no quiero sonar arrogante, pero cuando quiera tu opinión respecto a mi gobierno, te la pediré.
La risa de Bohu se detuvo de golpe.
—¿Estás usando mis propias palabras? —le reprochó, recordando la búsqueda anterior de la perla cuando pensaban que era Frimseé.
Atlas se encogió de hombros.
ESTÁS LEYENDO
El reino en lo profundo
FantasyEl reino en lo profundo hará que visualices una vida debajo del mar de una forma que no conocías. Allí donde no hay luz solar y los animales evolucionaron para arreglárselas como pudieran para cazar, o solo comer las sobras que caían de la superfici...